PARTE EXTRA: EL FUNERAL.

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Pd: No es necesario que la lean para continuar con la historia.

Narrador omnisciente.

El día estaba gris, como es normal en Hidden Woods. Los árboles se movían al ritmo del viento y un leve silbido se oía a lo lejos.

Los ojos de Emily estaban inyectados de sangre e hinchados del sufrimiento. Acomodó su vestido negro y se acomodó el cabello en una coleta, no necesitaba estar mejor que eso, solamente era un funeral. Ni siquiera se maquilló ¿Para qué?

Tocó la fotografía que estaba encajada en el borde del espejo. Una selfie que las tres se habían tomado en Helvete, la primera.

—Te voy a echar mucho de menos. —solloza tocando el rostro sonriente de Rosie en la foto.

—Nena. —la voz de Thomas ni siquiera la sorprendió. Lo vio a través del espejo. Tan guapo como siempre pero con ahora un traje negro de camisa oscura.— Es hora.

Se acerca por detrás tocando sus hombros con suavidad. Thomas se siente fatal, no puede ayudarla con su dolor, nadie puede.

—Prométeme algo. —volteó encontrándose con esos ojos oscuros como la noche viéndola con compasión— Prométeme que destruiremos a quien le ha hecho esto.

En cambio los ojos de Ganske sólo proyectaban ira y dolor. Ese tiro iba para ella, lo sabia, no había otra opción pero ya no importaba porque mataron a la persona equivocada y ella jura que pagará sea quien sea.

—Sea quien sea Thomas.

Él la observó fundiéndose en su tristeza. Odia verla así, odia que otra persona le haya hecho derramar siquiera una sola lágrima de sus hermosos ojos azules, esos que él tanto atesora cada vez que se va a dormir.

Sea quien sea, nena. —chocó su frente con la de ella sintiendo ese característico olor a vainilla que calma su cuerpo.

Era una promesa. Él es un hombre de palabra y si su fiera quería el puto mundo arder él se lo daría. Sus sentimientos son confusos, de hecho duda tenerlos pero solo sabe que ella es todo lo que necesita.

Unos minutos después el Mercedes estacionó justo a las afueras del pueblo donde se encontraba el cementerio. Aiden, Carly, Emily y Thomas bajaron.

La niebla aún ocupaba gran parte del suelo, los cuervos volaban parándose en distintas tumbas rotas, viejas y cubiertas de moho. Era el cementerio de una película de terror de los años ochenta.

Emily cerró los ojos odiando automáticamente el lugar donde el cuerpo de su amiga descansaría para siempre. Carly ni siquiera quería mirar, aferrada a la chaqueta de Aiden caminaba con los ojos hinchados y derramando cantidad de lágrimas.

El sacerdote del pueblo esperaba paciente con la biblia en la mano que las demás personas llegaran. Thomas tocó la espalda baja de su fuera que apretaba el pañuelo con su mano al ver el ataúd en alto esperando a ser enterrado.

—Cariño. —los brazos de Erica envolvieron el cuerpo de su hija, tan frágil y fría.

—Niña. —el señor Hernández tocó la cabeza de su hijastra con compasión y tristeza. Después de todo ahora era la única hija que le quedaba. Sabía que Roselle siempre lo sería, toda la vida estaría en su corazón.— Me gustaría que digas unas palabras, sé que Carly no está en condiciones.

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