Diario de las metamorfosis de Farfalla Samsa No. 1

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16 de abril

Lunes y hoy decidí no ir a clases. En lugar de pasar horas resolviendo horrorosos problemas de álgebra tan estériles como rocas tomé la mano de Leonardo y nos fuimos a la Piazza de la Signoria.  Leo piensa lo mismo que yo: la vida es demasiado corta como para perderla ensayando situaciones que probablemente nunca acontecerán y acumulando conocimiento muerto e inútil. Pienso que las autoridades de la educación deben tomar en cuenta que a los jóvenes de 13 años como nosotros nos suceden tantos cambios en nuestro cuerpo y nuestra realidad como para interesarnos por el bendito teorema de Pitágoras.

Soy una insensata y quizá lo pague caro en el futuro. Por el momento, sólo quiero aferrarme de la mano que me tiende Leonardo da Specchio y atarme a él para dejarme llevar a donde él desee.

Leo dibujaba el torso del dios Poseidón en la Piazza cuando me obsesionó la idea de ser retratada e inmortalizada por él, como lo hacían los artistas griegos, que convertían un pedazo de mármol en un ser tan real que respiraba como uno de carne y hueso, portador de un corazón que bombeaba la vida a través de la piedra.

Leo se dio cuenta de que lo observaba con detenimiento mientras dibujaba y me sonrió. ¡Es tan perfecto, tan maravilloso, una sinfonía magistral! Su cabello castaño cae ondulado y un poco largo como el Butterfly Etude de Chopin. Sus ojos verdes, vivaces pero contenidos, están impregnados de esa nostalgia de la Sonata Claro de Luna de Beethoven. Su barba que su pubertad empezó a hacer crecer es una armada de gitanos bailando la danza húngara no. 5 de Brahms. Su cuerpo joven y delgado es tan simétrico, estético y rítmico al moverse como el Bolero de Ravel.

Leo me devolvió la mirada y me preguntó si me ocurría algo. Le pedí sin más que me dibujara. Él se limitó a darme por respuesta una de sus sonrisas semejantes a Minuetos de Bach. Me tendió su mano y me respondió:

- ¡Vámonos de aquí! Por hoy he terminado con el Rey de los Mares.

Nos dirigimos al Giardino di Boboli y nos recostamos en un prado. Leo pasó su brazo izquierdo alrededor de mi espalda y yo me recargué sobre su pecho. Justo ayer había teñido mi cabello de azul celeste y él me había comentado que le agradaba. Eso me alegró el día, ya que por nada del mundo quiero ser una de esas rubias hechas en serie que viven para adornar su exterior. Yo prefiero ser bella desde el interior: si soy hermosa por dentro, por fuera también lo seré. Es por eso que aprenderé francés con Leo, leeré montones de libros y siempre tendré un interesante tema de conversación.   

 - Cuéntame ese cuento de los cinco hermanos –le pedí.

- ¿Segura que quieres escucharlo una vez más? Mi padre no tenía mucha imaginación…

- Eso no tiene importancia.

Veo la historia de los cinco hermanos como una alegoría de nuestro mundo y del surgimiento de todas las razas y lenguas. La prefiero a la de la torre de Babel en la Biblia. A pesar de ser tan diferentes uno del otro, cada hermano tenía un don especial, complementándose y ayudándose con suprema armonía… como si fuesen los dedos de una mano. Así como los cinco continentes, tan dispares y únicos, pueden unirse para formar a la Pangea. Bueno, creo que la escuela no me ha sido tan inútil después de todo. La Geografía me será indispensable si quiero cumplir uno de mis objetivos que es viajar.

Leo empezó a contarme la historia y yo cerré los ojos. Es un poco cruel si tomamos en cuenta a la Antártida como continente. Puede no estar poblada por el ser humano, pero en el rompecabezas mundial es indispensable para armar la Pangea. ¿Por qué no pudo existir un sexto hermano que hablara por la Antártida? Y siendo feminista, ¿por qué son solamente hermanos y no hay  ninguna hermana? Ellas también tendrían algo digno que aportar.

Escuchando a Leo me imaginé una narración alterna en la cual un sexto hermano (o hermana) llegaba a ayudar a sus hermanos en la construcción de la torre. Les enseñaría a no ser orgullosos y a no discriminar a los demás por su sexo o posición social. Creo que así Dios no los castigaría y ellos podrían terminar esa torre e ir de la tierra al cielo sin problemas. No sería una mala idea, pero no se la confesé a Leo. Se reiría de mí por haber creado ese final alternativo tan ingenuo.     

¿Y respecto a nuestra propia historia, mía y de Leo? Nuestra relación suena a los tres nocturnos de Franz Liszt, llamados Liebesträume o Sueños de amor. No difiere mucho del cuento de los cinco hermanos de Leo, ya que el primer nocturno, basado en un poema de Johann Ludwig Uhland, recibe el nombre de Hohe Liebe o Amor exaltado. Esa poesía cuenta de un hombre que ha renunciado al amor terrenal cuando el cielo le abrió sus puertas.

Al leerlos en voz alta, los versos conmovieron mis entrañas:

"En brazos del amor reposan ustedes embriagados,
los frutos de la vida les llaman;
una mirada tan solo sobre mí ha descendido,
pero soy más rico que todos ustedes.

Renuncio gustoso a la felicidad terrena
y alzo, como un mártir, los ojos;
pues sobre mí, en la dorada distancia,
se ha abierto el cielo."

Presiento que los cinco hermanos razonaban de manera semejante. Me refiero a que ellos consideraban sus riquezas por encima de las de todos los mortales. Tal vez no eran los más ricos, pero sí los que mejor utilizaban esa fortuna. En algún momento de sus vidas vieron el cielo abrirse ante ellos y renunciaron a todos los logros que podían obtener aquí a fin de alcanzar ese algo que se les mostraba aún más excelso y sublime. Cuando conocí a Leonardo creo que yo también vi las puertas del cielo abrirse para revelarme una verdad de la que seré privilegiada al comprender.

Espero el destino me conceda construir esa torre al cielo y no morir en el intento.

Con amor

Farfalla Samsa

Espejo Místico y lo que dejó una devastadora Guerra MundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora