Capítulo 21

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Un gran incendio se podía ver desde los distintos puntos del pueblo, y todos en él sabían de quién era la casa que se quemaba; la más apartada de todas, el hogar de la viuda negra.

Tan pronto como Helios volvió de la fallida ceremonia matrimonial, le contó a su hermano el espectáculo ocurrido en la iglesia. Darien sintió una alegría inmensa por dentro al saber que Serena no se había casado, por una parte quería gritar, bailar y sacar esa euforia de regocijo, pero por otro lado, el pequeño también le había contado que Serena había salido realmente mal de la iglesia, así que Darien pensó que lo mejor seria ir a visitarla para apoyarla anímicamente.

Justo cuando ambos hermanos estaban poniéndose de acuerdo, los fuertes gritos de Neherenia hicieron que tanto Darien como Helios le prestaran atención. Al lado de la madre de los muchachos venia Rei con una cara de seriedad.

—¡La casa de Serena se está quemando!— gritó la madre de Darien con espanto, a lo que de forma inmediata, toda la familia Chiba salió corriendo en la dirección de la nombrada.

Las llamas ya habían consumido la mayor parte de la casa y ya era un caso perdido apagarlas. Los empleados que habían sido los primeros en divisar el incendio se dirigieron de regreso hacia el lugar pero no encontraron a la dueña.

Los curiosos comenzaron a llegar poco a poco, tanto Darien como Helios tenían las manos atadas ya que no podían ser de mucha ayuda, al igual que la familia de Serena. Los minutos pasaron y el fuego se calmó cada vez más, hasta extinguirse consumiendo en su totalidad lo que hace minutos era una enorme finca.

Uno de los empleados fue el primero en atreverse a revisar el lugar en cenizas, pero lo que encontró lo dejó impactado, había un esqueleto humano con la quijada completamente abierta. El  hombre, con un chiflido llamó a sus compañeros y todos se encontraron con la horrible escena.

—Es ella— dijo uno con tristeza y lágrimas en los ojos.

—¡Qué terrible! Cuando volvió de la iglesia estaba como loca, incluso la escuché decir que lo único que se merecía era la muerte— rompió en llanto una de las sirvientas y debido al inmenso cariño que le tenían se hacía más difícil comunicarle a los familiares la muerte de Serena Tsukino.

Diamante, por otro lado quiso acompañar a su amiga Serena cuando salió corriendo de la iglesia, pero había sido detenido por Esmeralda argumentando que lo mejor era dejarla sola para que pudiera aclarar su mente, y sin protestar él obedeció. Aunque al ver el humo salir de casa de su gran amiga salió corriendo en dirección al lugar.

Cuando Diamante llegó y las llamas se apagaron, contempló que todos los empleados de Serena se reunían alrededor de algo en particular. Su vista no era muy privilegiada ya que todos intentaban ponerse adelante para ver qué ocurría.

Sin nada qué poder hacer, el más grande amigo de Serena se colocó al lado de la familia Tsukino que en sus miradas mostraban intranquilidad y tristeza. A paso lento, un empleado se acercó al padre de Serena y con voz baja le susurró al oído —Encontramos el cuerpo de la señorita— y en ese momento todos lloraron por la pérdida de la miembro de la familia.

Diamante alcanzó escuchar todo y sólo atinó a tomar la mano de Esmeralda e irse del lugar.

—¿A dónde vamos?— preguntó la mujer continuando su camino hacia el bosque.

—A buscar Serena— tal respuesta la sorprendió bastante, pero sabía que debía estar para él en todo momento.

Diamante en el fondo de su ser sabia que Serena no podía estar muerta pues no era lo suficientemente cobarde como para matarse, aunque sí para escapar a otras tierras sin decirle a nadie.

Esmeralda asintió con la cabeza y ambos tomados de la mano continuaron su camino.

Diamante estaba en lo cierto pues Serena con algunas maletas se encontraba en el muelle en espera de  que un barco zarpara hacia cualquier lugar lejano en el que pudiera comenzar una nueva vida, lejos de críticas y costumbres sociales, un lugar en el que nadie la conociera, y por lo tanto, nadie la juzgara.

Entendía el daño que provocaría en su familia y en el pequeño Helios, pero era algo que tendría que sacrificar si quería ser feliz.

La joven portaba un abrigo largo para poder cubrirse lo poco que había quedado del vestido de novia, y con sus manos apretaba una carta que había encontrado escondida tras el cuadro de su primer esposo, y se dispuso a leerla:

"Para Serena.

Cuando leas esto, ya sabrás por qué tus maridos mueren, cuando termines de leer esta carta espero que me perdones y entiendas por qué lo hice.

Antes de ti, ya había estado casado pero nadie sabía nada, por eso me fue fácil ocultarlo. Desde aquí comenzó mi infierno.

A mi primera esposa, la amé con todo el corazón, cuando me casé me sentí el hombre más feliz de la tierra, aún puedo recordar ese bello momento en el que ella entró a la iglesia con su velo cubriéndole el rostro y me podía imaginar la cara de embobado que yo tenía.

Me hizo tan feliz al darme el sí, que quería gritar, en ese momento estaba llenó de felicidad. Esa felicidad no me dejó ver lo mal que estaba ella. Fuí un torpe, cada día ella perdía el brillo en sus ojos, su piel se ponía pálida y su sonrisa se perdía con el paso del tiempo hasta que ella ya no se podía levantar de la cama, su muerte fue misteriosa, no tenia marcas de muerte ni nada.

Tenía miedo de que me culparan, así que hice algo terrible, la enterré en la casa, por eso siempre en el patio hay unas flores hermosas y siempre me gustaba estar ahí ¿Recuerdas que pasaba horas mirando ese lugar? Bueno ahí está la tumba de ella.

Cuando averigüé por qué murió, comencé a buscar información y encontré historias reales de personas a quienes les había ocurrido lo mismo. Esos parásitos se encuentran en las plumas de los animales y los matan lentamente y sin dejar rastro porque les van chupando la sangre, y estaban en las plumas de ganso que tenían las almohadas.

¿Sabes por qué la puerta de la habitación principal la pinte de negro? Porque encontraba que cada vez que entraba ahí sentía que esas eran las puertas del infierno.

Mi infierno eran esos malditos bichos.

Muchas veces me intente matar, para estar junto a ella, pero era demasiado cobarde para hacerlo, así que pensé que si moría de igual manera hiba a ser menos doloroso, pero cada día que hiba para allá no sentía nada.

Esta carta te le escribo antes de que nos casemos y en ella me despido de ti, eres una persona muy linda e inteligente. Créeme cuando te digo que sólo uno te merece y será ahí cuando descubras esta carta o descubras a esos malditos parásitos porque harás hasta lo imposible para saber de que murieron tus esposos y encontrar así tú felicidad.

Me puedes llamar adivino pero sé que después de mi, habrán más hombres para ti, pero como ya te dije sólo uno sobrevivirá y será el que merezca tu amor.

Querida Serena, espero que tomes una sabia decisión. Yo se que lo harás, por eso fue que te elegí para que fueras mi esposa, porque en tu mirada no vi ni una pizca de avaricia, por eso te dejo todos mis bienes y sé que los sabrás ocupar con sumo cuidado.

Discúlpame por todas las penas que tuviste que pasar.

Me despido de ti con todo cariño."

La viuda negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora