8. Axel

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La oficina de su padre era para el pequeño Axel el último lugar de la casa en el que le gustaría entrar. Allí el atareado hombre de negocios permanecería encerrado la mayor parte del día, haciendo  llamadas a todo el mundo para asegurarse de que sus contratos de compra-venta y sus inversiones marcharan viento en popa.

El niño decidió armarse de valor y llamó a la puerta con suavidad antes de asomarse. Un mal momento: George Byron discutía acaloradamente en su inglés con acento australiano con uno de sus socios acerca del daño ambiental que provocaría la creación de una mina en un país sudamericano.

- Mira, Brown, si nos importara las repercusiones que tendrá la extracción en la mina sobre los bosques y los ríos cercanos no abriríamos el proyecto en primer lugar… Espera un momento. ¿Quiere algo tu madre, hijo?

George había cubierto el auricular con la palma de la mano derecha y miraba con atención a su hijo, en espera de un recado. Tenía el tic de pasar su lengua sobre el grueso bigote. Sería un hombre hermoso sino fuera por el constante ceño fruncido y las arrugas que denotaban una vida de estrés y excesos. Sus ojos avellana estaban clavados en el niño, que tragó antes de hablar:

- No, papá. Te traigo mi boleta de calificaciones-quiso sonar animado-. He obtenido una puntuación perfecta en todas ellas. Los maestros de equitación y de piano también me han felicitado por mi avanc…

- ¡Hijo, hijo!-lo interrumpió el padre con un ademán de la mano y un tono exasperado-. Encuentro maravillosos tus logros, pero ese tipo de noticias las discutimos en las reuniones familiares de los jueves a las 8.

- Sí, papá-se armó de valor el niño-, sólo que hace dos semanas que no tenemos la reunión familiar porque mamá y tú han tenido mucho trabajo.

- Mira, Axel. En ocasiones se deben hacer sacrificios por el bien común. ¿Entiendes? El trabajo de millones de personas están en mis manos y justo en este momento que te invierto preciosos minutos, la bolsa se desploma, perdemos lugar en el mercado y nos quedamos en la calle

El niño bajó la vista a sus zapatos negros. Traía puesto el uniforme del colegio compuesto de traje azul marino, camisa blanca y corbata a rayas rojas y blancas. El Colegio Liddell era de gran prestigio y no cualquiera hubiera podido costearlo para sus hijos.

- Sacar calificaciones sobresalientes es tu obligación-agregó George Byron con ese colmillo que utilizaba para los negocios-. Hacer las cosas bien no es algo por lo que debas recibir una alabanza siempre. Es un deber. Yo no espero que ninguno de estos –el padre agitó el auricular ahogando una maldición-individuos me agradezca por llevar comida a su mesa. Así que te pido vayas a tu cuarto a hacer la comida y ya hablaremos de la recompensa por tus calificaciones en la junta.

El padre reanudó su trabajo y despidió al niño con un gesto de su mano derecha como si espantara moscas.

- Si es que hay reunión esta semana-suspiró el niño recargado en la puerta de la oficina una vez cerrada.

No tenía caso ir a molestar a su madre en su oficina. Su situación no sería muy diferente. Cuando la culpa les carcomiera un poquito la conciencia, mandarían comprar algún aparato electrónico o juego caro para el niño.

Como cada vez que se repetía este episodio, Axel iría a la puerta de la gran mansión de sus padres en Sydney y se sentaría en la larga escalinata a contemplar el jardín inmaculado que los jardineros se esmeraban en cuidar pero que nadie se tomaba la molestia de admirar, excepto el niño en sus momentos de desánimo y soledad.

La perfección era su deber, su obligación: el yugo que le habían colocado sus padres. Axel miró al cielo de la tarde. Varias nubes avanzaban del norte formando cúmulos. El reporte del tiempo había pronosticado lluvia. Axel tembló sólo de pensarlo. Nunca le había confesado a nadie que le aterrorizaban las tormentas eléctricas. Su padre o su madre lo habrían mandado a dormir sin cenar con una buena regañina si les confesaba su gran temor. Axel tenía que ser lo demasiado inteligente o perfecto para sentir miedo.  

Espejo Místico y lo que dejó una devastadora Guerra MundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora