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Kenjaku observó con satisfacción cómo Satoru Gojo era sellado en la Prisión Confinadora

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Kenjaku observó con satisfacción cómo Satoru Gojo era sellado en la Prisión Confinadora. Sus planes estaban yendo a la perfección. Y todo gracias al Ojo de Haruki Igarashi. 

Airi Igarashi siempre era subestimada, aunque fuese un grado especial. Década tras década, siglo tras siglo, los Ojos de Diamante habían yendo debilitándose hasta quedar prácticamente desaparecidos hace seis siglos. Y con él, su poder fue olvidado poco a poco. Solo las maldiciones más antiguas como él o Sukuna recordaban el terrible, inhumano(sobrenatural) poder que reflejaban esos Ojos. La promesa de muerte que conllevaban. 

El poder sobre la realidad misma. 

Aterrador y simplemente fuera de la comprensión humana.

Haruki Igarashi había sido lo más cercano a un dios que había pisado el mundo. 

Ni Ryomen Sukuna podría igualarlo si no hubiese sido por la enfermedad del hombre.

Que pena que los mismos Ojos que habían terminado con miles de maldiciones fuesen los mismos que acabarían con Airi Igarashi. La última de los Igarashi, por fin ese maldito clan desaparecería de la faz de la tierra. Irónicamente, ni siquiera había tenido que mover un solo dedo para acabar con ellos, los propios estúpidos hechiceros le habían hecho el trabajo. Quién hubiese pensado que ellos mismos se autosabotearían terminando con el único clan temido por todas las maldiciones antiguas. 

Pero debería haberlo supuesto. 

Los humanos eran seres patéticos, de tan corta vida que olvidaban con facilidad y envidiaban aún con más facilidad.

Patético y repugnante.

La parte orgullosa de Kenjaku se sentía deprimida por no haber sido él mismo quien hubiese acabado con el clan Igarashi, habría sido sumamente satisfactorio terminar con los vástagos de Sakura Igarashi y todo lo que Haruki Igarashi representaba. El brujo aún sentía la vergüenza de ser un ser de medio milenio de edad y haber sido derrotado por un mocoso de diecinueve años. Las ganas de venganza eran desbordantes. 

El hecho de usar los mismos Ojos que su antepasado en Airi Igarashi había calmado levemente el sentimiento, pero no era suficiente. No cuando notaba a la hechicera empezar a deshacerse de la barrera incluso con los Ojos de Haruki Igarashi. Él quería más, quería la sangre de Airi Igarashi, el miedo en sus ojos, saborear la impotencia que debía de estar sintiendo en aquel mismo instante con su pareja siendo sellada.

Airi Igarashi era subestimada, Kenjaku no cometería el mismo error que todas las maldiciones anteriores a él que se habían enfrentado a la mujer. Él terminaría con la vida de Airi Igarashi.

Antes de que llegase a la altura de Haruki Igarashi.

Era obvio que si podía negar los efectos de los Ojos de su antepasado ya debía de ser mucho más poderosa de lo que había supuesto. 

Pero aquello no importaba, Kenjaku ganaría. 

El Ojo de Haruki Igarashi cumpliría su función.

Kenjaku dejó que las otras maldiciones se dispersaran, deseaba estar solo para disfrutar mejor el momento en el que Airi Igarashi se diese cuenta de que el cuerpo que habitaba en aquel momento era el mismo cuerpo que el de su mejor amigo. La única persona que podría desestabilizar a Airi Igarashi en aquel momento, pues Suguru Geto también habñia sido su mejor amigo, igual que Satoru Gojo.

Pasaron siete segundos exactos desde que los otros se fueron. 

Kenjaku sintió su columna tensarse y erguirse en el momento en el que la barrera colapsó en un tiempo quince veces menor a lo estipulado. 

No.

No podía ser.

Airi Igarashi debería haber tardado al menos cinco minutos más en deshacerse de la cortina reforzada con el Ojo, a lo mínimo tres minutos. No un minuto y cuarenta y siete segundos. El hombre sintió la gota de sudor frío que se deslizó por su mejilla.

Había cometido el mismo error que todos los demás.

Había subestimado a Airi Igarashi.

Justo cuando segundos antes se regocijaba de no cometer dicho error.

Maldita sea. 

Kenjaku observó la Prisión Confinadora en el suelo con rabia. Si no fuese porque no podía dejar libre a Satoru Gojo, ya se habría largado y no estaría esperando a una posible muerte.

El hombre observó cómo el techo se transformaba en polvo por la influencia de Illusion sobre el espacio. De forma desapasionada, llevó su mano a unos de los bolsillos y palpó con satisfacción el Ojo de Haruki. 

-Kenjaku.

-Oh, veo que sabes mi nombre. Interesante, Airi Igarashi. -la burla tiñó sus palabras. El brujo observó con una sonrisa los fríos y vacíos Ojos de la Igarashi. Sintió el sudor acumularse en sus palmas cuando notó esos Ojos completamente morados. 

Iguales a los de Haruki Igarashi.

Bueno, mierda. 

Kenjaku admitiría que probablemente estaba en problemas. Unos Ojos completamente morados no habían sido vistos desde el fundador de Illusion (tampoco unos morados con toques azules eléctricos, pero eso no importaba en aquel momento). Y él era completamente consciente del poder de unos Ojos de Diamante evolucionados, había saboreado en sus carnes lo letales que eran unos completamente morados.

Una sola mirada y podría desvanecerlo de la realidad.

Kenjaku tragó saliva e ignoró a la vocecita en su mente que le gritaba para huir.

-Suguru... Deja de ser débil y retoma tu estúpido cuerpo. -el susurro tan parecido a las palabras de Satoru Gojo lo sacaron de sus tétricos pensamientos haciéndolo sonreír.

-Oh, tu querida pareja -hizo una leve seña al suelo en donde estaba la Prisión Confinadora -dijo lo mismo. Y terminó igual. Es una pérdida de tiempo, Suguru Geto está muerto. Él ya no existe. -la sádica sonrisa de Airi Igarashi no lo calmó en absoluto, solo hizo que se volviese más cauteloso a su alrededor.

-Que irónico que traigas a colación ese detalle, Kenjaku. Pero te equivocas. El mundo es una ilusión. Nada es real. Y por ello, todo está bajo mi control. -Kenjaku pudo retroceder dos pasos antes de ser inmovilizado.

Gruñó cuando sus extremidades no le respondieron.

-¿Qué es esto? -sintió los restos de Suguru Geto volverse en su contra y volvió a gruñir.

-La prueba de que incluso con el Ojo de Haruki Igarashi no podrás vencerme. No podrás derrotar mis Ojos. -su sádica sonrisa creció al punto de volverse tétrica. Sus ojos brillaron de cruel diversión y superioridad, sus labios se arquearon en una sonrisa burlona. 

Airi Igarashi se transformó en un monstruo lleno de sed de venganza en ese momento.

-Que los dioses tengan piedad de ti, Kenjaku. Juicio Divino. -la carcajada llena de sarcasmo fue lo que le dio la bienvenida al juicio de su alma. -Si es que existen. -los Ojos de Diamante brillaron en un morado antes de que la luz estallase en los ojos de Kenjaku y su consciencia fuese arrancada de su cuerpo. 

La cara victoriosa y cruelmente satisfecha de Airi Igarashi fue lo que lo despidió del mundo cuando Kenjaku fue borrado de la realidad.

Ni el Ojo de Diamante de Haruki Igarashi pudo contrarrestar el hechizo de Airi Igarashi. 

𝐈𝐋𝐋𝐔𝐒𝐈𝐎𝐍 [JJK] ˢᵃᵗᵒʳᵘ ᵍᵒʲᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora