Capítulo 40; Preparada (parte 1)

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31 de diciembre 2020

Tres días.

Tres miserables días sabiendo que mi hoyuelos estaba sufriendo por mí y yo no podía hacer nada para arreglarlo.

Me tenían vigilada día y noche, encerrada en mi cuarto como un vil prisionero.

Sin comunicación, sin conexión, sin compañía.

Solo mis pensamientos, yo y su camiseta, la cual no me la había quitado desde que había llegado.

Tampoco me había movido de la cama o aceptado algo de la comida que pasaban por la puerta de vez en cuando.

Estaba catatónica.

Catatónicamente miserable.

Me encontré extrañando su risa, necesitando su olor.

Aferré la camiseta entre mis dedos, atrayéndola a mi pecho, como si de alguna manera aquello me hiciera olvidar el hecho de que no era su piel a la que me estaba aferrando.

Como pude me levanté al baño, no quería ver mi estado así que ni siquiera me molesté en prender las luces.

Pero la luz de la luna que entraba por mi ventana alcanzó a iluminar el tul azul del vestido.

Del vestido que supuestamente llevaría puesto esa noche para la Mascarada de celebración de año nuevo en el ayuntamiento.

Estaba colgado en mi vestidor, cubierto del torso para abajo por la funda protectora negra. Di Maggio y yo habíamos comprado nuestros atuendos juntos para ir combinados.

Explícame otra vez porque demonios quieres que vayamos del mismo tono –le dije divertida al ver su rostro de desespero.

–Para que todos sepan que eres mía, guapa –dijo guiñando un ojo coquetamente.

Mis ojos se cristalizaron ante el recuerdo, ante mi ausente felicidad.

Me acerqué a la prenda a pasos lentos y abrí el cierre del protector lentamente, como si fuera un demonio que pudiera destrozarme en pedazos.

Una vez terminé de destaparlo, lo saqué con cuidado de no hacerle el más mínimo rasguño.

Quieres que me dé un infarto. No sé si me prende más el hecho de imaginar quitártelo o verte usándolo por toda la eternidad.

Pasé mis dedos por el escote corazón adornado con pequeñas plumas similares a las de un pavo real, tocando la tela que componía el corsé azul iridiscente, recordando como se sintió alrededor de mi torso cuando me lo probé la primera vez.

Sentí las capas del velo, que componían la falda, un tono menos intenso al del corsé. Recordando como él prometió entre bromas que sería lo primero que me quitaría al final de la noche.

Recordando nuestro reflejo en el espejo, él detrás de mí haciendo del único contacto entre los dos sus labios en mi cuello.

Cerré los ojos, como si aquello eliminara su mirada de mi memoria.

No me di el tiempo de pensarlo dos veces.

No podía permitir que sufriera más, no gracias a mí.

Tomé unos mallones negros y una sudadera del mismo color y me cambié, para después bajar las escaleras en dirección al sótano.

–Saliste –exclamó emocionado Baco mientras se levantaba del sillón de la sala.

–Voy a bajar.

Mi voz fría, cortante, igual que la de él hace tres días. Si ellos querían que fuera un robot, eso sería.

Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora