Espejo Místico y lo que dejó una devastadora Guerra Mundial

20. Espejo Místico

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Con sus primeros rayos, el sol del 4 de diciembre teñía el panorama de un color rojizo, parecido a la sangre. Las 1000 bombas atómicas habían destruido cerca del 60% de las construcciones humanas y los hábitats naturales con su flora y su fauna; estamos hablando de bosques, estepas, praderas, desiertos, pantanos, sabanas africanas, montañas, valles, ríos, lagos y otros cuerpos acuáticos que dejaron de existir. Además, volcanes activos e inactivos hicieron erupción debido a los movimientos tectónicos, lo cual dejó al planeta todavía más inestable.

De los billones de habitantes a nivel mundial, millones en su mayoría mujeres, niños y ancianos, murieron víctimas de la peste conocida coloquialmente como "depresión fulminante". Otros millones encontraron la muerte en las inundaciones provocadas por la llamada lluvia eterna. Otro enorme porcentaje de seres humanos murió en los campos de concentración. No pasa desapercibida esa innumerable masa de soldados caídos en el campo de batalla o huyendo de él durante "el éxodo universal". De esa ya mermada raza humana, sólo un pequeño remanente pudo sobrevivir a las mil bombas atómicas. Pareciera que los Cuatro Jinetes del Apocalipsis se repartieran el botín y los despojos y decidieran quién debía morir y cómo.

Muchos se preguntarán dónde estaba la Corporación Sisyphus y su líder, el enigmático Adamo da Specchio, mientras acontecían estos trágicos acontecimientos. Bien, Sisyphus Corp., como una bestia dormida que hiberna en el invierno, permaneció apartada en una isla, con sus principales jefes del corporativo, socios, empleados, familiares de éstos y otras personas influyentes, esperando que los trágicos augurios se cumplieran para así emerger entre los escombros, después de que el mundo se hubiese devorado y destruido a sí mismo.

¿Siegfried y Leonardo pudieron contarse entre los sobrevivientes? Al momento de la explosión, ambos se escondieron bajo la cama y se cubrieron los oídos para que la explosión no reventara sus tímpanos.

Varias horas de explosiones se sucedieron acompañadas de tsunamis en gran parte de las costas del mundo. Penté no fue la excepción. Una gigantesca ola barrió con los barcos de los miserables pescadores, llevándose el mar su sustento de vida. El centro de la ciudad quedó arrasado por las olas. Lo único que se salvó del pueblo fue la blanca iglesia en la colina más alta, refugio a la mayoría de la población, y la pequeña florería de dos pisos, propiedad de la señora Yan. Misteriosamente, ese edificio fue el único que se sostuvo en pie a pesar de las fuertes corrientes de agua que arrastraban materia inerte y seres vivos por igual. Muchos se preguntaron el inexplicable respeto del agua por ese pequeño recinto.

Leonardo y Siegfried permanecieron ocultos el resto de la madrugada de. 4 de diciembre en esa habitación, su refugio, sin moverse, sin abrir los ojos, rodeados del temor a las explosiones, a las enfermedades, a los ataques terroristas, al mismo mar que días pasados se mostraba bello e imponente pero que hoy extendía sus tentáculos líquidos para reclamar lo que no es suyo.

Leonardo y Siegfried no podían dejar de preguntarse el uno al otro si se sentían bien. Se reconfortaban con la idea de que sus seres queridos estarían a salvo, pues aunque Adamo da Specchio fuera un padre ausente, no permitiría que nada, ni una devastadora guerra mundial, se interpusiera en sus planes o le arrebatara a su familia. Entonces, ¿por qué dejó morir a sus dos esposas? ¿Por qué no se había molestado en buscar a Leonardo y llevarlo a un lugar seguro? Leonardo se afligía y se desesperaba pensando en su hermano, en Josette y en sus amigos inmiscuidos en los planes de Sisyphus y que podrían estar muertos al haber fracasado éstos. Siegfried adivinaba la consternación de Leo como si él mismo la sintiera. Para animarlo lo tomaba del hombro y le aseguraba que todos estaban bien, que las oraciones de la señora Yan habían sido poderosas al salvarlos a ellos y de paso a su florería.