Nuevos proyectos

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Desde hacía varios años que su vida era tan anodina y desprovista de ilusiones que, así como no experimentaba alegrías desbordantes, al menos tampoco experimentaba grandes decepciones. Sin embargo, la noticia de que el proyecto para obtener fondos públicos para implementos deportivos e infraestructura para la escuela había sido rechazado en el ayuntamiento, había logrado deprimirla como hace mucho tiempo no sentía. Era tan intensa la desazón que se sorprendió de sí misma, puesto que pensaba que ya no era capaz de experimentar emociones así de hondas. Al parecer, en alguna parte de su menuda figura aún latía un corazón que tenía pequeñas esperanzas, aunque esas pequeñas esperanzas no tuvieran relación con su vida precisamente.

- No sólo rechazaron el proyecto, por estimar que no está dentro de las prioridades, sino que también es factible que nos rebajen el presupuesto para alimentación del próximo año – señaló el director de la escuela, el señor Yilmaz.

- ¡No es posible! – exclamó espantada Azra – Lo que recibimos apenas alcanza a cubrir las necesidades actuales de los niños. Si nos quitan financiamiento sencillamente ya no podremos darles almuerzo a todos.

- Necesitan reducir costos. El ayuntamiento tiene un déficit que necesita cubrir. Me comentaron que hay otras escuelas que están en nuestra situación – añadió apesadumbrado el señor Yilmaz.

- ¿Y nos lo informan ahora, cuando sólo quedan dos meses para finalizar el período lectivo? – preguntó una airada Azra.

- Justamente el concejo del ayuntamiento está discutiendo el presupuesto para el próximo año escolar.

- ¡Infelices! – exclamó Azra.

La imprecación sorprendió a sus colegas e hizo que el señor Yilmaz alzara las cejas. La noticia era muy mala, es cierto, pero Azra siempre había sido una de las personas más serenas y reflexivas que él había conocido. El exabrupto era tan impropio de ella, que realmente lo tomó por sorpresa.

Azra se levantó pesadamente y salió de la reunión que el director y los profesores de la escuela sostenían en ese momento. Se asomó por la puerta que daba de lleno al frío y gris patio de cemento en el que, en ese momento, los alumnos corrían y jugaban, disfrutando del recreo que precedía a las clases de la jornada de la tarde. Los miró acongojada, mientas sus despreocupadas risas aumentaban su desazón. Sabía de las penurias que muchos de ellos afrontaban en sus casas, así como de sus necesidades materiales y las carencias emocionales que padecían, pese a ser algunos tan pequeños. Eran muchachitos con ganas de salir adelante, incluso algunos de ellos trabajaban medio tiempo para ayudar a sus familias y no había cosa que la nueva Azra aborreciera más que el trabajo infantil, aunque hasta hace unos años atrás ni siquiera se hubiera detenido a pensar en las implicancias de esa actividad. Pero ella no podía prohibirles que trabajaran. No podía prohibirles que se conmovieran con la pobreza y las necesidades que padecían sus familias. Por eso quería mejorar la infraestructura de la escuela, porque sabía que el deporte podía implicar, para muchos de ellos, una forma de ganarse la vida, una forma de no caer en el flagelo de las drogas o en la desesperanza de la miseria que acechaba en sus vidas.

Después de un rato de mirar los juegos de los chicos supo que no podía darse por vencida. Sacar adelante a esos niños, aunque fuese a uno solo de ellos, constituía prácticamente el único objetivo de su vida, además de hacer que su hermana fuera una mujer que se bastase a sí misma. Suspiró y su mente inquieta, su antigua rebeldía, comenzaron a burbujear en su interior. No iba a rendirse. Hablaría con los padres, con los locatarios de los negocios cercanos. Todavía se podía hacer algo. No perdería la batalla, al menos no sin luchar. Organizarían bingos, jornadas de plato único, rifas, colectas, etc. Contaría con la ayuda del señor Yilmaz, el director de la escuela estaba segura. Harían lo que fuera, pero juntarían algo de dinero, al menos para asegurar que la escuela pudiera seguir otorgando almuerzos para el año siguiente y, de alcanzar el dinero, tal vez también podría renovar los aros de básquetbol y comprar balones, pensó con un renovado optimismo. Estaba decidida. No iba a flaquear.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora