Después de la tormenta, lentamente, parece que llega la calma o al menos, el entendimiento. ¿Durará? Por de pronto pondremos un poquito de azúcar...
Tal vez monitorearla no era la palabra más precisa. En esos momentos se dedicaba más bien a escanearla. Parada junto a él, vistiendo su camiseta y su pantaloncillo, que le iban evidentemente grandes, se veía adorable... y sexy. Por mucho que la camiseta que le había prestado le quedara suelta, su silueta se adivinaba bajo la ropa.
- No es necesario que te quedes. Seguramente te necesitan en la oficina – señaló Azra con algo de recelo.
- Con la tecnología, me pueden tener en la oficina y a la vez puedo estar aquí por si te pasa algo. No serán más que unos días. No te aflijas – agregó viendo que Azra se quedaba muda – En unos días podrás volver a tu casa.
- No quiero darte problemas.
- El único problema que me das es que no termines de relajarte. Mejor dime ¿te enviaron desde tu casa todo lo que necesitas?
Azra comenzó a revisar el bolso que Sarp había traído y en el que esperaba que su madre hubiera incluido lo necesario. Especialmente un pijama, para no tener que usar la camiseta de Can y los pantaloncillos, que le iban bastante grandes y con los que no podía evitar sentirse un poco ridícula, sin contar que les había hecho un doblez en la cintura para afirmárselos, temiendo que en cualquier momento fueran a dar al suelo.
Sacó algunos libros, la croquera, su notebook, el cargador de su móvil (afortunadamente habían pensado en eso), sus cremas y lociones, artículos de aseo personal y... Estaba por sacar la ropa que había al fondo del bolso cuando se dio cuenta que su madre, seguramente a propósito, le había enviado un camisón ultra escotado que Semra le había regalado. El camisón se afirmaba con un par de tirantes gruesos y se ajustaba al busto, pero hacia abajo caía suelto, por lo que su hermana, que lo había canjeado como parte del pago en un desfile, había pensado que le iría bien cuando estuviera panzona. El problema es que además del escote, el camisón era de organza y aunque tenía varias capas y pliegues, Azra estaba convencida que era demasiado revelador.
- ¿Está todo bien? - insistió Can, viendo que ella se había detenido abruptamente.
- Sí – respondió algo dudosa – Llevaré todo a la habitación de invitados.
- ¿Necesitas ayuda?
- No... No... Está bien, gracias.
Estaba acomodando sus cosas cuando sintió que Can golpeaba la puerta.
- Pasa.
- Semra me mandó un mensaje.
- ¿Te manda mensajes a ti y conmigo se enfada porque quiero confirmar que ya está en casa? – inquirió perpleja.
- Dice que no te olvides de la crema para las estrías.
- ¡No puedo creer que te moleste con eso! – exclamó incrédula.
- Dice que tú no le haces caso.
- ¡Me aplico la bendita crema todas las noches! Religiosamente.
- Yo sólo cumplo con entregar el mensaje.
- Lamento que te demos tantas molestias.
- No es molestia... Más bien dime si ya te aplicaste la crema, para que tu hermana se quede tranquila.
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La redención de Azra
RomanceSiete años han pasado desde que Azra y Can se vieron por última vez en un frío juzgado. ¿Qué ocurre con las ilusiones y con el amor que fue traicionado? Esta historia es una continuación de A.S.K que en español fue traducida como El precio del amor...