Parte 46. Condena rusa.

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Beist:

Arrojé el vaso de alcohol contra la pared del estudio mientras mi cabeza no dejaba de darle vueltas a que Gunther Herzog había estado bajo mis narices todo este jodido tiempo y no me había dado cuenta ¡Y peor! Ahora había secuestrado a Emily. Maldito hijo de perra.

—Thomas, sabes que la encontraremos. —dice Aiden a mis espaldas. Ya no podía pensar estaba inundado por la ira de saber que él la tiene, que fui lo suficientemente idiota para no darme cuenta que ese tipo no era lo que decía. ¡Joder!

—Aiden, juro que si la toca

—¡Tranquilo! —se levanta— Emily no lo permitirá.

—¡¿Y tú cómo cojones lo sabes?! —le grito.

—Porque ella te ama a ti, hermano.

Eso no me calmó el infierno que se estaba propagando dentro mía, no podía dejar de pensar en él tocándola o besándola ¡Es mía! Ese hijo de perra se atrevió a tomar lo que es mío y sabe que eso se paga con la muerte.

—Eso no es suficiente, Aiden. —gruño pasando una de mis manos por mi pelo.

—Para ella sí. —dice calmado— Además ya debe saber que la buscaremos.

—Me odia. 

—No te odia, aunque quisiera no podría. 

—Thomas, el jet está listo. —dice Jacob entrando al estudio.

—¿El jet? —pregunta Aiden extrañado.

—Iremos a Moscú. —le doy una ultima calada a mi cigarro y lo apago en en el vaso de Aiden, quien parece aún no captar mi plan— Iré a hablar con Viktor, si a Herzog lo respalda Alessandro sé que puedo contar con él para que me ayude a sacar a Emily de allí.

—¿Y tú de verdad crees eso?

—Si, andando.

No lo creía. Viktor no lo haría al menos que sea por algo a cambio y sé exactamente lo que quiere y si tengo que hacerlo para rescatar a Emily lo haré.

El jet luego de unas horas aterrizó sobre la pista privada en el terreno de Viktor Sokolov. Aiden y Jacob no dejaban de dedicarse miradas entre sí y observarme esperando que les de alguna respuesta de lo que tenia planeado hacer, pero estoy seguro de que en el fondo se lo imaginan.

Acomodé mi camisa negra y mis gafas una vez que el cielo nublado de Moscú nos recibió. Y no solo fue el cielo sino también los pasos de Kira Sokolov por el piso de la pista haciendo sonar sus altos tacones que gracias a ellos estaba a mi estatura. Alisó su impecable traje Chanel color rosa mientras me dedicaba su típica sonrisa maliciosa, ella sabia por qué estaba aquí y también seguro escuchó las noticas de que Emily ahora estaba con los Herzog.

—Mala noticia lo de tu secretaria, cariño.

—Una lástima. —digo tajante y camino con ella tocando su espalda baja. Sabia que Jacob, Aiden y tres de mis hombres me seguían detrás.

El coche nos llevó hacia las puertas de la enorme mansión rusa de Viktor que, estoy seguro que es más grande que la de Vladimir Putin. Los tacones de la rubia eran lo único que se oía en la gigantesca mansión de el Boss mientras nos adentrábamos a la gran sala de estar donde Viktor hablaba con unos hombres y limpiaba uno de sus rifles. 

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