Capítulo 40; Preparada (parte 2)

146 21 10
                                    

Un paso adelante del otro me dirigí a donde había dejado el coche, dos cuadras a la izquierda y una hacia atrás, aunque no llegué a recorrer la última cuando escuché un trote entre mis lloriqueos.

Pensé que lo habría imaginado, de no ser por los bufidos a mis espaldas en busca de aire, seguidos de su melodiosa voz cada vez más cerca.

–¿Y te vas? ¿Así sin más? –gritó haciendo que volteara a verlo.

–¿Qué otra cosa podría hacer?

Requería salir de ahí, requería que él se fuera de ahí.

Que se pusiera a salvo.

–Creo que merezco algo más, por lo menos una explica... –movió sus manos exasperadamente a sus costados.

–Mereces mucho más –lo interrumpí –siempre lo hiciste –me mordí el labio para aguantar las lágrimas –, pero yo... yo no te lo puedo dar.

La nieve empezó a caer, dejando caer delicados copos de nieve sobre mi sudadera, dándome estremecimientos.

Se quitó el saco del traje sin pensarlo y se acercó a mí, colocando la prenda sobre mis hombros, asegurándose de que estuviera bien.

Incliné mi cabeza para encontrar sus ojos viendo los míos con necesidad, esa misma necesidad que sentí al no tenerlo cerca.

–¿Cómo se te ocurre salir tan destapada en pleno invierno? –me regañó limpiando mi rostro lleno de sollozos.

–No estaba en mi lista de prioridades –dije riendo ante su comentario.

–¿Por qué no me hablaste después de que te deje? Creí que no te importaba.

Su mirada suplicante, haciéndome saber que mi respuesta definiría lo siguiente que pasaría.

No quería quejarme con él sobre mi familia, pero si mentía lo dañaría más.

–Me quitaron mi teléfono y me encerraron –admití bajando la mirada avergonzada.

–Cabrones –soltó enojado, levantando mi mentón delicadamente.

–Si, lo son. Por eso te tienes que ir.

Intenté alejarlo, pero tomó mis mejillas entre sus manos, haciéndome verlo a los ojos.

–Te dije que huir no bastaría conmigo, que cada vez que huirías iría tras de ti y te buscaría hasta encontrarte. Eso incluye no tener que huir cuando las cosas se ponen feas, no iré a ninguna parte si no es contigo ¿entiendes?

Asentí viendo la luz al final del camino, podríamos huir juntos.

Podríamos estar juntos.

Unió sus labios con los míos en un beso ansiado y tranquilo, demandante y tierno, romántico y lujurioso.

Coloqué mis brazos alrededor de su cuello y él me tomó de las caderas acercándonos el uno al otro.

Era milagroso como su cabello era tan suave, tan grácil, y como mientras pasaba mis dedos por él, pensaba que podría hacer aquello por una eternidad.

Una eternidad juntos.

Aunque si hubiera sabido que ese sería nuestro último beso hubiera retenido sus labios un poco más, aunque fuera tan solo un poco.

Hubiera tratado de memorizar como se sentía tener su lengua contra la mía, como se sentía los gemidos que soltaba contra mi boca.

Si hubiera sabido que ese sería nuestro último beso no hubiera permitido despegarnos por aire cuando lo necesitamos.

Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora