Capítulo 13

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Serena despertó lentamente, esperando que la sorpresa de anoche no se volviera a repetir en la mañana. Ella pensaba que todo había sido un sueño, y aunque el solo hecho de recordarlo la hacía muy feliz su orgullo no la dejaría aceptarlo.

Serena se levantó, mientras caminaba al baño tomó una toalla, abrió la llave de su bañera, echó algunas esencias olor a lavanda dentro de ella y esperó a que se llenara. Tan pronto como etuvo lista, se metió lentamente a la tibia agua y sus músculos se relajaron al instante y todas sus preocupaciones se fueron por unos segundos, aunque como un rayo, tan fugaz, llegó el recuerdo de su pequeño amigo y su crema.

—Helios, esta vez me las pagarás— replicó la joven y volvió a su labor de extraer todo el sudor que su cuerpo había expulsado la noche anterior.

Del otro lado del pueblo, Darien aun seguía dormido, hasta que su hermanito lo despertó abalanzándose encima de él y haciéndole miles de preguntas —¿Qué le hiciste? ¿De qué hablaron? ¿Cómo reaccionó? ¿Se perdonaron? ¿Reanudarán el compromiso? ¿Se confesaro su amor?

—Enano, lárgate. Necesito dormir, no ocurrió nada— mintió Darien. El pequeño sabía perfectamente que su hermano había llegado a muy altas horas de la noche como para que él dijera que no había pasado nada, pero ya averiguaría, al fin todo se sabe a su momento.

Serena terminó de ducharse y ya estaba vestida y arreglada para tomar su desayuno.

—Si no fuera por esta vieja momia quizás nuestra relación estaría de maravilla— no pudo evitar pensar en voz alta —Pero soy una tonta por hacerle caso. Diablos, pero también si nos hubiéramos casado quizá Darien hubiera muerto— se reprochó Serena llorando por tan cruel maldición que la acompañaba, pues aunque todos pensaban que ella era quien asesinaba a sus esposos, la realidad era que fallecían de manera inexplicable apenas entraban a la habitación principal.

Al salir de su habitación no pudo evitar detenerse a mirar aquella puerta de color negro en donde ocultaba sus peores miedos y en donde había comenzado todo su tormento, y siguió su camino, ya no tenía caso llorar, no podía volver el tiempo atrás. Serena sabía perfectamente desde el preciso momento en que le pidió a Diamante que buscara a Rei que su compromiso estaba roto, sólo era cuestión de esperar la llegada de ella para que su cuento color de rosa se tornara gris y terminara. De pronto a la mente de Serena llegó el pensamiento de que tal vez lo mejor era decirle a Darien lo que realmente sentía por él, aunque su razón y su conciencia le recordaron que estaban de por medio los sentimientos de su ahora prometido Seiya y los de Rei y ella no podía ser egoísta. No deseaba dañar a terceros, y no sería justo para ellos.

Darien se encontraba recorriendo los jardines de su casa cuando la voz de Rei interrumpió sus pensamientos
—¡Hasta que te encuentro! ¿Sabes algo? ¡Te amo!— habló mientras se quedaba se su brazo con bastante emoción y  posó sus labios justo frente a los del él esperando un beso como respuesta, pero Darien no tuvo reacción alguna.

—¡Hola Rei! Discúlpame pero quiero estar solo. Necesito pensar— dijo Darien y se alejó de ella, pues no quería a nadie cerca para poder buscar algunas respuestas en su mente.

Darien se dirigió a su habitación y este se recostó algunos minutos en su cama, se llevó sus manos para taparse sus ojos negros y solo pensaba, aún no se podía sacar aquel beso con Serena de la mente, en ese momento se sintió en el mismísimo cielo pero su caída fue brusca, pues sus pensamientos fueron interrumpidos por Rei que le traía el desayuno. Darien pudo notar que estaba un tanto extraña, pero antes de que ella se fuera él la sujetó de la mano y la abrazó, intentando imaginar que era Serena.

—¿Qué te ocurre?— le preguntó Darien.

—Necesitamos hablar— sentenció ella finalizando el abrazo y saliendo de la habitación de su prometido. Darien salió tras ella para poder aclarar la situacion. Ambos caminaron tomados de la mano por un bosque donde los rayos de luz se filtraban por los pequeños lugares donde no había hojas dándole al lugar un ambiente lleno de romanticismo.

Llegaron a un río, ambos se sentaron muy cerca el uno del otro y guardaron silencio. Sólo se escuchaba el agua chocar contra las rocas, el croar de las ranas, el viento que golpeaba las ramas y las hojas cayendo. Oían la naturaleza en general.

De pronto, Rei rompió el silencio —Sé que estuviste con ella anoche. Debería estar enojada pero no, te conozco, demasiado bien y sé que la amas, pero ¿entonces por qué te comprometiste conmigo? Sé que eres un hombre de palabra y te casarás conmigo de todas formas, pero también sé que tú no te querías casar con Michiru y que aunque ames a Serena, ella está comprometida con otro.

Cada palabra que ella decía era cierta y Darien las sentía como puñaladas que se merecía por ser tan cobarde y estúpido. En ese momento tenía a una mujer maravillosa a su lado a la que no amaba, y entendió perfectamente que la felicidad no estaba hecha para él. Aunque quizás con el tiempo él se enamoraría de ella como lo hizo de Serena

—Me casare contigo y te seré fiel. Te lo prometo— replicó Darien de una manera muy segura. No quería lastimarla y no se lo merecía.

Con esas palabras, Darien estaba cerrando toda posibilidad de volver con Serena, casarse con ella, ser feliz y tener un amor puro y sobretodo, sincero.

La viuda negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora