Veintiuno

8.1K 941 188
                                    

La puerta de la habitación se abrió, la luz del pasillo iluminó los rostros de los chicos que ocupaban la cama. Los tres dormían plácidamente pues aún eran las 5 de la mañana y el sol ni siquiera estaba comenzando a salir.
Los tres estaban abrazados de una forma tan apretada que era difícil distinguir dónde empezaba uno y terminaba el otro, TaeHyung se encontraba en el centro, siendo casi aplastado por los cuerpos de los más jóvenes. HyoJin se acercó en silencio y dio un par de toquecitos en la mejilla del híbrido para despertarlo.

— Vístete, alguien vino por ti —le explicó en voz baja a un JiMin que apenas y comprendía qué estaba sucediendo a su alrededor.

— ¿Quién es? —obedeció y salió de la cama para ponerse la misma ropa que el día anterior con demasiada torpeza. Al parecer recién levantado era demasiado bobo, no parecía recordar que la única otra persona que conocía ahí era HoSeok.

— Es una sorpresa, corazón. Te esperan en la sala —dijo divertida como último comentario antes de dejarlo terminar de arreglarse. Pensó en que el menor en cualquier momento podría auto secuestrarse por no prestar la atención necesaria.

Un par de minutos después salió arrastrando los pies y se encontró con un energético HoSeok esperando por el con una taza de café que le ofreció la mujer. El pelirrojo se apuró a abrazarlo apenas entró a la sala y le tendió una chamarra gruesa que lo protegería del frío matutino. JiMin espabiló apenas el contrario le dijo que era porque andarían a caballo.
Se despidieron de HyoJin con la promesa de volver más tarde.

— ¿Por qué tan temprano? —preguntó el híbrido mientras el viento golpeaba su rostro por la velocidad del caballo.

— Porque me vas a ayudar con las vacas —explicó bajando un poco más el gorrito de JiMin para cubrirlo mejor del frío—. Te voy a enseñar a ordeñarlas, luego las sacaremos a pastar. Cuando acabemos, te invito a desayunar.

La emoción de JiMin hizo sonreír al mayor. Supuso que le gustaría, pero, no tanto como para agradecerle una y otra vez con alegría. Llevaron a la yegua dentro de su espacio en el establo y le entregó un par de cubetas de aluminio al menor y él agarró dos banquitos de madera, los dejó al costado del animal, dejando a JiMin cerca de él para que viera lo que hacía. Escuchaba los ruiditos de sorpresa del menor cada que tiraba de las ubres y un chorro de leche caía en la cubeta metálica, el menor acariciaba la piel de la vaca con cariño. Le pidió que se acercara más, lo dejó en el banco que él estaba y se arrodillo a su lado para enseñarle, JiMin estaba emocionado, amaba todas las cosas que hacía mientras estaba en la granja, adoraría vivir ahí por el resto de su vida. Todo era tan pacífico, el suave viento lo arrullaba todo el tiempo y el olor cambiante de la naturaleza lo sumía en un estado de calma profunda; adoraba las tareas que tenía que cumplir a horas específicas, manteniendo una rutina que le daba seguridad, en un lugar con pocas personas donde no temía todo el tiempo. Desearía no marcharse nunca, pero si eso significaba alejarse de sus mayores, estaba dispuesto a olvidarlo por completo. Nada sería nunca tan valioso como para sustituir a los dos chicos que cuidaban de él.
Cuando terminaron con las otras tres vacas, llevaron las cubetas a la entrada del establo y vaciaron el contenido en tres lecheras que eran casi tan largas como la pierna de JiMin, subieron dos lecheras a la caja de la camioneta pick-up y una la llevaron a la entrada de la casa y luego regresaron al establo.

— Mira esto —le dijo al híbrido mientras abría todas las puertas de cada espacio de las vacas y salían. Dejó salir un largo silbido con una tonada simple. Pronto los animales comenzaron a salir formados, sorprendiendo al menor—. Hay que dejarlas pastar casi todo el día.

Entraron a la casa, JiMin suspiró por el agradable cambio de temperatura a uno completamente más cálido. El sol apenas se asomaba por el horizonte y sentía que había hecho un montón de cosas. Se sentó en la mesa con la abuela de HoSeok ya con el desayuno en la mesa, esperaban al pelirrojo que fue corriendo a cambiar su camiseta al cuarto porque de pronto le dio mucho calor por llevar una de manga larga. El anciano miraba con seriedad a JiMin, quien se sintió intimidado por la dureza de su gesto, todas sus arrugas le daban un aspecto más severo y sus ojos inexpresivos helaban su sangre. No mentiría, el señor le daba miedo. No lo esperaría de alguien que familia de alguien que con un gesto tan dulce como el de HoSeok.

Our hybrid ||VKookMin||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora