Capítulo 28; Necesitar

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Estaba parada sobre una verde pradera revestida con un leve rocío, el viento me calaba hasta el más pequeño de los huesos y el intenso gris de la nubes cubría el cielo.

Me encontraba aturdida, no entendía que hacía allí, en medio de la nada con tan mal tiempo.

Parecía como si un torbellino fuera a llegar, los lejanos árboles se movían con brusquedad y yo luchaba con mantenerme de pie mientras buscaba un lugar en donde refugiarme.

Al sentir que una gota cayó sobre el puente de mi nariz paré y levanté mi cabeza, las nubes se habían tornado a un tono rojo algo opaco, el tan solo verlas me causó un sobresalto.

El mismo líquido rojo que corre por las venas cayó sobre mí en forma de lluvia, cubriendo mi rostro por completo.

No me inmuté, al contrario, abrí los brazos recibiendo el fluido y me dejé bañar de sangre, gota por gota en medio de una desastrosa tormenta.

De pronto el pasto sobre el que estaba parada se sintió como fango, intenté caminar, pero era como si mis pies estuvieran estancados en arenas movedizas.

Por más que me esforcé, no logré nada, solo hundirme más.

La desesperación me recorrió de pies a cabeza, grité lo más fuerte que pude sin embargo estaba sola, al igual que siempre.

Me lo merecía.

El fango se convirtió en acuosidad haciendo que me llegara hasta el cuello, al principio pensé era agua, pero al ver que era del mismo color que las gotas que me cubrieron el rostro me espanté más.

Moví las piernas frenéticamente intentando mantenerme a flote, pero cada vez me iba hundiendo más. Era como si un imán me atrajera al fondo, jalándome con toda su potencia.

Una vez que ya estaba totalmente sumergida agarré impulso con los brazos, pataleé con más intensidad y hasta tragué un poco de sangre con tal de salir de ahí.

Pero nada sirvió, así que me rendí. Dejé que la atracción al fondo me llevara como el pez a la corriente, sin ninguna réplica.

Lo único que logré pensar antes de perder el conocimiento fue me ahogaría, que iba a morir ahogada en sangre y que nadie se enteraría.

Recuperé la conciencia en medio de un cuarto y tosí un poco vomitando sangre. Estaba sentada sobre una silla de madera y un reflector con una cegadora luz blanca sobre mí era lo único que iluminaba el lugar.

Tanto mis pies como mis manos estaban atados con una cuerda gruesa y por más que la forzara no cedía. De nuevo estaba atrapada.

Se escuchó un sonido a lo lejos, seguido de dos pares de pasos y mis sentidos de alerta se activaron inmediatamente.

Unos segundos después los tenía frente a mí. La primera persona permaneció fuera de la iluminación por lo que no pude identificarla, pero a la segunda la reconocería hasta en otra vida.

Era mi mamá.

Mi pulso se aceleró al verla, no solo porque la extrañaba sino también porque lucía igual o peor que yo. Vestía ropa roída por el tiempo y sus manos estaban atadas por el mismo material que las mías, la única diferencia era que las de ellas tenían heridas por debajo.

Profundas ojeras acompañaban su mirada perdida y su pelo era un conjunto de marañas.

Unas cuantas lágrimas de frustración y enojo empezaron a deslizarse por mis mejillas, tenía que hacer algo por ella. No podía dejarla así, en ese estado.

Empecé a zafar las cuerdas cuando la otra persona dio un paso al frente y entró en mi campo de visión.

Me quedé inmóvil y me empecé a sofocar.

Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora