Capítulo 32; Culpa

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Eran alrededor de las nueve de la noche cuando la alerta de seguridad cesó y la escuela tuvo permiso de dejarnos ir a nuestras casas.

Habíamos estado ahí desde la cuarta hora de clase y la verdad no me importó, podría quedarme ahí miles de horas más.

En una burbuja.

Apoyando mi cabeza en el hombro de hoyuelos con su brazo rodeándome y atrayéndome hacía él. Aunque me quisiera quedar escondida en donde nada malo podría pasar.

Separada de mi realidad.

Después de lo que ocurrió en el pasillo sentía que estaba sin gravedad, como una astronauta pisando la luna por primera vez. Andando por lugares desconocidos, tratando de no pensar y dejándome llevar por la fuerza del universo.

Di Maggio y yo salimos caminando lado a lado, sonriendo ampliamente, como tontos ilusionados.

Al final eso fue lo que fuimos.

Un par con ilusiones que iban más allá de sus alcances, soñando con el espejismo perfecto de algo que nunca sucedería.

Porque eso es lo que suele causar el sentimiento al que nos gusta llamar amor. Te ciega, te ilusiona, te hechiza. Te hace olvidar que todo tiene un final.

Su brazo me rodeaba los hombros delicadamente, pero algo posesivo, como si quisiera mandar un mensaje de que no se nos acercaran.

De que no se me acercaran.

Las miradas curiosas de los compañeros nos acompañaban el paso, algunos con caras de emoción por tener algo que farfullar de boca en boca después de tanto estrés.

Era el nuevo chisme, yo era parte de él, y para mi suerte tenía más audiencia de la conveniente.

Justo lo que necesitaba.

–Todos nos miran –le susurré fingiendo estar abrumada por la atención.

Esto era un acto, me repetí, y yo era actriz la estelar.

–¿Acaso importa, guapa? –preguntó inclinándose de lado hacía mi –. En todo caso estarán igual de deslumbrados por tu belleza, al igual que yo.

Reí levemente.

–No te rías, es la verdad –movió mi mochila en su hombro acomodando el peso.

Me ruboricé sin pensarlo, sin siquiera darme cuenta.

Porque sabía que en ese momento, después de tantas horas, seguramente me veía terrible.

Y aun así su comentario causo que mi corazón latiera un poco más fuerte. Causó que una efímera sensación de armonía me saturase.

Interrumpida y encandilada por la culpa, dejando que lo que sentí y lo que sucedía a mi alrededor como cosas insignificantes en segundo plano.

Porque en el fondo él tenía razón, yo era una plaga, solo que no de la manera que él pensaba.

Yo era la que lo usaba.

Yo era la que mentía.

Yo era la mala de nuestro juego.

Y él... él era la buena persona dañada en el camino.

Culpa.

Otro sentimiento que no debía sentir y aun así lo hacía.

Pero algo que tenía que hacer, era lo que demostraría mi valor, y no saber lidiar con un sentimiento más no me iba a detener.

Miré alrededor, asegurándome de que todos nos vieran mientras caminaba aferrando al rubio con mi brazo alrededor de su cintura.

Una vez que cruzamos todo el estacionamiento, y toda la escuela se había enterado, incluso que los que no estuvieran ahí se enteraran por los chismes, busqué su auto no obstante no lo encontré.

–¿Dónde está tu jeep?

–¿No te dije? –preguntó sonriendo, mostrando sus perfectos dientes blancos, mientras metía una mano en su bolsillo delantero derecho.

Rebuscó un poco para después sacar unas llaves diferentes a las que conocía. Apretó el botón del centro, dándole click.

Ese maldito click.

–¿Decirme que?

Tuve el presentimiento de algo malo, pero decidí ignorarlo porque me seguía sintiendo en las nubes y en el cielo.

A pesar de la culpa, me seguía sintiendo invencible.

Los seguros de un coche sonaron cerca de nosotros, encendiendo las faroles delanteros de un auto a tres espacios de distancia.

Un Porsche rojo.

Pasé saliva a pesar de que se me dificulto. El peso del mundo se me vino encima y todo lo que acababa de experimentar, incluyendo la culpa, se esfumó en cuanto me di cuenta de lo que significaba.

Era el mismo coche de la noche del dinner.

La euforia, la calidez, la adrenalina, fueron remplazadas por un vacío. Un vacío sin fondo asumiendo lo que significaba.

El puñetero Porsche rojo sin placas.

El hombre misterioso con el que se peleaba Rose.

Me sentí traicionada aunque no tenía razón, porque en todo caso el traicionado debería de ser él. O tal vez los dos.

Yo era la que lo usaba, yo era la que mentía, yo era la mala del juego.

Pero al parecer puede haber dos villanos en la historia. Porque él también mentía, tan bien que nunca lo sospeché.

Y a pesar de eso, mi realidad se derrumbó igual de rápido como la nieve en una avalancha. Era como si hubiera arrasado con todo a su camino, atrapándome a la mitad de la montaña, completamente enterrada.

Asfixiada.

Inmóvil.

Y sin tener idea de como reaccionar.

Porque él era el culpable, y no solo por dejarme temblando cuando se perdía en mi mirada.

–¿No te gusta? –preguntó extrañado al ver que me había quedado sin palabras.

Me falló la respiración y esta vez no era por su proximidad.

–E...es... wow –me acomodé el cabello detrás de la oreja desviando mi mirada hacia el brillante rojo frente a mí –. Es impresionante –dije poniendo una sonrisa, tratando de que no se viera falsa.

Es impresionante le dije.

Sin estar muy segura de si me refería al ostentoso auto o a la facilidad con la que me había envuelto en el problema más grande de mi vida.

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NOTA; Ya pueden matarme por desvergonzada, no tengo ni como defenderme jijiji. Soy un desastre, se me fueron las cabras al monte y  no podía escribir nada.

Hablando de otras cosas, tengo muchos sentimientos mezclados con lo que acaba de pasar en este capítulo. Nuestro rubio siendo el ladrón, ¿Qué cosas no? La traición, la decepción hermano. Y Electra, compartimos tu dolor.

XOXO,

XimeFOchoa

XimeFOchoa

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Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora