Vamos a decirnos la verdad

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Holaaaa... Dejo nuevo capítulo y me retiro lentamente. Siempre agradecida de que lean la historia y si pueden, comenten. No sean tímidas jajajajaj


Can se movió en la cama mientras se desperezaba lánguidamente. La luz del amanecer se estaba llevando paulatinamente las penumbras de la habitación. Extendió su brazo para atraer a Azra hacia sí, pero su mano sólo encontró unas frías sábanas vacías. El cuarto de baño estaba vacío y la luz apagada.

Miró la hora en su móvil. Eran las seis de la mañana. Inquieto, aunque todavía soñoliento, se calzó el pantalón del pijama y una remera y fue hasta la sala contigua a la habitación.

Vio a Azra vestida con su habitual tenida deportiva, sentada sobre el sofá de la sala. El mismo sofá donde todo había empezado.

- ¿Azra que haces ahí sentada a estas horas? – preguntó inquieto.

- Estaba esperando que te despertaras – respondió ella suavemente.

- ¿Debes ir a algún sitio a esta hora?

- Me voy a casa – señaló ella escuetamente.

- ¿Cómo que te vas a casa?

- Dudé mucho. No sabía si era mejor marcharme dejándote una nota o decírtelo en persona. Sin embargo, creo que hay cosas que deben decirse a la cara.

- Azra...

- Nuestro trato llega hasta aquí, Can.

- ¿Qué? – las palabras de Azra tuvieron el efecto de un litro de cafeína inyectado en su organismo y lo dejaron totalmente despierto.

- Tú me dijiste que nuestro trato se extendería mientras los dos lo consintiéramos.

- ¿Estás de broma?

- ¿Te parece que podría bromear con algo así? – preguntó con la voz cortada.

- ¿Puedo al menos preguntar por qué? Pensé que estabas... Feliz.

- Sí, la felicidad formó parte de estas ocho semanas. Sin dudas, fui muy feliz.

- ¿Entonces? No entiendo.

Azra tragó saliva.

- Probablemente estas hayan sido las ocho semanas más felices de mi vida y es triste. ¿Sabes? Cuando tienes la certeza de que lo mejor de tu vida ya pasó, la sensación acá dentro – dijo tocándose el pecho – es de desolación.

- ¿Entonces por qué te vas? – repitió la pregunta. En su voz se mezclaban la incredulidad y la angustia.

- Porque te amo y no puedo permitir que mi presencia en tu vida sea fuente de vergüenza.

- ¿De dónde sacas esa idea?

- Pensé que me contentaría con las – hizo una pausa para sonarse ya que las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos – Con las migajas del amor que alguna vez me tuviste. Y al principio fue así. Tal como tú dijiste: fui más feliz contigo en una noche que en los siete años anteriores, pero ya no más. No puedo vivir pensando en que en algún momento te aburrirás de mí y me dejarás atrás.

- Azra...

- No puedo vivir escondiéndome para que tu madre no se entere de mi presencia en tu vida o para que tus amigos no se enteren de mi existencia.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora