6

7.2K 604 16
                                    

Ver a mi amigo de la infancia serio era algo que no podías ver todos los días

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ver a mi amigo de la infancia serio era algo que no podías ver todos los días. Aunque fuese un teatro, la cara seria de Gojo podría haber convencido incluso a los estúpidos peces gordos que, por mucho que odiara admitirlo, tenían un gran ojo para los engaños. Tuve que contenerme para no echarme a reír allí mismo, en aquella sala blanca con el "cadáver" de Yuuji sobre la mesa de metal. Inspiré apoyada en la pared al lado de Satoru mientras fingía pesar. Inspiré de nuevo aguantando la risa viendo el ceño fruncido de Satoru que no me di cuenta de que Ieiri había entrado. Solo cuando la puerta se cerró detrás suyo, me di cuenta.

-Una pena, tan joven. - habló Ijichi. Bufé al pensar en la cantidad de adolescentes que morían igual.

-Pues que bien que no esté muerto. - deshice mi ilusión, haciendo que el agujero en el pecho del chico desapareciese mágicamente. Como si se despejar a una niebla.

-¿Qué...Qué ? -Ijichi estaba pasmado. Satoru empezó a reír mientras Ieri bufaba y murmuraba algo parecido a  "me habéis hecho caminar para nada, con lo incómodos que son estos zapatos."

-Oh vamos, ¿de verdad creéis que no puedo contener a Sukuna? Me duele el corazón, me duele tanto que creo que me lo habéis roto...-dramaticé un poco.

-Yo siempre tuve fe en ti, Airi-chan - el tono infantil de Gojo me hizo rodar los ojos. Luego lo fulminé con la mirada cuando caí en lo que había dicho.

-Nunca, pero nunca, vuelvas a llamarme Airi-chan. ¡Suena fatal! - el albino se puso a reír ante mí indignación. Sentí un pequeño tic en mi ojo derecho, estuve a punto de darle un puñetazo cuando Ijichi nos llamó la atención.

-Ehem. ¿Por qué nos ocultarias que la muerte de Yuuji Itadori nunca tuvo lugar? - antes de que pudiese responder, siguió hablando. Me quedé con als palabras en la punta de la lengua. Algo que odiaba. Así que fruncí el ceño y lo escuché. - Entiendo que lo hayas ocultado a los altos mandos, ¿pero por qué a nosotros también? - ante aquello, note cómo el ambiente de la sala se volvía más tenso. Ni me afectó a si que respondí con toda la calma del mundo.

-Nunca se sabe cuando hay un espía de los peces gordos, Ijichi-kun. Por lo que a mi me respecta, incluso un pájaro podría ser un espía. - dije segura de mi misma. Nadie es demasiado precavido con temas como el Rey de las Maldiciones. Ninguno de aquí era tonto, todos sabíamos que los altos mandos habrían ejecutado a mi estudiante en cuestión de horas sino hubiese sido por Satoru y de que podían usarlo para un beneficio mayor. Y aquel tipo de situación me recordaba a Yuuta, mi pupilo. Un niño que había crecido rodeado de miedo, de los demás y de él mismo, que había sobrevivido a este mundo tras haber sido condenado por él. Un niño inocente que habría sido ejecutado por el simple hecho de poseer una maldición de grado especial que ni siquiera había deseado. Un niño que era más como un hermanito que un estudiante para mi. Así que no iba a ser descuidada, protegería a Itadori Yuuji simplemente por que su ejecución era injusta y el mundo ya era demasiado cruel como para añadir una sentencia de muerte a alguien que sólo había tenido la mala suerte de tener la resistencia para soportar a Ryomen Sukuna.

Así que no ancianos, Airi Igarashi no permitirá que matéis a un niño sólo por el hecho de contener algo que ni había pedido. El mundo era injusto. Y estaba podrido. Y también era cruel. Lo sabía mejor que nadie, pero también sabía que habían injusticias que ocurrían porque la gente era caprichosa, y aquello no lo iba a permitir. No era estúpida, si fuera alguien normal, un hechicero promedio, ni siquiera podría  atreverme a retar a los peces gordos. Pero era Airi Igarashi, última de la estirpe de los Igarashi, uno de los clanes más poderosos y antiguos. Una hechicera de grado especial, una de las mejores. Era fuerte, y tenía un nombre en el cual respaldarme. Era suficiente para enfrentarse a los ancianos y salir ilesa. Y sabiendo que Satoru estaría de mi lado, éramos imparables. Pues, ¿quién se atreve a enfrentar a los mejores? Y los viejos lo sabían, por lo que habían intentado separarnos, mandándome a Estados Unidos y causando estragos durante nuestra adolescencia. Pero ni Gojo ni yo éramos idiotas, sabíamos lo que planeaban. Y por eso, no conseguieron su objetivo. Por confiados de que un par de adolescentes no se darían cuenta de sus artimañas y retorcidos juegos. Una pena, me habría gustado jugar un poco más con ellos simulando estar enfadada con Satoru. Pero con todo esto de Sukuna e Itadori, la farsa debería posponerse. Era hora de que mostramos nuestras cartas. No dejaremos que un estudiante nuestro muera sólo porque es la estúpida voluntad de los peces gordos.

𝐈𝐋𝐋𝐔𝐒𝐈𝐎𝐍 [JJK] ˢᵃᵗᵒʳᵘ ᵍᵒʲᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora