Nada es una casualidad

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Azra hizo sonar el silbato para cobrar la falta, así que el chico estaba tomando posición en la línea del tiro libre. Halil era un niño problemático, pero amaba el baloncesto y siempre participaba activamente en las clases. Sin embargo, en ese preciso momento, un murmullo impedía que se concentrara en el lanzamiento.

- ¿Sucede algo que yo deba saber? – inquirió Azra con tono firme a sus alumnos - ¿Por qué hablan tanto?

- Maestra, hay unas personas en la entrada hablando con el señor Yilmaz – respondió tímidamente otro de sus alumnos.

- El señor Yilmaz puede tener visitas, pero eso no es asunto nuestro. No sean entrometidos. Además, ahora estamos en clases y les recuerdo que la próxima semana parten los partidos preliminares del torneo de baloncesto interescuelas y queremos participar en diversas categorías, por lo que es importante que lleguen con un buen nivel de entrenamiento, para que seamos competitivos.

- Sí maestra – respondieron al unísono.

- Tal vez podríamos jugar algunos partidos de exhibición y cobrar entrada – agregó otro.

Aunque Azra les había pedido que no se preocuparan, lo cierto es que los niños estaban enterados de la difícil situación que la escuela enfrentaba para el próximo año y dada la dura realidad de la cual muchos provenían, comprendían perfectamente los alcances que la falta de dinero podría acarrear en la economía del establecimiento.

- ¿Y si vienen del ayuntamiento? – preguntó otro niño con ansiedad.

- ¿Venir del ayuntamiento a ver la escuela? – Azra formuló esta pregunta para sí, sin embargo, los pequeños la oyeron así que uno de ellos agregó.

- No lo sé, maestra, pero es gente muy elegante, ahora están hablando con el señor Yilmaz y tomando algunas notas.

- Ahí están – señaló otro de los pequeños indicando con su dedo extendido hacia la entrada de la escuela, que se encontraba en el otro extremo del patio, que ahora servía de improvisada cancha de baloncesto.

Azra, que en ese momento se encontraba de espaldas a la entrada del establecimiento se dio la media vuelta y observó con atención. Las personas, efectivamente lucían ropas de oficina a las que sus niños estaban poco habituados. En ese momento hablaban en la puerta con el señor Yilmaz. Ella se encontraba al otro lado de la cancha, así que para satisfacer su curiosidad o más bien para calmar su ansiedad, se volvió a los niños y les señaló:

- Tal vez sean del ayuntamiento por la campaña que hemos estado haciendo. Voy a preguntar y vuelvo. Esperen aquí y compórtense muy bien. No quiero que el ayuntamiento tenga motivos de reclamo, así que mientras yo voy a averiguar qué está ocurriendo, ustedes se forman en una fila y practican bandejas. ¿Estamos?

Los niños asintieron y Azra se dio media vuelta para dirigirse al grupo dispuesta a averiguar qué querían los del ayuntamiento. Tal vez habían reconsiderado su decisión de suprimir el financiamiento para el año entrante, pensó esperanzada. O tal vez venían a quejarse por la masiva campaña que los profesores realizaban en el vecindario para reunir los fondos. Campaña que no había dejado en muy buen pie al ayuntamiento.

Pero su confusión aumentó cuando, al acercarse, pudo advertir que no eran grises burócratas del Estado, si no que elegantes ejecutivos. ¿Qué harían en una de las escuelas más pobres de Estambul? ¿Serían del famoso programa de TV al que el señor Yilmaz pensaba contactar? Su corazón dio un vuelco cuando advirtió que había un hombre alto que en ese momento le daba la espalda. Vestía un traje impecable, de muy buen corte y por ende seguramente muy caro. Sus anchos hombros y su lustroso cabello negro le recordaron a Can. Pero era imposible que Can estuviese ahí pensó. ¡No seas absurda Azra! Can jamás pisaría esta escuela.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora