Capitulo 10

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Ya habían pasado algunos meses desde que Darien y Serena habían anunciado su compromiso, convivían el uno con el otro, pero aún esquivaban la pregunta de la fecha del matrimonio.

Por su parte, Helios aún no comprendía el por qué su hermano había elegido a Serena para terminar con la presión de su madre si conocía a muchas mujeres más, y aún menos entendía el por qué ella lo había aceptado ¿Acaso Serena estaba enamorada de verdad?

Él no era un niño al que le gustara escuchar conversaciones pero después de oír una charla que Darien había tenido con sus padres, en donde mencionó que solo había tenido un amor y que Serena no significaba nada para él, sentía que tenía la obligación de contarle a Serena lo que sucedía. Por eso una noche logró escaparse para intentar hablar con ella y contarle lo que había escuchado, aunque Serena ni siquiera se sorprendió y con una voz suave y tierna lo calmó.

—Ya lo sé pequeño, y ya me estoy encargando de eso. Muy pronto dejaremos de ser familia— dijo ella acariciándole la cabellera al niño.

—¿Por qué dijiste que sí? Si ya conocías su pasado ¿Por qué aceptaste casarte con él?— preguntó Helios con lágrimas en los ojos intentando que su voz no se quebrara.

—No lo sé, sólo vi que tú hermano me necesitaba, además, llegó en un momento en el que a mí también me hacía mucha falta— respondió ella tomando un sorbo de su bebida.

Serena le dió una sonrisa que lo calmó completamente, pero en el fondo ella no podía estar tranquila, no desde lo que le había contado la vieja Setsuna.

Esa misma noche comprendió que su corazón se rompería poco a poco y eso era algo que no quería, pues todos los meses que había estado con Darien sintió algo que jamás había sentido con otra persona y por primera vez tenía miedo.

Los meses siguieron su curso hasta que un día, Serena se encontraba en la iglesia rezando como lo hacía hace varias semanas atrás. Las grandes bancas estaban vacías con la excepción de la que tenía frente a ella.

Serena se arrodilló y le murmuró a un hombre que se encontraba en la banca de enfrente.

—¿Y bien?— dijo ella poniendo sus manos en forma de plegaria para que no se notara que estaban hablando.

—Está listo, pronto estará aquí ¿Estás ansiosa?— respondió aquél misterioso caballero.

—No, lo que quiero es que sea rápido y sin dolor para mí— dijo Serena levantándose y dejando al hombre.

—Tú sabes que te dolerá— pensó el hombre antes de retirarse también del sagrado lugar.

Mientras tanto Darien llegó a casa de Serena, quien la esperó de una manera no tan feliz. Desde hace algunas semanas atrás su prometida salía a la iglesia pero demoraba más de lo habitual, lo cual le tenía preocupado de cierto modo. Una idea no grata se le cruzaba por su mente pero sabía perfectamente que ella era incapaz de serle infiel.

—¿En donde diablos se meterá todo ese tiempo?— pensaba Darien.

Serena por fin llegó a su despacho y su prometido con una cara no muy feliz la recibió.

Ella se sentó y se acarició la sien, miró el gran cuadro de su primer esposo y la pequeña inscripción que había en este. Eso siempre la animaba en cierta forma.

—Darien, será mejor que te vayas— suspiró débilmente —Necesito descansar.

Darien notaba que luego de las salidas llegaba muy cansada y siempre intentaba esquivarlo de alguna u otra manera.

—Bien— fue todo lo que dijo antes de abrir la puerta —recuerda que nos casaremos pronto— dijo el pelinegro dejando sola a su prometida.

—Eso nunca va a pasar— murmuró ella en voz baja.

Esa misma noche aquel caballero misterioso de la iglesia llegó a casa de Serena y comenzaron a dialogar mientras tomaban un vaso de licor, ya que eran íntimos amigos, su nombre era Diamante. Era un hombre que se dedicaba a viajar por el mundo pues no podía estar amarrado a ningún lugar aunque una vez alguien casi logra que se quedara en su ciudad natal. Se había enamorado hasta las manos de una hermosa chica, pero se decepcionó cuando había ido a buscarla para pedirle un noviazgo serio, pues descubrió por las malas lenguas, que ella se había ido con otro hombre, situacion que lo llevó a convertirse en detective privado. Serena, que lo conocía muy bien, sabía a lo que se dedicaba su amigo y por eso le pidió el pequeño favor de buscar a una mujer que ella necesitaba.

Al calor de la plática ambos se pasaron de copas y su cordura no estaba en el mejor estado, así que sus personalidades más guardadas comenzaron a salir a flote, lo que la volvió una noche de locos.

A la mañana siguiente, ambos amigos seguían durmiendo en el despacho de Serena apoyados uno en el otro.

Darien que se había ido un poco preocupado el día anterior por el estado de Serena fue a visitarla para avisarle que la fecha del matrimonio había sido fijada por su familia.

Serena despertó girándose un poco para separarse unos centímetros de Diamante, pero él se corrió para abrazarla nuevamente.

Darien se encontraba afuera de la casa esperando que alguien le abriera la puerta.

Serena se giró nuevamente haciendo que ella y Diamante se miraran cara a cara.

Darien entró y comenzó a caminar hacia el despacho de Serena.

Diamante se acercó un poco más a Serena mientras la desnuda pierna de ella descansaba sobre la pierna del joven.

Darien entró al despacho y se encontró con la imagen de ambos jóvenes en una situación un poco incomoda, algo dentro de él se revolvió y sintió una ganas de gritar y golpear al hombre que estaba al lado de ella pero se desquitó con la puerta haciéndola retumbar contra el marco.

Ambos se levantaron tan rápido que se cayeron y sus cabezas estallaron de dolor por el duro sonido.

Ella se puso pálida al ver a su prometido en la entrada y comenzó a reír, los efectos del alcohol aún estaban presentes, mientras que Diamante tenía un ataque de hipo ignorando al invitado.

—¿Qué significa esto?— gritó Darien con tanta rabia que su cara se tornó de color rojo

—Darien, silencio— replicó Serena.

—¿Silencio?— suspiró Darien —Ayer casi me echaste a patadas de tu casa y ahora estás con este tipo— inmediatamente todas las piezas se conectaron y entendió todo, era obvio que aquel hombre que se encontraba sentado con hipo era el amante de Serena y lo más probable es que se juntaran en las tardes y eso de ir a la iglesia fuera mentira, una vil mentira.

—Tenías que haberme dicho que no querías casarte conmigo. Si eso es lo que deseas, te libero. Nuestro compromiso está roto— la voz de Darien se quebró pero Serena no lo notó, aunque esa frase la dejó paralizada y su orgullo se rompió.

—¡Bien, me alegro! ¿Sabes por qué? ¡Porque nuestro compromiso terminó cuando supe lo que pasó!— gritó fuertemente asustando a Diamante quien escuchaba silenciosamente a la pareja.

—¿De qué diablos hablas?

—De tú pasado, de Rei, tu verdadero y único amor…

Esas palabras a Darien le calleron como balde de agua fría y recordó lo que había ocurrido en su infancia:

Unos pequeños jugaban felizmente sin preocupación alguna hasta que la pequeña le contó algo a su amigo.

—Darien, me iré.

La pequeña comenzó a llorar y el niño la abrazó para tranquilizarla y le susurró al odio —Cuando sea grande yo te buscare y te casarás conmigo ¿de acuerdo?

—"Serás mi único amor"— dijo Serena a Darien citando la última frase que le había dicho a la pequeña antes de irse.

—¿Quién te dijo eso?

—No importa, cumple tu promesa y cásate con ella que conmigo lo más seguro es que te hubieras muerto— y recogiendo sus cosas ella y Diamante salieron del despacho.

Darien por primera vez en su vida quiso llorar de verdad y Serena solo quería sumergirse en sus sueños y jamás despertar.

Ambos comprendieron en ese instante que se habían enamorado el uno del otro, pero su orgullo no los dejaría estar juntos jamás.

La viuda negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora