Una segunda oportunidad (parte 1)

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Holaaaaaaaaaaaa... No hay mucho que decir a estas alturas. Antepenúltimo capítulo. Mil gracias por sus comentarios, sus estrellitas y todo. De verdad.


Contra todo pronóstico, Azra permaneció sólo dos semanas más internada y luego fue dada de alta, pero con la prohibición expresa de alejarse de la ciudad. Desde entonces ambos estaban viviendo en casa de Can, puesto que Neslihan, dolida por el rechazo de su hijo, había preferido abandonar la casa antes de ver cómo era él quien se marchaba y, hasta donde Azra sabía, estaba viviendo con su hermana Sedef, quien sí los visitaba de vez en cuando. Can esquivaba el tema cada vez que ella le había preguntado por su madre. Azra había aprendido que Can era hombre de largos silencios, una persona que, al igual que ella, necesitaba masticar y meditar los acontecimientos en soledad, sin que eso significara desamor por quienes le rodeaban. Por lo mismo, no quería insistir con ese tema si él no quería hablar de ello. Estaba claro que el asunto le seguía doliendo y no quería ni oír mencionar a su madre. Ese era el único punto oscuro actualmente, puesto que el resto era sólo luminosidad y alegría. Habían comprado ya las cosas para los niños y habían instalado la cunita doble en el dormitorio de Can, que ahora era también su dormitorio.

La más feliz cuando se fue de su casa había sido su madre y Semra no había tardado ni cinco minutos en apropiarse del que había sido su cuarto por décadas.



Las luces del teatro se encendieron tenuemente y el público prorrumpió en un sonoro y efusivo aplauso para los cantantes. Era el intermedio de la ópera y Azra dio gracias en secreto porque con el peso de las treinta y cinco semanas de embarazo era casi imposible pasar mucho tiempo sin ir al baño, puesto que la presión en la vejiga se le hacía casi intolerable.

- Voy al baño – susurró al oído de Can antes de salir disparada del palco que compartían en ese minuto.

Él quiso replicar que la acompañaba, pero al parecer la urgencia era mucha porque cuando contestó ella ya no estaba en la silla contigua.

Mientras se lavaba las manos sintió una pequeña contracción y aguardó unos momentos para ver si esta era seguida de otra. Salió del sanitario con dificultad, pues todavía sentía el dolor grave y persistente en su vientre. En el camino de vuelta al palco, se topó con Can.

- ¿Amor te sientes bien? – preguntó este.

- Tuve una pequeña contracción.

- Entonces será mejor que nos vayamos al hospital.

- ¡Cómo crees! Sólo fue una contracción breve. Lo que sí me ocurre es que me duele la espalda si estoy demasiado tiempo sentada. ¿Cuánto dura el segundo acto?

- Una hora y media – respondió Can preocupado.

- ¡Ay no! No podré estar tanto tiempo sentada – replicó llevando sus manos a la parte baja de su espalda.

- Mi amor, no es necesario que nos quedemos. He visto esta ópera antes y además lo primero es tu bienestar.

- ¿De verdad?

- Por supuesto.

- Entonces vamos por nuestras chaquetas. Quiero caminar. Es eso o estar acostada. No aguanto la presión si estoy sentada.

- Entonces vamos – dijo tomándola por la espalda.

Azra sintió las miradas sobre ella, mientras avanzaban entre el público que a esa hora copaba las salas del teatro aprovechando de estirar las piernas durante el intermedio. Can saludaba con ligeros movimientos de cabeza a quienes parecía reconocer. Se sentía tan inadecuada. Había subido sólo diez kilos durante el embarazo, pero no podía evitar sentirse gordita y sobre todo torpe. Sin embargo, no se podía quejar, porque Can era el epítome de la dulzura con ella. Esperaba no subir más de peso, pero tenía fecha tentativa de parto para dos semanas más y a esas alturas los niños no hacían más que crecer, así que ya se había resignado a pensar que terminaría el embarazo rodando.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora