Acoso

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Holaaaaa... ¿Ustedes creían que lo peor ya había pasado? No.  Siguen y siguen los problemas, pero a veces los problemas representan una oportunidad.


Estaba tan deseosa de hacer a Can partícipe de la espera de sus pequeños que, cuando él manifestó su deseo de acompañarla al ultrasonido la semana pasada, no le había puesto trabas. Sólo se había asegurado de que verdaderamente quería acompañarla. Sin embargo, ya estaba arrepentida. Si no hubiera ido con él, ese entrometido paparazzi no habría publicado esas imágenes y ahora no habría periodistas afuera de su lugar de trabajo.

El señor Yilmaz había tenido la amabilidad de advertirle a través de un mensaje que había dos o tres periodistas apostados en la afuera de la modesta escuela. Incluso algunos padres y madres, que a esa hora acudían a dejar a sus pequeños al establecimiento en el último día de clases previo al receso de invierno, se habían manifestado muy sorprendidos. Algunos hasta habían tenido la osadía de dar declaraciones a los inquisitivos reporteros. Azra los observaba a lo lejos, parapetada en la cafetería donde antes pasaba por su café con cardamomo y que ahora la abastecía de tisanas de manzanilla, la bebida que había reemplazado al antiguo brebaje. Sin embargo, sabía que no podía esconderse todo el día en ese lugar y que tendría que afrontarlos. Cerró los ojos agradeciendo que venían algo más de dos semanas de vacaciones y que, aparentemente, tendría que gastarlas encerrada en su casa.

Mientras se acercaba a su lugar de trabajo, procuró no hacer contacto visual y pasar rápidamente. Con un poco de suerte, nadie la reconocería. Sin embargo, cuando estaba a menos de quince metros de la entrada de la escuela escuchó a alguien gritar: ¡Esa es! En menos de cinco segundos tres agitados reporteros se presentaron frente a ella, dejando caer un sinnúmero de preguntas: ¿Desde cuándo retomó su relación con el señor Vural? ¿Es correcto que él es el padre de su hijo? ¿La Fundación de la familia Vural benefició a la escuela porque usted se lo pidió? ¿Mantenía el señor Vural una relación paralela con ella mientras salía con la señorita Ozdemir, con quien se había ido de viaje a Argentina? ¿Era su hijo el responsable del fin de la relación del señor Vural con la señorita Ozdemir? ¿El señor Vural se estaba haciendo cargo de su hijo? ¿Compartirían la custodia? ¿Es cierto que la señora Vural se oponía a la relación con su hijo? Mientras avanzaba con dificultad los escasos metros que le faltaban para arribar, mantuvo sus labios sellados y la vista en el horizonte hasta que entró en la escuela, momento en el que el señor Yilmaz se paró en el portal solicitando a los periodistas que se mantuvieran afuera del establecimiento.

A medida que avanzaba por el patio del lugar, Azra pudo percibir las miradas de sus colegas y de sus alumnos sobre ella. Algunas eran miradas de curiosidad, otras de lástima y otras de censura. Quería gritar, huir, correr... ¡Ella no había cometido ningún crimen y no merecía que todos estuvieran escudriñando en su vida y juzgando sus actos! Respiro hondo, se contuvo y continuó su paso hasta llegar a los camerinos para prepararse para la primera clase del día.

Le costó muchísimo ordenar a sus alumnos y que se concentraran en la clase de gimnasia, ya que todos querían comentarle que la habían visto "en internet", que "su abuela le contó que en los programas de la mañana habían mencionado su nombre", etc. Un pequeño incluso le preguntó si ahora que era "famosa" continuaría trabajando en la escuela o si desde la televisión vendrían a verlos a ellos también. Para el mediodía ya estaba por enloquecer con las preguntas y miradas curiosas. Sólo quería terminar su jornada y refugiarse en el anonimato. Sin embargo, las cosas no serían tan sencillas. Al finalizar su jornada laboral, un reportero en solitario la abordó impertinentemente a la salida de su trabajo, repitiendo la mayoría de las preguntas que ya le habían formulado en la mañana. Procurando perderlo de vista, apuró el paso, pero el tipo era lo suficientemente ágil como para mantenerle el ritmo, así que no le quedó más remedio que hacer parar un taxi para perderlo de vista. Desgraciadamente, en el portal de su edificio había también dos periodistas.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora