23

2.1K 252 28
                                    

El mismo día en el que me despedí de mi mejor amigo, le regalé un anillo a Satoru

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El mismo día en el que me despedí de mi mejor amigo, le regalé un anillo a Satoru. 

Una promesa.

Nunca estaría solo.

La soledad había sido la única compañía que habíamos tenido antes de llegar al Colegio de Tokio, lo único que habíamos conocido a parte de la rabia (por mi parte) o la indiferencia (de Satoru). Y cuando Suguru se fue, era obvio que los miedos resurgirían. Por ello, como consuelo y promesa, le regalé a Satoru y a Shoko un anillo de un hierro imbuido con mi energía maldita a cada uno. 

Nosotros permaneceríamos unidos. 

En la distancia y en los conflictos.

La sociedad no nos podría separar.

Tres semanas después, localicé a Suguru con mis Ojos, y sin que ninguno de los otros supiese, le dejé uno igual en la mesita de noche con una nota al lado de su cama. El muy estúpido ni se dio cuenta de que alguien había entrado en su habitación de hotel. El estúpido al que aún consideraba un amigo (había pasado las semanas anteriores intentando deshacerme de eso, de los sentimientos agridulces, pero al final concluí que nunca podría dejar ir a la persona que había sido mi mejor amigo sin tener la seguridad de que estaría bien). 

Si algún día había una emergencia, romper el anillo sería suficiente para que la energía maldita en él regresase a mis reservas y fuese consciente de que algo pasaba. 

Suguru fue el primero en hacerlo. Mi mejor amigo solo lo rompió tres horas antes de morir, a las 19:07h para pedirme que le echase un ojo a Satoru y a sus hijas. Hijas que se habían esfumado cuando llegué el día siguiente para recoger a Yuta. Como no sabía la cantidad de energía maldita ni como se sentía, no pude localizarlas con mis Ojos. Cuando una semana después aún no pude encontrarlas y ya no me quedaban excusas para seguir quedándome a menos que me afilase a los peces gordos, supe que se estaban escondiendo de mí. 

¿Cómo?

Mi teoría era que habían creado una barrera con alguna condición que me impediría localizarlas. Quise arrancarme los cabellos cuando dos meses después tampoco las encontré como tampoco en cinco meses. Ni cuando volví para quedarme en Japón pude notar nada. No sabía quién les había enseñado a hacer una barrera tan precisa (Suguru apestaba en las barreras complejas), pero lo había hecho bien. Maldije a Suguru por haber contratado a alguien tan bueno para enseñarles a sus hijas (aunque en el fondo no me sorprendía, muchos querrían cazarlas por ser precisamente eso, sus hijas, y si obligaran a Satoru o a mi a cooperar no tardarían demasiado, los Seis Ojos y los Ojos de Diamante podrían categorizar cada cantidad de energía maldita, y una vez se supiese de qué grado que eran, localizar a Mimiko y a Nanako sería un juego de niños. Suguru había hecho un buen trabajo, aunque a mí me lo hubiese puesto imposible).

Deshacer el Velo fue pan comido, mucho más rápido con mis Ojos ya activados y en su máxima potencia gracias a la pelea anterior. 

-Ojo de Dios. -el mundo se clarificó. Usé la técnica inversa para poder procesar la información que me estaba llegando a mi cerebro más fácilmente.

𝐈𝐋𝐋𝐔𝐒𝐈𝐎𝐍 [JJK] ˢᵃᵗᵒʳᵘ ᵍᵒʲᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora