Capítulo 22; Daño colateral

106 26 3
                                    

Sábado

Caminé unos 20 minutos por la solitaria carretera hasta llegar al dinner, no estaba de humor para hablar con Dawson así que decidí llegar al trabajo por mi cuenta.

Me puse el uniforme y media hora antes de que empezara mi turno ya estaba tomando pedidos a los clientes. Era mejor que estar sumergida en el abismal silencio de la casa.

Después de desayunar mis hermanos se marcharon a Minnesota por un encargo que les pidió papá, lo que explicó el porqué de su inesperada visita. Me prometieron que regresarían al terminar mi turno en el dinner para ir a cenar, pero igual me entristecí al saber que no vinieron a visitarme.

Aunque debí imaginarlo.

Mis habilidades en patines habían mejorado impresionantemente desde que Di Maggio me había dado clases, por lo que se me hacía sencillo moverme de un lado a otro sin parecer un caballo recién nacido o un pollo sin cabeza.

No sé cómo lo logré, pero lo hice.

A las tres en punto el rubio apareció por la puerta dando pasos seguros hacia el mostrador en donde me encontraba.

Vestía un suéter delgado negro de cuello de tortuga que acentuaba su mandíbula definida, unos jeans del mismo color y una chaqueta café claro que lo hacía ver más rubio de lo que era.

–Hola, guapa –me saludó coqueto causando que yo rodara los ojos – ¿Qué haces?

–Iba a salir a tirar la basura, pero no creo que pueda cargarte hasta la esquina.

–Ayer era animal y hoy soy basura, veo que vuelves a tener tus problemas de actitud –bromeó.

–Solo cuando empiezas a hablar –contesté con una sonrisa falsa de oreja a oreja.

Las horas pasaron y como el dinner tenía mucha gente la conversación con hoyuelos no continuó hasta que el sol se estaba ocultando. El color del uniforme y los últimos rayos que sobresalían del clima nublado resaltaban el intenso brillo en sus ojos.

–Así que... ¿Les caí bien a tus hermanos? –preguntó tomándome desprevenida.

–La verdad no –me burlé de él.

–Pero si soy encantador –respondió inocentemente.

–No te ayudaste mucho, hoyuelos.

–No es mi culpa que tu hermano se haya puesto salvaje cuando me vio, normalmente solo tengo ese efecto en las chicas –se irguió con arrogancia.

Colocó el pedido de la mesa 6 en su bandeja y empezó a patinar fuera de la barra mientras yo rodaba los ojos y trataba de no reír.

–Y pensar que creí que ya no eras un idiota.

–¿En serio? –volteó con sorpresa casi tirando la comida que traía en la mano.

–No –me burlé de él lanzándole un trapo de cocina de la barra.

–Tu honestidad me fascina, guapa.

Supe que lo dijo sin ninguna intención oculta, pero aquello no evito que me sintiera mal, no evito que se me revolviera el estómago y me invadieran unas ganas intensas de vomitar.

Le di una sonrisa a boca cerrada y giré mi cabeza fingiendo que estaba poniendo atención a unos clientes que acababan de entrar.

Todo para no mirarlo a los ojos.

Todo para no mostrar absolutamente nada.

Sin saber que mi problema no sería sentir nada, sino sentir demás.



Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora