Capítulo 7; Un juego puede ser de dos

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Domingo

El viernes la pasé aceptablemente bien con Quinn y Jade, fuimos a Toffee's Cafe, dimos un paseo por la calle central del pueblo y vimos películas en la casa de la pelinegra.

Fue tanto nuestro acoplamiento que me quedé a dormir todo el fin de semana y hasta ese domingo regresé a mi casa.

Aunque solo las conocía de una semana sentía que llevaba una vida con ellas, tal vez se debía a que antes de llegar al pueblo no me dejaban salir mucho de casa y tener amigas era algo nuevo.

Pero en ese tiempo no pensé en eso.

Apenas crucé la puerta de la casa un peculiar olor inundó mis narices, algo anormal en Dawson, el chico que se baña en la mañana y en la noche porque le disgusta dormir sucio.

–¡Dios santo! –grité cerrando la entrada con llave – ¿Qué demonios pasó aquí, Dawson?

No hubo respuesta.

Mientras más me acercaba el olor era más desagradable y para cuando llegué a la sala me encontré con algo que no me había imaginado, al parecer el castaño si tenía amigos y unos algo borrachos.

Había botellas vacías por todos lados, chorreando sobre la mesa, acostadas en los sillones, incluso una sobre el estante de la televisión.

Era un completo desorden, los cojines no estaban en su sitio, los muebles estaban mal acomodados y había una gran mancha de vómito en la alfombra blanca.

Me tapé la nariz y avancé un poco, causando que dos chicos desconocidos se hicieran visibles, un castaño claro y un pelinegro.

El primero estaba tirado a un costado de la mesa mientras que el otro descansaba boca arriba con baba cayendo por la esquina de los labios. Dawson estaba recostado en el sillón con una botella en la mano pegada al pecho.

–¿Me voy dos días y esto es lo que haces? –alcé un poco la voz.

–Mmm –gruñó –. No grites pecas –se quejó.

–¿Qué pasó aquí? Parece que una manada de animales salvajes vino a saquear la casa –comenté entre risas.

–Baja la voz, me duele la cabeza –murmuró el pelinegro agarrando un cojín del suelo y usándolo para cubrirse las orejas.

–¿Y tú eres? - pregunté al otro chico.

–El amor de tu vida, linda –contestó el castaño, quién levanto la mirada antes de hablar.

Su movimiento me hizo ver que tenía los ojos azules, obscuros como el mar, las cejas delgadas y las facciones demasiado toscas.

No era muy guapo, pero la fuerza de sus rasgos lo hacía atractivo.

–¡Oye! Aleja tus garras de ella, vaquero –dijo un bastante somnoliento Dawson, causando todos empezáramos a reír.

–¿Vaquero? ¿En serio, amigo? –el ojiazul prosiguió.

–Levántense y limpien todo este lío. Apesta desde la entrada –ordené.

–No es la única cosa que apesta, pecas.

Abrí los ojos indignada, no me había bañado en dos días sin embargo eso no significaba que oliera mal.

–Estás muerto, Lobito –dije con intención de que sus amigos escucharan su apodo y se burlaran de él, lo cual sucedió.

Los dejé atrás, yendo a la cocina por un vaso de agua y subiendo a ducharme. Unos veinte minutos después, salí del baño, me cepillé el cabello deliberadamente y me vestí con unos pants grises y un top blanco.

Colisión InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora