Capítulo 20; Karma

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Se colocó a un lado de mí sin decir nada y cruzó los brazos sobre su pecho. Evité hacer contacto visual y fijé mi mirada al número que indicaba el piso sobre las puertas, tamborileando los dedos al costado de mis piernas.

–Hola, linda.

–Hola –saludé cortante.

–¿No sabes quién soy? –rompió el silencio después de unos incómodos segundos.

Más de lo que creía.

–¿Debería saberlo? –contesté sin quitar la vista del número, causando que el chico de a lado frunciera el ceño, recordándome a hoyuelos.

–¿Eres nueva por aquí, Lizbeth? –pregunto con una sonrisa coqueta al mirar la placa con nombre en mi uniforme.

–Se podría decir que si –le sonreí siguiéndole el juego.

–Un placer conocerte, soy Will –extendió su mano con galantería – ¿Te conozco de algún lado? Tu cara se me hace familiar.

La única opción que me quedaba era seguirle el juego y rogar que fuera lo suficientemente distraído.

–Estoy bastante segura de que recordaría esos lindos ojos en cualquier lugar.

–Tienes razón, no hay forma de que no me reconocieras –dijo con arrogancia, y yo solo fingí una pequeña risa.

No tenía adjetivos para describirlo, y no de buena forma.

–¿Vas al piso 14? –preguntó curioso al ver el botón iluminado.

El chico sabía algo que yo no.

–Sí –contesté con simpleza.

–¿Por qué?

–En el último piso es la suite de la señora Rose ¿cierto? –pregunté.

–Solo Sofía puede hacer la suite de mi mamá.

Por eso estaba allí, era hijo Anne.

–Me pidió que la cubriera, se sentía un poco mal.

–¿En serio?

Presentí que algo estaba mal, me estaba cuestionando demasiado.

Los nervios me empezaron a ganar un poco y solo asentí con la cabeza tratando de mantener la calma mientras que una eternidad pasó antes de que el elevador abriera sus puertas en el piso.

–Nos vemos, nena –se despidió el pelinegro, yo me despedí coqueta y cuando quedé de espaldas rodé los ojos.

La tortura había acabado, ahora tenía que terminar por lo que vine. Vi a los lados por si había alguien más, pero estaba sola, y acerqué la tarjeta de acceso al lector de las puertas beige, abriéndola.

Voltee a ver mi celular. Siete minutos restantes.

A mi izquierda se encontraba una cama king size adornada con un edredón blanco y muchas almohadas, mientras que a mi derecha había una gran sala de piel negra con una mesa del centro y una chimenea de vidrio. Totalmente impecable al igual que su residente.

Avancé por la habitación y con el rabillo del ojo vislumbré su oficina. Miré alrededor, checando todos los cajones y cada lugar de almacenamiento posible.

Nada. No había nada. Absolutamente nada.

Aunque al ver la computadora noté que estaba desbloqueada.

Revisé mi celular, quedaban 4 minutos.

Saqué la USB y la inserté en la ranura del aparato, fui a los archivos y le di click a descargar todos. Mientras se pasaban los documentos revisé lo restante de la suite, desde las mesas de noche a un lado de su cama hasta debajo de los cojines de la sala.

Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora