23- Una noche para nosotros/ Parte 2

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No sé cómo me deje convencer, pero aquí estamos; frente a un estudio de tatuajes.

—Esta cerrado—digo lo obvio—. No hay manera de que nos atiendan a esta hora.

—Conozco al dueño, tu no te preocupes—contesta con su típica y sexy sonrisa.

Saca su celular y llama a alguien, pero por lo visto le desvían la llamada.

—Te lo dijeee...

Rueda sus ojos. Estoy por insistir para que nos vayamos cuando abren una puerta al otro lado y sale un hombre alto; de musculatura ancha, lleno de tatuajes y un pircing en la ceja. Parece estar en sus treinta, pero no me puedo tomar en serio su fachada de hombre rudo con el pijama de polar a rayas que trae puesto.

—¡Sebas! —saluda con un grito—. Joder, hombre, cuanto tiempo.

Ambos se abrazan y palmean sus hombros, yo me quedo a un lado esperando que me presente. Cuando se separan, Sebastián pasa un brazo por mis hombros y me pega a él.

—Danny, ella es Dahlia...—me mira y sonríe—. Una amiga....

Su mirada me pone nerviosa y al ver la sonrisa que pone Danny, creo que me sonrojo. Aun así, sonrío y extiendo mi mano para saludarlo; pero me sorprendo cuando este me estruja en un fuerte y cálido abrazo.

—Es un placer, linda—se ríe y me suelta, miro a Sebastián y el solo encoge sus hombros, sonriendo—. Ahora entremos. Joder...hace frío aquí afuera.

Sebastián toma mi mano y seguimos a Danny. El local está bien equipado, las paredes llenas de diseños o fotos de trabajos realizados. Hay un par de sofás y una mesa de centro con algunas revistas de motos, tatuajes o cosas por el estilo. Danny nos lleva hasta una sala donde tiene una de esas camillas especiales para tatuar y nos deja solos.

Al estar aquí dentro, me doy cuenta de que todo esto es real... Y entro en pánico.

¿Qué estoy haciendo?

Suelto la mano de Sebastián y ante su mirada, solo niego.

—Preciosa... No voy a presionarte—silencio de mi parte—, pero si tengo que decirte que, si esto algo que siempre has querido, no lo pospongas... Si sigues esperando a que llegue el momento indicado, se te va a pasar la vida.

—Ni siquiera sé que tatuarme...—murmuro—. Un tatuaje es para siempre, no puedo hacerlo y ya. Tengo que pensarlo...

Asiente, pensativo.

—¿Qué hay de tu hija?

—¿Qué tiene que ver mi hija? —mi pregunta sale a la defensiva.

Resopla.

En los brazos de otro [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora