Capítulo 3; Ser idiota esta de moda

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Mientras aguardaba por las maletas recibí un mensaje de Sean, diciendo que me estaba esperando en la entrada y solté un suspiro.

Todo se volvía real, estaba llegando a mi nueva realidad.

Lo único que calmaba mi terror era el hecho de que tendría a alguien conocido con quien estar.

Sean Dawson era el mejor amigo de Baco, por lo que lo conozco desde que tengo memoria. Trabajó para mi padre desde que cumplió quince y un año antes de ese día había sido enviado a una misión.

Algunos minutos después logré ver mis maletas en la banda y me acerqué ellas. Tomé la última de la banda y sin mirar hacia adelante giré para avanzar. Di dos pasos y cuando subí la mirada lo único logré ver fue un líquido espeso volando hacia mí.

Tanto mi cárdigan gris como mi sudadera negra se encontraron bañados en lo que parecía ser una mezcla de malteada de fresa y chocolate con crema batida.

Un rubio con hoyuelos, dueño de la malteada, me observó de arriba a abajo antes de dirigirme la palabra.

–Mira por donde caminas –resopló dándose la vuelta y siguiendo su camino.

Al parecer el chico no solo tenía era raro, sino también era un completo idiota. Ni siquiera se disculpó por arruinar mi ropa.

Caminé rápida y enojada con las maletas y mi bolsa en la mano. Al cruzar las puertas de vidrio busqué a Sean con la mirada, estaba recargando la espalda contra su Mustang 69 negro a unos autos de distancia.

–¿Quién demonios te vomito encima? –rio una vez que me acerqué.

–Lo que toda chica sueña con que le digan –contesté rodando los ojos.

El castaño lucía bastante bien, entrenar de la forma en la que lo hacía que sus abdominales se marcaran bajo su delgada camiseta blanca.

–Hace un año que no me ves y ¿así me saludas? –moví la cabeza de un lado a otro, sin creerlo.

–Es lo cualquiera haría, pequeña –contestó con una sonrisa de lado causando que hiciera una mueca de disgusto.

–Pequeña la tendrás tú –sonreí falsamente.

Sus grandes ojos resaltaban contra una chaqueta de cuero negra, la cual era del mismo tono que sus jeans rotos. Y su copete ondeaba con el viento como en una película dramática.

–¿Quieres averiguar? –propuso levantando las cejas de forma insinuante.

–Nadie querría Sean.

–Es bueno verte también, El –dijo entre risas subiendo mis maletas.

La hora de camino a Faribault fue horrible, la forma en la que Dawson manejó me hizo temer por mi vida.

Sin embargo llegamos al pueblo sanos y salvos. Con las secuelas de veinte mini ataques al corazón, pero seguía viva.

En menos de lo que pensé ya estábamos delante de la casa en la que él vivía y donde me quedaría el tiempo que la misión requiera.



–Creo que es hora de dormir pecas –dijo Sean levantándose del sillón unas horas después.

–No tengo sueño –reclamé como niña pequeña.

–Mañana hay escuela y con la diferencia horaria necesitas descansar.

–Bien –me rendí –. Mañana en la tarde me das el expediente –dije sin ganas imitando sus movimientos y dirigiéndome a la cocina por un vaso de agua.

Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora