6. Gibrán

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- Dime Leo, ¿por qué crees que no para de llover?

- El cielo debe estar emocionado, Gibrán…

Los dos hermanos da Specchio se encontraban en la playa de Barcelona charlando del clima al resguardo de la lluvia, con un poco de tedio por no sacar el máximo potencial del lugar gracias a las cascadas celestiales que no parecían dar señas de llegar a su fin. Ya hace varios días que llovía sin descanso, no sólo en España, sino en todo el mundo.

    Leonardo llegó a Madrid el primero de marzo, y quedó de encontrarse con su hermano en el aeropuerto a la hora indicada. No tuvieron ningún problema en reconocerse. Leonardo se llevó una gran sorpresa al ver a su hermanito de cinco años como lo recordaba en las postales de Navidad convertido en un joven que portaba unos pantalones de mezclilla, botas, una playera deslavada y una mochila negra al hombro. Gibrán era apenas un colegial a pesar de la barba que bien le hacía la competencia a la de Leo. Gibrán tenía la piel morena, el cabello de un rubio oscuro casi negro, una amalgama del color de su padre y su madre,  largo como lo usaría John Lennon en sus buenos tiempos.

La mirada de Gibrán estaba llena de decisiones tomadas desde tiempos inmemoriales: ojos verdes como los de Adamo, como los suyos propios. Los dos hermanos se presentaron como si fueran dos extraños. Silencio incómodo. Ambos confesaron que era su primera vez en Madrid y decidieron recorrer cada centímetro de “la madre patria” a fin de romper el hielo. En eso, Gibrán notó que algo en su mochila vibraba violentamente y, al abrirla, sacó una brújula dorada. En ese momento empezó a llover, una llovizna leve de esas de breve duración.

Gibrán hablaba perfecto italiano. Le explicó a Leo que aprendió lo básico con su papá y lo siguió estudiando después de que éste se marchara a los Estados Unidos sin explicación. La madre de Gibrán murió poco tiempo después de la partida, y él fue a parar a la casa de sus padrinos hasta que pudo independizarse y vivir en la casa que era de su madre y que le pertenecía por derecho.

El joven de casi 18 años decidió tomarse un año sabático y recorrer el mundo. Lo primero que quería hacer en ese tiempo era conocer a su medio hermano italiano que había oído nombrar alguna vez y del que sólo había visto una foto en el estudio de Adamo. A Gibrán le inquietaba la foto enmarcada de ese muchacho con su cabello ensortijado y mirada serena, taciturno hasta la médula pero con una misteriosa sonrisa, única e irrepetible. 

En el primer establecimiento al que entraron para comer algo, Gibrán le mostró a Leo la brújula y un libro, “el libro de los seres imaginarios” de Jorge Luis Borges, una primera edición en español en muy buen estado a pesar del tiempo. Eran precisamente los dos objetos que llevaba Adamo da Specchio en su maleta al salir de Florencia y lo único que les quedaba a los dos hermanos de su padre. La flecha de la brújula en lugar de buscar el norte giraba rápidamente, señalando primero a Leonardo, deteniéndose por algunos segundos para acto seguido señalar a Gibrán, en un eterno vaivén.

- ¿Crees que esté descompuesta? –preguntó Leo.

- No, siempre que la abro me señala a mí, pero ahora veo que también reacciona contigo.

Leonardo tomó el libro y como no entendía el español le preguntó a su hermano de que trataba.

- Es sólo un pequeño compendio de criaturas mágicas, tú sabes: sirenas, dragones, unicornios. Tiene ilustraciones muy bonitas y es una investigación muy completa. Aun así, no entiendo por qué era tan especial para papá.   

A pesar de ser tan diferentes, los dos hermanos no tardaron en llevarse bien y a conocerse tan íntimamente como si fueran siameses. Gibrán conquistó a las españolas con su personalidad tan chabacana: lugar al que entraban no perdía oportunidad de coquetear con meseras, recepcionistas y clientas. Leo, aunque más excéntrico y reservado, pronto se contagió de los ánimos de su hermano de comerse el mundo, practicó español y ambos se divertían imitando el acento madrileño, soltando varios “joder” mientras andaban por la calle.

Espejo Místico y lo que dejó una devastadora Guerra MundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora