2 semanas después.
Golpeo el saco de boxeo una y otra vez mientras de mi cabeza no sale la imagen de Thomas. He intentado odiarlo con todas mis fuerzas, he intentado recordar cada una de las cosas que ha hecho y he intentado meterme en la cabeza lo que es; un mafioso. Todo eso debería ser suficiente para quitarlo de mi, pero no. Verlo, sentir su olor en cada pasillo de esta casa me destroza el alma de una forma que nunca imaginé que podría llegar a sentir.
He tenido una niñez y una adolescencia de mierda, he pasado hambre y frio incontables veces pero siempre me he mantenido fuerte porque sabia que algún día encontraría mi propia estabilidad. Las monjas de los orfanatos solo me enseñaban a amar a Dios, no importa cuan cuestionable sea siempre teníamos que solo amar al señor. Cuando comienzas a crecer y empiezas a ver a todos tus amigos ser adoptados pero tú no, dejas de creer en ese amor y en esa fe tan ciega que intentan inculcarte en la iglesia. No hay amor, no existe.
¿Un Dios? No existo para él, ella o quien sea que esté allí arriba.
—Ganske, te lastimaras. —oigo la voz de Aiden detrás mío. Ni siquiera me importa, necesito descargar todo. Como ayer, como antes de ayer y como toda la puta semana.
—Estoy bien. —dije y continué con la bolsa. Uno, dos, tres, cuatro, ya ni los contaba. Mi cuerpo me pedía descanso y mi boca agua pero no me importaba.
—Has estado entrenando cuatro horas sin descanso. —lo veo de reojo cruzado de brazos viéndome con esa mirada de desaprobación, esa misma que me ha puesto estas ultimas semanas.
Tiene razón. Me la he pasado entrenando y evitando a Thomas, por no decir también a mis amigas que han intentando comunicarse conmigo pero las he evitado. No tengo ganas de las miradas de Rosie ni de las preguntas de Carly, las únicas personas que he visto han sido a Jacob, Aiden y Arvid, sin mencionar a Johan que me ha llamado muchas veces hasta que acepté por fin volver a salir con él esta noche a cenar.
—¡Hey! —me aparta la bolsa— Basta, ve a darte una ducha y come algo, no me gusta verte así.
—Vale. —acepté quitandome el sudor de la frente con el brazo y después quitarme los guantes.
—Carly está preocupada por ti, no la has llamado.
—No tengo ganas de que me interrogue, Aiden. —dije llevando la botella a mi boca. Estaba exhausta y algo mareada pero creo que me siento bien a pesar de eso, ya me he acostumbrado a la rutina de ejercicio.
—¿Qué tal si salimos esta noche?
—Saldré con Johan.
—Vale, salgamos todos. —se encoje de hombros. No es mala idea.
—Vale, hablaré con Johan, iremos al Bon Appetit.
—Cool, yo hablaré con Carly.
No pude evitar sonreír, ellos han salido mucho últimamente y de verdad, aunque Rosie no esté de acuerdo, a mi me alegra. Ambos son maravillosos amigos y se llevan muy bien.
—Por favor —le dije saliendo del gimnasio—, no le digas a Beist.
—¿Decirme qué?
Al levantar la mirada mi corazón se detuvo. El hombre con mirada fría y el cabello despeinado me clavaba la mirada ceñudo esperando una respuesta.
Respuesta que de mi parte no llegó porque todo en mi comenzó a verse borroso y oscuro hasta que ya no pude ver más, solo sentir unos brazos que me tomaron para evitar que me cayera.
Joder.
Cuando recuperé la conciencia mi cabeza comenzó a doler y mi estomago a crujir. Esta es la consecuencia de no haber comido bien este ultimo tiempo y entrenar como si fuese a competir para la olimpiadas, ambas no son muy buena combinación, lo sé.
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La marca de Beist.
RomanceEmily siempre se mantuvo fuerte ante los obstáculos de su vida, y creyó que podía tener paz en ese nuevo pueblo, algo oscuro y extraño, donde empezaría de cero junto con su madre. Aunque no notó que de cerca la acechaba un demonio, una bestia o, así...