La misión

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Su jefe había sido muy claro con las instrucciones, pero el secretismo de la operación no le parecía muy compatible con eso de estar de pie en una calle, a las 7 de la mañana, esperando ver aparecer a la misteriosa mujer que debía seguir, si es que vivía ahí todavía. Fingió ir caminando para no levantar sospechas. No quería terminar denunciado por alguna vecina chismosa por llevar 15 minutos parado en la calle, pendiente de la entrada del viejo edificio que era objeto de su vigilancia en esos momentos. Así que caminó por la calle en un sentido. Espero unos minutos, luego volvió sobre sus pasos en sentido contrario. Finalmente, tuvo suerte de que una casa de té abriera a las 7:30 para fingir que sólo quería leer el periódico junto a una caliente taza del aromático brebaje.

Casi había acabado su té cuando desde el edificio salió la linda jovencita que él y su jefe habían dejado en el mismo edificio antenoche junto a otra mujer, más baja. Por unos segundos no alcanzó a comprender que se trataba de la mujer que debía seguir, pero incluso cuando dicha idea tomó claridad en su mente continuó con las dudas: ¿Esa era realmente la mujer que su jefe quería que siguiera? ¿Esa mujer con ropas holgadas y oscuras, que vestía como si fuera su abuela? Llevaba sólo dos años trabajando para Can Vural, a quien conoció cuando éste recién se había casado con una bellísima modelo, que parecía directamente sacada de las novelas turcas. Después del divorcio de su jefe, lo había visto salir con otras mujeres y todas parecían estrellas de televisión, o de cine. Nunca, jamás, lo había visto, ni de cerca, con una mujer que vistiera como una campesina y que no usara, al parecer, ni media gota de maquillaje. Es cierto que, si uno se fijaba con atención, la fulana era bonita, pero ¡¡vamos!! Su jefe había salido con mujeres muchísimo más hermosas. ¿Se estaría equivocando?

Rogó en secreto no estar metiendo la pata. Tal vez había una tercera hermana y esa era la que su jefe quería que siguiera, pero por las dudas, tomó una fotografía de Azra a la distancia, mientras ésta se despedía de su hermana, que abordaba un bus de transporte urbano. Hizo el típico ademán de estarse tomando una selfi, cuando en realidad enfocaba hacia el otro lado. De todos modos, sus precauciones no tenían ningún sentido, porque Azra ni siquiera había reparado en él, puesto que estaba pendiente de su hermana, quien le hacía morisquetas desde el bus. Cuando el vehículo se puso en marcha, Azra continúo caminando y un par de cuadras más adelante entró a una vieja cafetería.

Sarp aprovechó de enviar la fotografía a su jefe para confirmar la identidad de la mujer.

- ¿Es ella? – preguntó por mensajería.

Can, pese a la temprana hora, hacía su entrada en su oficina para preparar la primera reunión del día, que se iniciaba en 15 minutos. Su corazón dio un pequeño vuelco cuando identificó el sonido de su móvil indicándole que tenía un mensaje de Sarp, su chofer. Sí, le había asignado un sonido especial para saber perfectamente cuando era Sarp el que lo llamaba o quien le enviaba mensajes. Miró brevemente la aplicación de mensajería y por unos momentos quedó absorto con la imagen de Azra. La fotografía había sido tomada de costado, mientras ella miraba hacia la ventana de un bus que partía. Se detuvo unos instantes observando la imagen, sin percatarse de la duda que aquejaba a su chofer. Sintió una súbita emoción. Era Azra en tiempo real. No era la Azra imaginaria, que en su mente había quedado congelada en el tiempo, si no que era ahora. Esa era ella en este instante, en otra parte de Estambul. Viviendo y respirando, mientras él se preparaba para sostener una reunión de evaluación de informes de ventas. Era ella y su propia existencia en las mismas coordenadas del tiempo. Ya no era un espejismo, ni un recuerdo que lo atormentara. Suspiró y por fin respondió a Sarp:

- Sí, es ella. ¿No te ha visto?

- No, ni siquiera ha reparado en mí, señor. Salió junto con su hermana hace unos minutos desde el mismo edificio en el que estuvimos antenoche. Su hermana abordó un bus, mientras que ella entró a una cafetería cercana, pero ahora sale.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora