Unexpected Things

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El sudor recorría su frente hasta caer por su mentón, su expresión era pálida y aterradora, la respiración agitada y la distorsión de la realidad se denotaban ante la poca creencia que tenía de lo que presenciaba.

Es una pesadilla, lo es, debe serlo.

Se decía así mismo pasando sus ojos de la dama vestida de azul hacia el pequeño bulto que se encontraba en la camilla.

Eran las dos de la mañana cuando exigieron su pronta llegada debido a que su hijo estaba pasando por una serie de complicaciones repentinas. El hombre no dudó en rogarle a su jefe para que lo deje ir, el francés-estadounidense lo miró de reojo y una simple sonrisa de compasión se pintó en sus labios, antes de musitar.

"— Claro, te doy permiso —quitó el cigarro de sus labios para presionar la punta encendida contra la superficie de su cenicero, dirigiendo su completa vista al objeto— Yo también sé que es pasar este tipo de apresuradas situaciones..."

Recordaba las palabras del ricachón con algo de inquietud, pero su mente ahora estaba ocupada en ir, sostener a su hijo de los hombros y decirle que todo estaría bien, como siempre hizo cuando temblaba por causa del miedo o el dolor que recorría su cándido ser.

Pero a veces las cosas no resultan como uno quiere por más que ponga el empeño del mundo y las desee con el alma.

El ambiente vibraba ante el intenso pitido que parecía interminable hasta el punto de herir sus oídos, el subir y bajar del pecho del niño se había extinto y sus labios quedaron entreabiertos como muestra de su último suspiro de vida.

Había llegado tarde.

Las enfermeras sostenían la fina tela que cubría hasta el torso del quieto pequeño bajo la atención penumbrosa del gran hombre de piel morena que se mantenía en el umbral sin pestañear. La menor tomó un largo respiro y empezó a describir.

— Anemia aplásica en conjunto de una grave infección urinaria. 4 de abril del presente año, dos de la madrugada con cuarenta y tres minutos —musitó mirando a su compañera de trabajo para darle a entender que debían seguir con su función. La otra entendió y tomaron los extremos, extendiéndolos hasta llegar a la cabeza, dueña de unos crespos cabellos y un rostro puro, dejando caer delicadamente el final del tejido sobre sus gráciles párpados— Causa, fecha y hora de fallecimiento.

Todo parecía como una agonizante aversión para Caín Blood, que solo se mantenía admirando cada movimiento que realizaban, pero su cerebro no procesaba nada de lo que ocurría. Las mujeres se miraron mutuamente y asintieron sabiendo que ambas pensaban lo mismo. Se acercaron al mayor con algo de lástima dibujada en sus caras.

— Señor Blood —dijo la mayor de ellas, buscando captar la atención del nombrado. Él tardó unos segundos en reaccionar, cerrando los labios para observarla de reojo, la otra tembló porque creía ver la muerte moldeada en una persona— Como apoderado, tiene el derecho de desahogarse todo lo que quiera antes de que llevemos el cuerpo, así que... Nosotras le daremos su espacio.

Lo vio una vez más. Nada, no podía ver nada en él. Dio unas pequeñas palmadas en su hombro antes de despedirse con un "está bien" y salir, cerrando la puerta en tras sus espaldas.

El de lentes oscuros se dirigía lentamente hacia su perdición. Cada paso parecía más certero al vacío, el tiempo se detenía, sus oscuros luceros se nublaban ante la invasión de lágrimas que se agolpaban en los extremos segundo tras segundo, el marco se sentía cada vez más pesado hasta el punto de agraviar cada órgano y no poder resistirlo más, provocando que cayera al helado piso de rodillas quedando frente al causante de sus escalofríos en esos instantes.

SUAVE LUZ [Banana Fish]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora