Capítulo 7

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Al llegar a su casa, Darien compartió con su familia el incidente que Helios había tenido con Serena. Nadie pudo reprimir las risas por causa de un ahora avergonzado niño. El pequeño se maldijo por haberle contado a su hermano mayor su terrible conducta con la señorita. Lo más seguro es que ahora tendría que ir a su casa y explicarle los motivos por los que la había besado, aunque lo único que esperaba es que ella lo rechazara y no quisiera verlo más.

Helios no soportó más las risas de su familia y explotó en ira, caminó con pasos duros y se detuvo en la puerta que daba al pasillo, respiró con bastante profundidad y habló con calma, ya que el enojo era de personas toscas.

—Darien ¿a qué edad besaste a una mujer? Si no me equivoco fue hasta los doce— Helios se acomodó el cabello y continuó —Y yo a los siete— dijo dando los pasos que le faltaban para llegar a la escalera y comenzó a subir por ella.

Las risas de la familia se detuvieron de forma inmediata, y el hermano mayor comenzó a gruñir de rabia. Darien siempre le sacaba en cara que él era el mejor en todo, pero esta vez no. Helios había besado a una niña antes que su hermano y sin proponérselo, pero juró jamás volverlo a hacer ya que lo encontraba asqueroso y antihigiénico, según él. Lo único que le alegraba era la satisfacción de haber dejado sin palabras a su hermano. Eso sería algo que recordaría por el resto de su vida.

Al regresar a su casa Serena estiró los músculos de su cuerpo para una leve relajación, nunca se imaginó que esta semana sería de locos, si lo hubiera sabido se habría quedado en la cama durmiendo cual princesa esperando a su amado para rescatara con un beso de amor eterno —¡Bah! Ojalá existieran los príncipes y los besos de amor eterno— pensó Serena un poco avergonzada, pues no pudo evitar la imagen de Helios acercándosele a sus labios. Esa actitud había sido la muestra de cariño más tierna que había sentido en toda su vida.

Por su parte, en su domicilio, Darien estaba que echaba fuego por la boca contra su querido hermano menor. Él siempre le había ganado en todo lo que a su edad de siete años logró hacer, pero lo que Helios había hecho era un triunfo bastante importante para la existencia de un niño, pero lo peor llegó cuando escuchó a su madre decir que su pequeño ya mostraba su masculinidad. Darien jamás escuchó a su madre decir eso sobre él durante estos veinticuatro años de su vida, situación que lo hizo rabiar aún más.

Las horas pasaron y ambos hermanos se encontraban en la habitación del menor ya que el pelinegro había ido a buscar a Helios y arrastrándolo por el suelo lo llevó a su cuarto.

—Bien enano, este es el trato…

— ¡No, no y no! No acepto nada que venga de ti— interrumpió el pequeño —Aprende a perder en tu vida— le tiró veneno escondido en esa oración.

—No, escúchame que te conviene— el silencio del menor le dió pie para que continuara hablando —Sé que te gusta tu amiga Serena. Te propongo ayudarte para que logres conquistarla y tener tu cuento soñado.

—¿A cambio de que…?

—De tú alma— Darien comenzó a reírse —Es broma, se que te gusta, y bastante, y eso me ayudará a molestarte cuando yo quiera.

Darien se fue de la habitación de su hermano después de burlarse un poco de él, pues sabía que Helios de alguna manera estaba deslumbrado por Serena, lo notaba en sus ojos en el momento de hablar de ella, tenía la chispa del amor, esa que también el tuvo en algún momento de su pasado, aunque sabia que debía borrar esos recuerdos, ya no era bueno tenerlos en su mente, tenía que dejarlos ir, pero cómo si era imposible olvidarse de esa sensación de miles de cosas moviéndose en el estomago. Sin duda él amor era una sensación maravillosa pero letal a la vez.

Bajando las escaleras no se llevó una de las mejores sorpresas. Su madre que llevaba puesto su mejor vestido y su padre su mejor traje saludaban cortésmente a Setsuna y a su hija Michiru.

Su madre le envió una mirada con la que le dió a entender que tenía que subir e ir a cambiarse y traer a su hermano pequeño.

Darien subió rápidamente, entró sin llamar a la puerta de su hermano y le avisó lo que sucedía y se fue a cambiar de ropa. A los pocos minutos ya estaba listo para recibir sus visitas junto con su hermano.

La cena estaba lista y cada persona en su lugar. La conversación estuvo animada hasta que llegaron al postre, en donde Setsuna y Neherenia dieron una noticia.

—Darien, te encuentras comprometido— al nombrado se le calló la cuchara de la impresión y el tiempo pasó tan lento por su mente imaginándose su nueva vida de casado —Con Michiru— terminó la madre de ella. Darien miró a su madre y luego a la prometida sin poder creer lo que se venía encima.

La risueña Michiru junto con su abanico había rogado a su madre que la comprometiera con aquél muchacho. Desde el primer momento en que lo había visto en la fiesta del pueblo, lo había deseado solo para ella. Setsuna se reunió con la señora Chiba e insistió tanto hasta que logró convencerla del compromiso de ambos jóvenes. Con esto, Setsuna mataría dos pájaros de una sola pedrada; su hija tendría esposo y de bono extra le ganaría a su amiga rival.

—¡No me pienso casar!— Darien se levantó molesto de su asiento y se dispuso a irse pero su madre lo detuvo.

—Darien, querido ¡Tú te casarás porque yo lo digo!— Con un tono cariñoso pero autoritario, Neherenia hizo que su hijo se volviera a la mesa y se sentara —Ya que tú no conseguirás por tu propia cuenta una prometida— concluyó la mujer.

El ojinegro la interrumpió, respiró una vez, dos, tres veces y contó hasta diez y comenzó hablar de una manera muy amable —No me podré casar con esta linda señorita, ya que estoy comprometido, se los iba a decir pronto pero teniendo en cuenta el momento sera necesario decirlo ahora.

—¿A sí…? ¿Con quién, yerno? Dinos ¿Quién será la afortunada jovencita que se convertirá en tu esposa?— preguntó Setsuna de forma suspicaz para atrapar al joven en su propia mentira.

Darien sin dudarlo contesto con bastante seguridad.

—Estoy comprometido con...

La viuda negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora