7. Yamato

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Toda la familia Kusanagi se encontraba celebrando el Hanami en el parque Ueno de Tokio ese 28 de marzo. La compañía Kusanagi ha reservado uno de los mejores lugares para hacer el picnic. El padre, la madre y los dos hijos observaban los cerezos en flor, esos bellos pétalos que caían con parsimonia, como un símbolo del inicio de una nueva vida y la belleza de la naturaleza misma. La pequeña Sekai de siete años se entretenía recogiendo florecitas de Sakura para trenzarlas y hacerse pulseras para ella, su familia y los trabajadores de su padre.

Yamato, su hermano mayor de 10 años, escuchaba atentamente las anécdotas de los Yakuza. Sus brillantes ojos rojos observaban atentamente al hombre que contaba sus valientes peleas con bandos contrarios, un japonés de cabello largo sentado en el suelo y vestido elegantemente con un traje sastre que dejaba ver una semiautomática colgando del cinto de su pantalón. Los hombres bebían alegremente cerveza y algunos de ellos, como el hombre de cabello largo, sentían ya la desinhibición que provoca el alcohol. Había varias geishas entre los hombres, complaciéndolos, sirviendo el té, la cerveza y aperitivos. Algunas tocaban música de shamisen o jugueteaban con los invitados usando máscaras de kitsune o zorro.

Sekai colocó un collar de sakuras en el cuello de su madre y ésta le alabó. La niña se acercó a su hermano para ponerle una pulsera en la muñeca. El niño la empujó, ordenándole que guarde silencio y que vaya con su madre, pues no debe escuchar la plática de adultos. El hombre de cabello largo interrumpió su historia, soltó una risa burlona y comentó animado:

- ¡Hey! ¡Miren a nuestro pequeño jefe Yakuza que no le gusta ser molestado mientras preside la reunión! ¿No es gracioso?

Los otros hombres rieron pero el viejo Kusanagi, jefe de la Corporación, sólo se limitó a mirar la escena. Una geisha joven de unos 20 años que atendía al hombre de cabello largo le dijo al chico:

- ¡Qué lindo es el pequeño amo!

- ¡Tranquila, Mariko-chan! Tú estás aquí para entretenerme. Los niños deben ganar su lugar en el grupo – la reprendió con severidad el hombre.

- Disculpe, Yoshida-sama- respondió Mariko-chan en un tono inocentón- ¡Pero mire qué hermoso es el niño, y esos ojos rojos tan brillantes como rubíes que tiene!

La geisha soltó una risa tonta y ocultó su rostro sonrojado con una máscara de Kitsune. El niño respondió con seriedad, como lo haría Cristo en el templo:

- ¡Soy lo suficiente mayor y mi deber es estar en los negocios de mi padre!

El hombre soltó una estruendosa y socarrona carcajada, dio un gran trago acabando con lo que quedaba de su botella de alcohol, la aventó lejos sobre la hierba y se puso en pie.

- ¡Levántate, mocoso!

El niño se puso en pie sin dejar de ver a Yoshida. Nadie reía ya al ver al hombre alcoholizado amenazando al hijo del jefe. Mariko estaba petrificada y Yoshida le arrancó la máscara de las manos.

- ¡Juguemos, mocoso! – declaró Yoshida poniéndose la máscara de zorro. 

- ¡Yoshida!- advirtió severamente el viejo Kusanagi. El hombre de cabello largo no le prestó atención y sólo contestó burlándose:

- ¿Yoshida? ¡Yo sólo soy un zorro que tomé la forma de este hombre para divertirme y robarme esos dos ojos rojos como piedras preciosas para dárselos a mi amada!

Yoshida empezó a brincar imitando a un zorro por todo el círculo donde los hombres se encontraban y tropezó con uno, cayendo los dos al suelo.

- ¡Maldito Yoshida, has bebido demasiado! – le gritó el hombre con el que chocó mientras se levantaba.

Espejo Místico y lo que dejó una devastadora Guerra MundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora