La fotografía estaba replicada en varios sitios y portales, lo que implicaba que debía ser real. En la imagen, un joven Can Vural, vestido con un perfecto esmoquin, exhibía una libreta de matrimonio en su mano derecha y con la mano izquierda sostenía a una hermosa e irreconocible Azra Özak. La fotografía había sido tomada afuera del Registro Civil de Estambul. Azra tenía el cabello rojizo, la cara más redonda y posaba visiblemente cohibida ante la prensa, mientras que su jefe lucía resuelto y confiado, como era habitual en él. Lo que no era para nada habitual, pensó Sarp, era la genuina muestra de alegría que exhibía el rostro de Can Vural en la imagen. Su jefe no era un tipo amargado, ni cascarrabias, pero sí era un tipo serio, casi parco, pero sobre todo muy taciturno. Él jamás lo había visto sonreír con la franqueza y la ilusión que se veían en la imagen.
Así que la misión que tan secretamente le había pedido su jefe y sobre la cual lo había consultado sin piedad hace unos cuantos minutos consistía en espiar, ni más ni menos, que a su exesposa. ¿Seguía enamorado de ella? ¿Sería por eso por lo que jamás le había prestado suficiente atención a la bella modelo que había sido su esposa cuando él entro a su servicio?
Cuando Sarp comenzó a trabajar en la casa Vural, su jefe se había casado recién. Su esposa, francamente, quitaba el aliento y había tenido que hacer ingentes esfuerzos por no mirarla embobado. No era muy buena idea obnubilarse con la esposa del jefe apenas entrabas a un nuevo empleo. Sin embargo, su jefe no compartía la misma apreciación que él, puesto que se dedicaba todo el día al trabajo, algo así como la tal Azra, según lo que había podido constatar ese mismo día. En las escasas ocasiones en que su jefe y su esposa salían a comer o a alguna fiesta, él siempre estaba como retraído, mientras ella no dejaba de buscar tema de conversación. ¡Pobre mujer! Finalmente, y como resultaba lógico, ella se había aburrido y cuando había abandonado la casa, su jefe, lejos de sentirse abatido, se vio menos adusto y más relajado de lo que él nunca lo había visto. Al parecer la razón estaba clara: alguien más ocupaba su mente.
Antes de ver la fotografía que ahora tenía enfrente, Sarp pensaba que su jefe era de esos típicos millonarios obsesionados con el trabajo. Demasiados enamorados de sus negocios y proyectos como para interesarse verdaderamente en una mujer y pensaba que tal vez por eso Can Vural jamás había mostrado genuino interés por su esposa, pero ahora veía con claridad: el Can Vural de la imagen estaba genuinamente ilusionado. No es que Can Vural no pudiera amar, alguna vez había amado y eso se había terminado.
¿Cuál sería la razón de tanto secretismo? Can fue muy tajante al señalar que no hablara de este tema con nadie de la casa, ni de la oficina, ni siquiera con sus asesores más cercanos. Siguió navegando en la web y pudo comprobar que el matrimonio Vural-Özak había durado un suspiro, ya que diversos artículos de revistas de chimentos se cebaban en las teorías más inverosímiles para explicar porqué razón el matrimonio había durado tan poco. La mayoría de dichas publicaciones elucubraban con la idea de que Can Vural habría engañado a su joven esposa y otras aseguraban que el inexperto matrimonio no habría logrado superar la enorme tragedia que había golpeado a la familia Vural con la muerte de Şebnem Vural. Sin embargo, a Sarp ninguna de esas teorías le pareció muy razonable. Su jefe lucía tan rebosante de felicidad en esas fotos, que dudaba mucho que hubiera engañado a su esposa. Respecto de la muerte de la señorita Şebnem el tema, en cambio, era más dudoso.
Si algo había aprendido Sarp, porque los demás empleados se lo habían advertido desde el día número uno, es que jamás mencionara el nombre de Şebnem Vural, ni menos que preguntara quien era la hermosa jovencita de ojos profundamente azules y dulce sonrisa cuyos retratos estaban repartidos en diferentes lugares de la casa. Le explicaron que la joven había sido asesinada en un confuso incidente que tuvo lugar en la antigua casa que la familia Vural ocupaba y que el entonces marido de la joven había terminado asesinando al tipo que había disparado en contra de la bonita heredera. Que después de eso la familia había caído en un abismo emocional y que la pena había invadido cada espacio de la casa.
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La redención de Azra
RomantikSiete años han pasado desde que Azra y Can se vieron por última vez en un frío juzgado. ¿Qué ocurre con las ilusiones y con el amor que fue traicionado? Esta historia es una continuación de A.S.K que en español fue traducida como El precio del amor...