Parte 57. Los despreciables.

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Me desperté con el canto de los pájaros en la ventana que ya estaba abierta. Seguramente había sido Bera porque el olor a café invadió mi nariz y supe que el desayuno ya estaba sobre la pequeña mesa en la esquina.

Thomas no está a mi lado, imagino que ya debe estar en el despacho con Ivar. No se ha ido en todo este tiempo lo cual para Aiden es raro, para mi no porque no lo conozco mucho y he estado tan ocupada en mi miseria que ni siquiera bajé a entablar alguna conversación, con nadie que no sea Thomas. Pero debía volver a la civilización y saber cómo está Carly.

Desayuné en paz, mi apetito había vuelto a la normalidad y llegué a comerme todo el cuenco de frutas que Bera siempre me prepara. Me vestí observando mi cuerpo en el enorme espejo del closet y pude ver lo delgada que estaba. La muerte de Rosie ha sido algo que me ha quitado hasta las ganas de comer debido a la angustia dolorosa que me provocaba su pérdida.

El funeral fue lo peor. El señor Hernández parecía un muerto en vida, perdió a su única hija en el día que se supone que debía ser el más feliz de su vida. Carly no estaba ni mejor ni peor que él, no había dicho ni una sola palabra y solamente se limitaba a llorar en los brazos se Aiden como yo en los de Thomas, que por suerte no me había abandonado en ningún momento por mi seguridad.

Me vestí con un vestido ajustado de algodón color nude y una chaqueta de cuero marrón, solo me maquillé un poco para sacarme la cara de muerta y bajé. Jacob hablaba por teléfono y sonrió al verme, le devolví la sonrisa y me acerqué al sofá donde por suerte mi amiga se encontraba con Aiden.

—Hola. —mordí mi labio viendo a mi amiga de la misma forma que yo: hecha un desastre. Aunque Carlota nunca deja de ser hermosa y su rostro nunca deja de ser angelical. 

Se paró sorprendida por mi repentina aparición al mundo real y me arrojó sobre mis brazos estrujándome fuertemente. 

—No vuelvas a irte. —sollozó en mi cuello. Sentí su inconfundible olor a jazmines de su perfume que siempre tiene y volví a sentirme en paz. 

—No lo haré. 

Ella me soltó observándome y tomó uno de mis mechones acariciándolo con ternura. La he extrañado pero ambas estábamos demasiado ocupadas con nuestro propio duelo como para querer molestarnos, aunque tal vez un poco nos necesitábamos. Tan solo quedábamos las dos.

—Al fin. —habla Aiden levantándose— Mis dos chicas juntas. —pasa un brazo por mis hombros y el otro por la cintura de Carly— Te hemos extrañado, Ganske.

—También yo, chicos. —sonrío— ¿Sabes algo de el señor Hernández? 

Temía preguntar, ni siquiera había hablado mucho con mi madre de hecho. Estaba tan ocupada con el duelo de su marido que ni siquiera quise molestar, de todas formas yo estaba ocupada con el mío. 

—Él está mejor. —hace una triste mueca— La última sorpresa lo ha sacado de la cama, al menos.

—¿Última sorpresa? 

Ella se mira con Aiden extrañada como no entendiendo mi pregunta y eso me da aún más intriga, al parecer hay algo de lo que no estoy enterada.

—¿Hace cuánto que no hablas con tu madre? —pregunta Aiden.

—Creo que desde el funeral.

—Pienso que deberías ir a verla, Em. —suelta Carly preocupada y me hace fruncir más el ceño. Algo andaba mal.

—¿Dónde está Thomas? —le pregunto a Aiden cambiando de tema.

—En el estudio hablando con Ivar, han estado investigando..., ya sabes. 

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