Airi es una de las mejores entre las mejores. Con tan sólo 27 años, es una hechicera de grado especial considerada una de las mejores entre estos. Por pedido del director del Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokio, vuelve a Japón tras años...
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-Con que Sukuna ha sido liberado... Bien. Volveré a Tokio en tres días. No avises sobre mi vuelta por favor... Gracias, Ieri. -tras eso, colgué. Miré de nuevo la pantalla del móvil y suspiré. Era hora de volver. Con pereza, me levanté del sofá y comencé a hacer la maleta. Tras meter las primeras cosas, sentí un sonido de la cocina. En silencio, me levanté y me dirigí hacia allí. No me sorprendí cuando vi una maldición dentro del fregadero. Últimamente habían muchas maldiciones rondando por aquí. Con un gesto de dedos, lo volví ilusión y la hice desaparecer. Con un suspiro, acabé de empacar mis cosas.
Al día siguiente, fui hacia el aeropuerto. Allí, cogería un avión desde Estados Unidos a Japón. Como el viaje duraría unas cuantas horas, tomé precauciones. Cinco libros, tres aparatos de escuchar música y una daga maldita por si acaso. Lo demás, iba en la maleta.
Me puso los cascos al alzar el vuelo y me sumí en la lectura. Las horas, tal y como tenía previsto, pasaron rápidamente y pronto me vi a mi misma en el aeropuerto de Tokio. Tras encontrar mis maletas, me dirigí hacia la salida y cogí un taxi.
Al llegar al Colegio de Magia, lo primero que hice fue recorrer el lugar. Dicho sitio me daba cientos de recuerdos de mi época adolescente. Una sonrisa floreció en mi rostro inconscientemente.
-Espera, espera. ¿Tú eres...? -preguntó un hombre delante mío sacándome de mis recuerdos. Con el cabello blanco y una venda en sus ojos, reconocí a Satoru Gojo de inmediato. Básicamente no había cambiado. Yo, en cambio, sí lo había hecho. Y a lo grande. Mi cabello negro ya no le iba por la media espalda sino por un poco menos que los hombros. Mis ojos, se habían vuelto azules eléctricos con unos toques lilas, debido al perfeccionamiento de mi técnica, en vez de los ojos azules celestes que antaño poseía. Era unos diez centímetros más alta y mi piel se había vuelto un poco más pálida.
-Mmm... Que decepción, Gojo Satoru. -hablé tras dos minutos de silencio analizándonos mutuamente.
-Esto... ¿Te conozco? Me suenas.
-Con que solo te sueno, eh. Repito, que decepción. -dije con un suspiro. Satoru hizo una mueca.
-Bueno, me dijeron que habría una nueva profesora. No me han dado detalles. Supongo que eres tú.
-Así es. Prepara los pañuelos, Satoru. Airi Igarashi ha vuelto, señores. -hablé dramáticamente.
-No puede ser... ¡Airi! -gritó emocionado él. Se lanzó a abrazarme. Sabiendo como reaccionaria, abrí los brazos con anticipación mientras reía. Tras cinco minutos en la misma posición, nos separamos.
-Bueno, ¡sorpresa! -él sonrió mostrándome su perfecta dentadura blanca.
-Bueno, te llevaré a conocer a los chicos. Me han dicho que te han llamado por el recipiente de Sukuna.
-Sí. Que sepas que solo he venido por pedido del director. -dije mientras caminábamos hacia un área de práctica.
-Ya. Por cierto, ¿qué tal con Yuta?
-Es un buen chico. -afirmé. Okkotsu había quedado bajo mi cuidado en Estados Unidos por pedido del hombre al lado mío.
-Eso ya lo sé. Lo que quería preguntar era, ¿sigue vivo?
-¡Claro que sí! ¿Por quien me tomas, Gojo? -pregunté indignada.
-Nada. Es que solo de recordar tus entrenamientos de hace años me duele el cuerpo. Y no creo que te hayas ablandado. Sino que eres más tacaña aún, ¿me equivoco? -bufé. Me conocía demasiado bien a pesar de los años que habíamos pasado separados.
-Está bien. Vivo y coleando.
-Que alivio.
Llegamos al área de práctica. Vi a tres jóvenes charlando. El primero, de cabello negro y ojos azules. Megumi Fushiguro. La última que lo había visto tenía diez años. La segunda era Nobara Kugisaki de ojos y cabello marrón claro. Finalmente, vi al recipiente de Sukuna, Yuji Itadori. De cabello color rosa palo y ojos marrones. Los tres hablaban muy animadamente. Ni se dieron cuenta de nuestra presencia. Satoru tuvo que aclararse la garganta para que nos notasen.
-Que guapa. -fue lo primero que dijo Nobara al girarse. Sentí que una suave sonrisa se formaba en mis labios.
-Gracias.
-Cierto. Cierto. -asintió el pelirrosado.
-¿Quién eres? -preguntó Megumi.
-Oe, oe... Gracias por ignorarme. Bueno, ella es... -antes de que pudiese seguir, le di un codazo a Satoru.
-Puedo presentarme sola, gracias.
-Eso ha dolido. -murmuró para mí mientras se sobaba el brazo.
-No seas llorica. -rodé los ojos. -Soy Airi Igarashi, vuestra nueva profesora. -los chicos hicieron una reverencia. Asentí satisfecha. Con solo haberlos ojeado, había notado el potencial que tenían. Llegarían lejos.
-¿Qué puede hacer?
-Megumi, eso es de mala educación.
-Necesitamos cuál es su grado de hechicera al menos, Itadori.
-Oye, Itadori tiene razón. Es de mala educación preguntar a alguien que acabas de conocer por su técnica o grado. -antes de que el asunto fuera a mayores y, tras ver que Gojo no intervendría, hablé.
-No os peleéis. No puedo deciros mi técnica pero sí que os puedo decir que soy una hechicera de grado especial.