Capítulo 22

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Desde aquél muelle en el que Serena se encontraba, aún se podía ver una enorme nube de humo saliendo de su antiguo hogar.

—Tal vez encuentren el cuerpo de aquella mujer y piensen que es el mío. Ojalá que así sea, esta es la oportunidad perfecta para empezar de cero, aunque tendré que olvidar a las personas que más quiero— dijo con un poco de confusión y tristeza, pues aunque realmente deseaba alejarse de todo lo que tanto sufrimiento le había traído, no quería lastimar a sus seres más queridos.

Por otro lado, también estaba presente la carta que Diamante había alcanzado a entregarle. Ella no quería marcharse aún, y menos sabiendo que poseía una información muy importante para el futuro de Darien y de ese matrimonio que no debía realizar, o más bien, que no podría.

¿Qué tenía que hacer? De verdad estaba tan confundida.

—¡Serena!— gritó Diamante, que a lo lejos la había alcanzado a distinguir —¡Serena no te vayas! Baja de ahí o te bajaré yo mismo— amenazó el hombre al observar a su amiga ya abordo del transporte que había elegido.

Quizás era algo del destino o una simple coincidencia, pero la presencia de Diamante la había hecho tomar una decisión.

Sin más qué pensar, Serena sujetó sus cosas y bajó del barco en el que momentos más tarde zarparía hacia otro continente.

—¡Maldita sea! ¿En qué pensabas al quemar tu casa?— Gritó su amigo de la infancia —Toda tu familia está llorando, piensan que moriste.

—Lo sé— afirmó mientras le entregaba la carta en la que se encontraba la explicación del cadáver encontrado en su casa. Tanto Esmeralda como Diamante la leyeron y se sorprendieron pero no dijeron nada.

—En las almohadas había unos parásitos que le chupaban la sangre a mis esposos, eran muy grandes, por eso su muerte era rápida y sin señales de nada.

—¿Cómo nunca te diste cuenta? ¡Eso es muy extraño!— preguntó Esmeralda, aun sorprendida.

—Antes de que consumáramos el matrimonio yo me encerraba en el baño para prepararme, pero se me iba la noción del tiempo. Cuando salía tenían un pulso muy bajo o ya estaban muertos.

Ninguno podía creer la historia que contaba Serena, era como salida de un cuento de terror.

—Esos bichos se encuentras en las plumas de los animales, por eso llegaron ahí— dijo Serena con un poco de dificultad pues tanto su mente como su cuerpo ya no tenían la fuerza para resistir algo más, se le notaba muy cansada, así que Diamante tuvo una idea para que ella pasará una noche tranquila.

—Iremos a mi casa, luego pensaremos que haremos.

Por otra parte, todo el pueblo supo sobre el accidente y la muerte de Serena, pero nadie sabía el motivo por el que se había quemado viva y comenzaban hacer especulaciones y con eso se crearon rumores que se volvieron incontrolables.

Los Tsukino que lamentaban la partida de ella, tampoco entendían ese acto de locura. Por primera vez hicieron caso omiso a los rumores que se formaban alrededor de ellos y de la hija a la que tanto amaron sin saber expresárselo.

Los Chiba no se veian tan afectados a excepción de Helios, que lloraba desconsoladamente en los brazos de su madre. En tanto, Darien no lloró pero sus ojos se opacaron y una profunda tristeza inundó su alma, situación que fue notada por Rei.

Ya se estaba haciendo tarde y todos decidieron irse a sus casas. Ya en ellas, la hora de la cena pasó tan callada y lúgubre porque nadie tenía nada que contar ni tampoco ánimos para decir algo.

Todos se fueron a dormir excepto la prometida de Darien y la madre de este y comenzaron una charla trivial para romper ese silencio que se había formado hace unos minutos atrás. Una duda asaltaba la mente de Rei y sin esperar más soltó una pregunta para que esta fuera respondida.

—¿Por qué odiaba a Serena?— una pregunta que tomó inesperada a Neherenia. Pensándolo muy bien, no era que ella la odiara si no al contrario, la estimaba un poco, llegó a conocer un poco sobre ella mientras estuvo comprometida con Darien y se dió cuenta de que era una joven muy agradable, pero los rumores que se formaban alrededor de Serena la hacían desconfiar.

—No, no la odio. Como sabes a ella le decían Viuda Negra, ya que sus esposos morían casi inmediatamente. Nunca le tomé mucha importancia pues era algo que realmente no me interesaba, pero cuando mi Darien, en aquella fiesta, puso sus ojos en Serena me preocupe, él es mi primer hijo y tenía miedo de que corriera con la misma suerte que muchos otros hombres habían tenido— ahora que ella lo pensaba detalladamente, era absurdo tenerle odio a esa jovencita —No me alegra su muerte, ya que estuvo a punto de ser mi nuera, y realmente la estimé, aunque fue por poco tiempo, yo creo que ella en el fondo era una buena jovencita— terminó de hablar la mujer mayor, quizás si la hubiera conocido en otras circunstancias y no en esos cuchicheos de calle, la habría podido aceptar como parte de su familia. Después de todo, no era tan mala la elección que Darien había hecho para su futuro.

Ahora a todos los atormentaba el remordimiento de conciencia y el dolor de saber que siempre la habían despreciado y la habían señalado sin siquiera preocuparse por sus sentimientos.

Serena no había tenido mayor pecado que el del infortunio de su eterna viudez, y haber hecho siempre la voluntad de sus padres por sobre los verdaderos deseos de ella misma.

Sin duda, esa había sido su condena.

La viuda negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora