Capítulo 6

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Darien se encontraba mirando con desdén cada esquina del salón donde se realizaba la fiesta mientras sus padres le expresaban las razones por las que debería estar casado y no ser soltero. Siempre era lo mismo, su madre siempre intentaba comprometerlo con cada muchacha que había disponible. El chico aún no entendía como había mujeres que se dejaban hacer eso. A la gran parte de ellas les tocaba un hombre del que al final se enamoraban, pero al resto les tocaba la mala fortuna de que sus esposos fueran unos canallas con ellas dándoles un vida de sufrimiento a su lado. Lo único que a Darien le alegraba pensar era que quizás en los próximos años sus padres se olvidarían de comprometerlo por obligación y se podría casar por amor de verdad, porque de eso tenía que estar construido un matrimonio.

El pelinegro se giró para encarar a sus progenitores que aún le seguían inculcando el porqué era importante casarse y mostrar su hombría, así que nuevamente se sentó, colocó los codos en sus rodillas y entrelazo sus dedos y sobre estos sostenía su cabeza en señal de aburrimiento. Darien muy pocas veces daba su punto de vista ya que sabía perfectamente que formaría una discusión entre ellos y no era su mejor día para soportarlo.

Darien estaba arrepentido de asistir a esa fiesta, después de todo era una fiesta a la que él no quería ir porque seguramente su madre presumiría lo varonil era su hijo, pero dándole gusto aceptó ir pues algo en su interior le decía que tenía que presentarse esa noche.

Ese día llegó, se puso su traje más elegante para la ocasión y salió junto con su familia. Al llegar ahí se sintió extrañamente excluido, como un bicho raro, su madre se apartó de él para hablar con una de sus tantas amigas y al mismo tiempo una joven muy atractiva se acercó a el para iniciar una conversación.

—Hola, soy Michiru— saludó cortésmente la chica.

Al principio, la chica le pareció encantadora, pero luego, con el pasar de los minutos, ya la encontraba extraña, nunca en su vida había visto una mujer tan extravagante. No quiso prestarle atención así que con su mirada analizó todo el salón hasta observar a una chica que se escondía tras una planta, si no la hubiera visto esconderse pasaría totalmente desapercibida.

Con una disculpa, Darien se alejó de Michiru asegurándose de que esta no lo siguiera con la mirada.

Cuando llegó a la planta se encontró con una chica sentada detrás de ella, y por pura maldad la asustó provocando que Serena cayera, pero Darien la sostuvo a tiempo.

Darien quedó prendado a esos ojos color azul y a su largo cabello rubio que olía a lavanda, la curiosidad lo invadió y no pudo guardarse la pregunta —¿Por qué te escondes?— al no recibir respuesta de manera espontánea la invitó a bailar, pero tampoco respondía ¿sería muda?

De pronto de entre las plantas apareció su pequeño hermano Helios, y fue grande la sorpresa al saber que su hermano menor conocía a la extraña señorita. El niño terminó confesando que ella era la amiga que le quería mostrar y de la que tanto le había platicado últimamente.

Darien no era tan tonto para no darse cuenta de que ella se ponía nerviosa con la cercanía de él y eso muy en el fondo le alegraba, pero cayó de su nube tan rápido como subió, al escuchar las palabras de la joven invitando a Helios a bailar.

Sí, en momentos Darien odiaba a ese pequeño, tenía una suerte, estaba bailando torpemente con la hermosa señorita que acababa de conocer, y aunque no tenía idea de quién era no se preocupaba, pues ya le sacaría información a su hermano.

Después del caos ocasionado por la máquina de humo Darien y su familia se retiraron, pero durante el trayecto a su casa sus padres comentaban el espectáculo.

—Esa niña de vista parecía un encantó pero lo que hizo fue horrible. No me gustaría que Darien tuviera contacto con una mujer así— dijo Neherenia, la madre del joven, sin saber aún que a veces la lengua castiga de maneras malas.

La viuda negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora