Dos camisetas del Fenerbahçe

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Holaaaa... Acá otra vez, dejándoles el capítulo que tenía para ayer. Pinche partido de fútbol me dejó sin ganas de nada. Cuando mi equipo no gana ando en modo Can Vural sin Azra Özak. En nuestro capítulo de hoy, nuestro protagonista trata de ir arreglando sus problemas de a uno, pero le falta mucho para redimirse.


A medida que se acercaba a su lugar de trabajo los nervios volvían a consumirla. Con quince semanas, su embarazo ya era evidente si estaba con ropa ajustada. Afortunadamente, la proximidad del invierno jugaba a su favor y no sólo llevaba bastante ropa encima, sino que también tenía un abrigo una talla más grande de lo correspondiente. "Ya volviste a tu ropa de vagabunda" le había reprochado Semra esa misma mañana. Sabía que ya se jugaba los descuentos y que en cualquier momento tendría que confesar la verdad en la escuela. Hasta ahora el señor Yilmaz había dicho que Azra estaba enferma y nada más, pero era cosa de tiempo para que todo se supiera.

Sus alumnos estaban genuinamente felices de verla nuevamente y el alumno en práctica que la había reemplazado, el profesor Dizer, le dio la bienvenida. Por el señor Yilmaz sabía que el maestro Dizer era una gran apoyo y había logrado asumir muchas de las labores de Azra, por lo que la comunidad le estaba muy agradecida.

La vuelta a la rutina logró reanimarla un poco y, sobre todo, logró despejar sus ideas. El último mes había sido un verdadero martirio encerrada en casa. Si bien había aprovechado de leer algunos libros que tenía pendientes, gran parte de los días los había gastado pensando en el idiota de Can. Cuando recordaba su última conversación o la visita de su abogado, sentía que lo odiaba, pero durante las noches lloraba pensando en él abrazada a su almohada. Pese a que su hermana y su madre se habían portado muy bien con ella, se sentía sola y a veces hubiera dado todo por sentir un abrazo o una caricia del padre de sus hijos. Soñaba con que él volvía arrepentido a buscarla y que ella se dormía a su lado mientras él le acariciaba la pancita, pero nada de eso había ocurrido. Can no se había aparecido por su casa y ella no lo había desbloqueado de su móvil. Tampoco había reaparecido su abogado, aunque de eso sí estaba agradecida. Tal vez le había hecho caso y se había olvidado de su embarazo o al menos actuaba como si no existiera.

Pese a que se repetía que no debía hacerlo, lo había buscado en la red y había leído noticias sobre sobre él, aunque la mayoría eran vinculadas a proyectos y aspectos laborales o empresariales. Tan sólo había visto imágenes de un evento social, vinculado con las actividades culturales del Holding Vural que siempre promovía la búsqueda de nuevos talentos entre las artes plásticas y las artes escénicas. Aunque no aparecía en las mismas imágenes que él, pudo ver entre los invitados a la tal Burcu Ozdemir. Pese a que no tenía derecho a ello y ni siquiera sabía si tenía reales motivos, sintió el furor de los celos acicatearla y una vez más odió la posición en la que estaba. En una de las fotografías aparecía Miran Ozdemir y entonces Azra comprendió que él y la tal Burcu eran hermanos. Seguramente son igual de odiosos e impertinentes, había pensado con furia y luego había llorado otra vez. Lo peor de su situación era, sin duda, que se había vuelto una llorona sin remedio.

Su madre había preguntado majaderamente por la identidad del padre de sus hijos, pero Semra había satisfecho su curiosidad indicándole que no era alguien de dinero, lo cual había dejado a su madre tan decepcionada, que no había vuelto a tocar el tema. ¡Si supiera!

El mes sin trabajar había significado para ella una merma en los ingresos de dinero, puesto que sólo había recibido el pago de su seguro de salud, ya que las clases de pilates sólo se las pagaban si las impartía efectivamente. De este modo, se había tenido que ajustar rigurosamente al presupuesto. Lo peor de todo es que en un par de meses tendría que comenzar a comprar las cosas para recibir a los niños. El futuro la angustiaba y mucho, pero nada haría que le pidiera ayuda financiera a Can. Recordó brevemente lo humillada que se había sentido con las duras palabras del abogado de Can: "¿Qué vida puede darles usted, una maestra de escuela que trabaja de sol a sol? Con el señor Vural podrán tener acceso a la mejor educación del mundo, a viajes y a un nivel de vida que usted ni siquiera alcanza a soñar. ¿No quiere lo mejor para sus hijos?" Tan pronto ese recuerdo cruzó por su mente apretó los labios. No, ella no se rebajaría a pedirle ayuda. Tal como le había gritado un mes atrás junto al Bósforo, ni ella, ni sus niños, lo necesitaban. Estoy mejor sin él se repetía constantemente, pero no por mucho repetir una idea esta se vuelve real y en su fuero interno sabía que estaría mucho mejor si contara con su apoyo emocional y afectivo. ¡Lo necesitaba tanto!

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora