Revolución

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Holaaaaa capítulo corto, pero más rato subo otro más. Que lo disfruten.


Hacía frío, mucho frío y el suelo estaba duro. Abrió los ojos. ¿Qué hacía tirada en el suelo de...? ¿En qué lugar estaba? Se incorporó lentamente, todavía algo mareada. ¡Ah sí, estaba en el nuevo camerino para maestros! Su móvil estaba en el suelo. Recordó que iba a escribir un mensaje a Can. Al menos el aparato no se había estropeado. ¿Pero qué hacía ella en el suelo? De pronto su mente logró pensar con claridad. ¿Se había desmayado? Eso explicaba que estuviera en el suelo y no sentada, como recordaba. Eso explicaba también que su móvil hubiera ido a dar al piso. No había desayunado correctamente y ni siquiera había podido terminar su café por la acidez que había sentido.

Un rayo de lucidez la atravesó dejando tras de sí un sudor frío. El cansancio, la sensación de mareo, la acidez, las náuseas, el desmayo... ¡No! No era posible. Tomaba la pastilla con regularidad o bueno, no había sido tan rigurosa con la hora en los últimos dos meses. Incluso había olvidado tomar una que otra dosis a tiempo, pero siempre había tomado la pastilla tan pronto lo recordaba y estaba absolutamente segura de no haberse saltado ninguna. Sólo había habido retrasos en las dosis; no saltos. No podía estar embarazada.

De pronto recordó que la semana de placebo se había terminado recién ayer y ella no había tenido el período. Sin embargo, durante el fin de semana se había sentido ligeramente hinchada, tal como cuando iba a bajarle.

¡Todo era culpa de Can! El muy cretino se había olvidado de los preservativos cuando estaban navegando y ella, muy estúpidamente, le había asegurado que no había problemas porque ella era muy ordenada para tomar la píldora o al menos lo había sido mientras vivía en su casa y tenía una rutina establecida y considerando que él había cumplido con su parte del trato al exhibirle sus resultados médicos y considerando, también, que había exclusividad... ¡Pues no había visto mayor problema en hacerlo sin preservativo! Obviamente él no había tenido ninguna objeción. ¿Qué objeción iba a tener si ella era capaz de ponerle en bandeja todas las facilidades del mundo? ¡Vaya idiota en la que se había convertido! Estaba claro que el amor nublaba la capacidad de razonar.

Definitivamente tenía que salir de dudas. Lo más probable es que no fuera más que sugestión. Ya alguna vez le había pasado que no había tenido su período normalmente y la ginecóloga le había asegurado que ello no era infrecuente entre quienes tomaban pastillas anticonceptivas, claro que en esas ocasiones no había tenido "nada que temer" y su preocupación había sido enteramente médica.

Cuando llegó a su casa, al final del día, estaba preocupada y agotada a partes iguales. Había tenido grandes dificultades para cumplir con todas sus obligaciones laborales y por primera vez en mucho tiempo, la jornada le había parecido prácticamente imposible de completar.

Había pasado por una farmacia a comprar una prueba de embarazo, pero sólo para estar segura que sus temores eran infundados. Sin embargo, cuando estuvo en su habitación, estaba tan cansada que se tendió sobre la cama y se durmió hasta el día siguiente.

Despertó cuando la luz celeste del alba comenzaba a anunciar la llegada de un nuevo día. Semra o su madre, no lo sabía, habían tenido la amabilidad de cubrirla con una gruesa manta. Ni siquiera se había quitado la ropa deportiva que utilizaba en clases de pilates.

Se giró somnolienta en la cama agradeciendo una noche completa de sueño por fin. Seguramente todo el malestar de los días previos se debía a la falta de sueño suficiente y a la mala alimentación. Se incorporó para prepararse para una nueva jornada y mientras se quitaba la ropa abrió su bolso de trabajo para sacar la ropa sucia del día anterior. Fue entonces cuando la vio: ahí estaba la prueba sin usar.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora