Una segunda oportunidad (parte 2)

64 8 5
                                    




- Estoy seguro que sabes muy bien cómo me siento – respondió él.

- ¿Feliz? ¿Pletórico? ¿Lleno de esperanza? ¿Dispuesto a luchar con el mundo por ver felices a tus niños? – inquirió Neslihan.

- Algo así – complementó Can.

- Para las mujeres es igual, pero comienza antes, cuando tenemos a nuestros hijos en el vientre. Desde el minuto en que supe que sería madre, supe también que no habría batalla que yo no diera por mis hijos y por su felicidad. En ese afán, por querer lo mejor para nuestros hijos, terminamos cometiendo muchos errores y si alguien los hiere, automáticamente pasa a ser nuestro enemigo jurado.

- Continúa – ordenó Can bastante serio.

- Lo que esa mujer le hizo a tu hermana es imperdonable para mí. Irónicamente, estoy segurísima que Sebnem la habría perdonado, de haber vivido lo suficiente para saber la verdad. Tú también la has perdonado. Sólo soy yo la que no puede hacerlo, porque una herida a los hijos es algo que no suele cicatrizar fácil.

- ¿Eso quiere decir que no piensas rectificar?

- Eso quiere decir que me costará mucho trabajo dar vuelta la página, pero quiero tu felicidad. Y sólo por eso lucharé cada día por dar vuelta la página.

- ¿Dónde está la trampa? – preguntó Can sin creer ni media palabra a su madre.

- Te costará creerme, pero no hay trampa.

- No te creo. Vas a esperar que me dé media vuelta para verter tu veneno en los oídos de Azra.

- No lo haré. Dejaré que cometan sus propios errores y encuentren su felicidad, si es que es ese su destino. Sólo te pido tiempo.

- ¿Tiempo?

- No puedo dar vuelta la página de un momento a otro, pero te prometo que me mantendré alejada de ustedes y que sólo me acercaré cuando al menos sea capaz de fingir que ya no me duele. Tus niños te van a enseñar que no hay sacrificio que no puedas hacer por un hijo.

- ¿Fingir? ¿Eso es todo?

- ¿Quieres honestidad?

- Está bien – concedió Can.

- ¿Crees que pueda pasar unos minutos a conocerlos? – preguntó finalmente – Sedef dijo que el niño se parece a ti y comprenderás que la curiosidad me carcome – añadió procurando darle a sus palabras un tono más ligero.

- Sólo si mi tía Sedef está junto a ellos – respondió Can seriamente.

Entonces será mejor que medé prisa – replicó caminando por el pasillo hacia la habitación de Azra.



- Comprendo perfectamente lo que me cuentas de Can. Yo tampoco puedo dejar de mirarlos ni un solo momento. Me alegro tanto de que todo haya salido bien después del susto que pasaron anoche.

- Sí. Espero que podamos hacer algo por esos muchachos.

- Can ya me adelantó algo de tus ideas, pero Azra... Ahora eres mamá, tienes que cuidarte mucho, no puedes exponerte de esa manera. ¿Eras consciente del riesgo que corrías al interponerte entre ese muchacho armado y Can?

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora