Capítulo 8

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Capítulo 8

12 de abril, 2015

Cuando era pequeña, mis dos momentos preferidos de la semana eran ir a mis clases de guitarra y la comida familiar de los domingos en la casa de mis abuelos. Amaba ver la mesa ocupada por mis primos, tíos y a veces algún familiar lejano que venía de visita. Era infaltable, no había domingo en el que no nos reuniésemos. Siempre mi familia llegaría primero así ayudábamos a mi abuela a preparar la comida mientras que mis tíos junto con mis primos haría su aparición más tarde trayendo el postre. Mi madre y la abuela Mary se enfrascarían en conversaciones mientras se cuentan todo lo que han hecho durante la semana mientras que mis hermanos y yo prepararíamos la mesa con el abuelo Ronald escuchando algunas de sus tantas historias sobre su vida. Llegarían mis primos y entonces los niños nos iríamos a una mesa aparte para poder hablar de lo que quisiéramos sin interrupciones de los adultos. Comeríamos y al terminar nos quedaríamos por horas conversando hasta que alguno decida qué es lo suficiente tarde como para irse.

Eso seguiría pasando si no se hubiese ido todo a la mierda.

A mis dieciséis años me entere que mi abuela, mi ejemplo a seguir, padecía cáncer, más precisamente leucemia. Para toda la familia fue un gran golpe de realidad, estábamos devastados. Cuando me dieron la noticia sentí que fue una patada directa a mi corazón. Era apenas una adolescente, mi hermana era aún más pequeña pero todos lográbamos entender a la perfección lo que estaba sucediendo. Y así comenzaron las sesiones de quimioterapia, las visitas continuas al hospital, internaciones, festividades reunidos en el hospital para no dejarla sola, dormir todos los días con el miedo de que nos llamen y recibir la noticia que nadie quería que llegase.

Al poco tiempo ya no podía caminar por su cuenta, debimos poner barras por toda la casa para que ella se sostuviera al caminar. Recuerdo entrar a su casa en una de mis visitas diarias con mi madre y encontrarla en el suelo casi desvanecida. No podía hacer casi nada por sí misma. Fue de los peores momentos de mi vida sin dudas.

Un año y dos accidentes cardiovasculares bastaron para terminar con su vida. Año en el que el Alzheimer de mi abuelo empeoro notablemente. Durante un año y seis meses mis hermanos y yo cuidamos de mi abuelo todos los días y durante todo el día. Es muy duro darte cuenta de que tu abuelo, la persona que admiras, el que te contaba historias y te regalaba chocolates ya no se acuerda de ti. Es aún más duro verlo luchar contra su mente cuando le preguntas algo y se esfuerza en recordar pero no lo logra. Pero más duro aun es ver como su mente se deteriora más y más, y tú no puedes hacer nada.

—Hola abuelo —lo saludo cuando lo veo sentado jugando a las cartas.

Levanta su cabeza y me ve. Sus ojos se llenan de lágrimas y en su rostro se forma una sonrisa.

—¡Mi niña! —se acerca a abrazarme y le correspondo.

Sé que solo me reconoce porque lo he llamado abuelo, pero no le doy vueltas a eso ahora.

—¿Cómo estás?

—Muy bien, como siempre. ¿Y tú?

—También —le respondo—. Traje algo para ti.

Me mira expectante invitándome a seguir. Amo ver esa emoción en sus ojos.

Saco el pastel de su envoltura y escucho su risa que me hace sonreír a mí también.

—¿Cómo sabes que es mi pastel preferido? —Pregunta—. Luz, ¿me traerías un cuchillo para cortar el pastel por favor?

Quisiera decirle que lo sé porque me lo ha repetido muchísimas veces. Quisiera decirle que lo he visto comer este pastel con devoción durante muchos años de mi vida. Quisiera decirle que nos conocemos más de lo que él recuerda. Pero no lo hago, no debo hacerlo.

La Melodía Mas Bonita (Terminada EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora