Capítulo 33; Valiente

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Me quedé en la cocina desde que llegué a la casa, mirando la calle por la ventana, procesando lo que había pasado.

Era como si estuviera en un limbo, como si mi mente quedara en blanco, totalmente vacía.

Me había dejado vacía.

Es lo malo de tener la sensación de que vuelas por las nubes al compás del viento, que una vez que contemplas la realidad, que una vez que el sueño se desvanece, el golpe termina siendo más fuerte de lo que pensabas.

¿Cómo había sido tan tonta?

¿Cómo demonios no me había dado cuenta?

Estuvo frente a mí todo este tiempo.

Pero yo estaba muy cegada para verlo.

Escuché el cerrojo de la puerta y unos pasos en mi dirección. No presté mucha atención a las primeras palabras que Dawson me dirigió, me tuvo que llamar dos veces para que me diera cuenta de su insistencia.

–Pecas... Pecas... –dijo, sacándome de mis pensamientos.

De su trance.

–Para regresar de estar con tu amor eterno estás muy depresiva –dijo en modo burlón, pero había algo diferente en él.

No era igual al tono que usaba siempre que me molestaba, era más bien algo despectivo.

Como si una parte de él disfrutara verme miserable, como si una cruel parte de él, se regodeara de mi mala suerte.

No pensaba quedarme ahí mientras él me miraba juzgonamente desde la obscuridad de la sala, a mi derecha.

Pero no me moví, ni quité la mirada fija al frente.

–Déjame adivinar –se fue acercando – ¿Te dijo que eras diferente a las demás? ¿Qué estaba completamente loco por ti? –alzó la voz, haciendo que su aliento golpeara mi mejilla.

Ahí entendí el por qué de su actitud hiriente. El olor a whiskey me estampó como un coche contra una pared a toda velocidad.

Me levanté y giré mi rostro, quedando frente a frente. Tenía los ojos rojos, cristalinos e inflamados, con las pupilas cerradas.

–¿O qué coño fue lo que a mí me falto para tenerte así? –preguntó lleno de odio.

Le sostuve la mirada, pero no le contesté.

–¿Acaso te desechó después de utilizarte al igual que a todas? –presionó cruelmente.

Sus palabras fueron como un golpe directo al estómago, me dejaron sin aire.

Me lo esperaría de alguien más, pero de él no. Y si de por sí ya me sentía bastante mal, me sentí peor.

Alcé la mano por instinto y antes de que pudiera pensarlo dos veces mi palma impactó fuertemente con el lateral de su rostro, causando un estruendo.

–Es él –solté inexpresivamente, mientras recogía mis cosas y observaba como apretaba su agarre en el mango de la botella media llena que llevaba en la mano.

Me mordí el interior del labio reprimiendo mi rabia al recordar sus palabras, porque no pensaba ponerme a discutir.

No tenía ganas, ni energías para hacerlo.

–¿Qué? –arrastró la palabra.

Repetí mi comentario y pude ver como le costó comprender por completo a lo que me estaba refiriendo.

Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora