Parte 29. El mundo arder.

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Beist:

—Bro, relájate. —me dice Aiden una vez que volvimos de terminar los negocios que nos quedaban con uno de los políticos más importantes de Noruega.

 Estaba feliz de volver al lugar donde nací, felicidad que terminó cuando Acke me envió las imágenes y videos de Emily en esa puta taberna. El problema no es que haya salido a beber con sus amigas, de hecho sonreí al ver como cantaba y reía, el puto problema estuvo cuando me informaron que estaba demasiado pasada de copas y la foto de ella besándose con ese idiota que no sé quien cojones es porque antes de que Acke pudiera tomarles una foto de cerca ya se habían ido y allí recibí el mensaje de Arvid informándome que las había buscado pero que no estaban solas, cuando me dijo que la fiera lo amenazó con tomarse un Uber si no los llevaba mi sangré hirvió y el vaso donde bebía se estrelló contra la pared.

—¿Cómo cojones quieres que me relaje, Aiden? Si solo hace estupideces. —gruño viendo mi móvil. Ya era de tarde, habíamos estado tres horas en esa reunión intentando que Aleksanteri Jensen nos permita pasar el Cristal Rojo sin tener problemas. Me costó fortuna, pero no dinero sino kilos de mi mejor cocaína, puede ser hombre de política pero le encanta aspirar coca con billetes de cien dólares. 

—Estaba ebria. 

Me doy vuelta para verlo ¿Por qué mierda la está defendiendo?

—¿Qué? Me agrada, y tú te acuestas con Freya. —se encoje de hombros.

Decidí no responderle. La sangre me hervía porque sé que tiene razón ¿Por qué cojones me molesto? Oh, si ¡Porque es mía!

Si antes estaba molesto con ella ahora estoy el triple, joder por qué cojones tiene que ser tan rebelde. No solo viajé a Noruega por negocios sino también para despejar la mente de todas las confusiones que la fiera deja en mi cabeza y me pregunto por qué cojones no me deshice de ella cuando tuve que hacerlo. Porque la deseaba sí, pero joder me podría haber ahorrado unos cuantos dolores de cabeza porque eso es lo único que sabe hacer, darme malditas migrañas. 

Llegamos a la mansión Breivik a las afueras de Olso y arrojé mi chaqueta al sofá para ir a la licorera a buscar algo fuerte. 

—¿Qué le pasa? —oigo que Ivar le pregunta a Aiden.

—Problemas de faldas. —le responde el idiota de mi amigo.

—¿Freya te está dando problemas? —pregunta inocentemente Ivar. No, ojalá fuese Freya, sé que a ella sí la puedo controlar pero a la fiera castaña que me saca de quicio no. 

—No. —respondo frio— Me han llamado que hay un problema en el casino ¿Qué cojones sucede y por qué aún no lo has resuelto? —gruño. Odiaba la ineptitud y más cuando era alguien de la familia.

—Sabes que Fredrik se encarga del casino. —se excusa acomodando su impoluto traje.

—Es tu hijo ¿No es así? Arréglalo. —le ordeno bebiendo un sorbo de bourbon.

Coge un poco de aire hasta que asiente. Sé que detesta que le de ordenes, más siendo mayor que yo pero así son las reglas, el imperio es mío y detesto que las cosas no salgan como quiero y peor, que me desobedezcan. Mi padre me crio para gobernar, no para ser un súbdito.

—Hablaré con él. —dice— Mientras tanto puedes ir a ver como están los burdeles, verás que todo está como tiene que estar.

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