Capítulo 19; Rubia platinada

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Hoyuelos no pareció muy sorprendido, por lo que di por hecho que él sabía de la relación de su hermano con Quinn, pero no del secreto de su padre.

No sabía que tenía una media hermana, ni que esa media hermana era a la rubia que su hermano estaba devorando como si no hubiera un mañana.

De ser así no estaría tan tranquilo, con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y los hombros relajados.

–¿Desde cuándo? –pregunté con un sabor amargo en la boca, el mismo sabor que me atormentaba al despertar de una pesadilla.

–¿Disculpa? –se removió incómodo quitando la mirada de su hermano y posándola en mis ojos.

–¿Desde cuándo tu hermano se está metiendo con Quinn? –interrogué sin rodeos tratando de eliminar mi amargura.

–¿Cómo sabes que es mi hermano? –esbozo una sonrisa burlona ignorando mi pregunta.

No lo pensé antes de decirlo, el hecho de que estuvieran cometiendo incesto frente a mis ojos era demasiado como para permitirme pensar.

–¿Acaso me has stalkeado? –preguntó abriendo los ojos con asombro.

–Tienen los mismos pómulos.

Ladeó un poco la cabeza y una sonrisa coqueta se extendió por su rostro mientras daba un paso hacía mi, inclinándose un poco.

–¿Te has fijado en mis pómulos?

–Resaltan cada vez que te comportas como un idiota –contesté ignorando el magnetismo de sus ojos.

En esa posición la luz rebotaba en las ventanas e iluminaba sus claras pupilas mientras que la playera negra que traía puesta resaltaba todos sus rasgos, desde su rostro perfilado hasta sus músculos bien dotados.

Era como si estuviera haciendo un hechizo y por unos segundos me logró atrapar, dejándome callada, aunque de alguna manera me logré resistir.

–Tienes esa manía de atacarme cada vez que coqueteo contigo.

–¿Coqueteas conmigo? –me hice la inocente, frunciendo el ceño.

–Ya deberías de saberlo.

–Nos vemos, hoyuelos –me despedí caminando hacia la salida, alejándome de su encantamiento.


Al llegar al estacionamiento ya estaba vacío y solo quedaban dos autos, el de Di Maggio y el de Dawson, quien me esperaba claramente desesperado.

Su pie se movía impacientemente contra el pavimento creando un ritmo constante acompañado de una cara no muy complacida.

–¿Se puede saber donde estabas? Te he estado esperando por media hora - resopló de furia.

–Estaba...

–Ni te molestes –soltó un bufido, interrumpiéndome, viendo a mis espaldas con disgusto, a Di Maggio supuse.

–Ya sabes que es mi trabajo, no sé por qué te molesta tanto.

–Olvídalo.

Manejamos hasta la casa con la intención de tomar la lista, sin embargo justo cuando estaba bajando del auto, empezó a hablar.

Nunca había entendido por qué tenía la manía de ser tan dramático, siempre creaba expectativa solo para que al final dijera lo que estuvo pensando todo ese tiempo que se quedó callado.

–¿Qué hacían tú y Perseo en la escuela sola?

–Lo usual, ya sabes, enrollarnos sobre las mesas del salón de arte –expresé levantando los hombros como si le restara importancia.

Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora