Capítulo 9; Mapache drogado

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La pelinegra me llevó a casa al terminar la cita y cuando llegué Sean no dejó de sonreír, molestándome cuando le platiqué que me había postulado para un trabajo.

Hasta que le comenté que Di Maggio también se había postulado y su aura relajada se esfumó.

Me preguntó varias veces si Jade estaba de acuerdo con eso y como no lo había considerado contesté que solo era un trabajo.

–Te va a traer problemas, pecas –me advirtió recostándose en mi cama, con la espalda pegada a la cabecera.

–¿Por qué lo haría?

Salí del baño al terminar de ponerme la pijama y me acerqué hacia mi lado del colchón.

–Conozco a Jade, es algo temperamental. Créeme, no deberías haber tomado ese puesto.

–Aparte el jefe hace negocios el diner, nos puede ser de utilidad y no creo que pasé nada malo. Es un ganar, ganar.

Si tan solo hubiera sabido.


Desperté, incorporándome mientras tallaba mis ojos. Una vez que me levanté, noté una nota sobre mesa de noche, haciéndome saber que Dawson estaría con Mason y Luke, por lo que tendría la casa para mi sola.

Seríamos los documentos, micrófonos y yo por el resto del día.

Caminé a la cocina, donde me preparé un desayuno simple para no perder tiempo y reuní todo lo que necesitaba.

Comencé encendiendo el misterioso teléfono, dándole un trago a mi vaso, y al ver que tenía contraseña probé con la misma de su computadora, dejándome acceso a él.

Tardé alrededor de una hora en terminar de checarlo, solo para toparme con que no había nada interesante o inusual, algo raro porque nadie se toma el tiempo de esconder cosas, si no quiere que nadie vea lo que es.

Seguí buscando por todos lados y no había nada, ni fotos, ni contactos, ni mails, era una calle sin salida.

Me rendí, decidiendo que era mejor idea encender los micrófonos que coloqué en la casa del alcalde en caso de que pudiera escuchar algo.

También estuve varias horas atenta, pero lo más interesante de la tarde fue enterarme de que la sirvienta que me abrió la puerta el otro día tenía una aventura con uno de los guardaespaldas.

Al enterarme del tórrido romance, apagué los micrófonos y conecté la USB a mi computadora. Ingresé la misma contraseña de siempre, teniendo acceso a toda la información.

Ojeando las carpetas descargadas encontré lo que apremiaba mi atención, la lista de encargados. Eran un total de diez nombres, lo que nos dejaba con once sospechosos si contábamos al alcalde.

Sonreí a mis adentros y recuerdo haber llegado a pensar que eso del negocio familiar no era tan malo.

Que ilusa fui.


Como a las ocho de la noche llegó Sean y en cuanto cruzó la puerta, le pedí ayuda, ya que él siempre fue un genio con la tecnología.

Si el celular contenía alguna información importante, él sería el que la encontraría.

Lo conectó a la computadora y después de unos minutos, haciéndolo ver de la forma más sencilla posible, logró sacar el historial de llamadas del celular, dándonos tres diferentes números desconocidos.

El castaño se quedó viendo el celular por un rato más, analizándolo, y cuando noté que empezó emocionarse un poco, supe que había encontrado algo.

Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora