La vida te da sorpresas

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Desde el minuto que conoció al tal Miran Ozdemir fue un incordio. Nada más ser presentados, el fulano la miró con esa sonrisa de conquistador de cuarta que Azra tan bien conocía. Detestaba a los tipos que se acercaban en plan conquista, sobre todo cuando eran adinerados. Detestaba profundamente esa sonrisa de suficiencia mezclada con arrogancia. ¿Qué se pensaban que porque tenían relativo buen aspecto y una cuenta corriente interesante las mujeres debían caer redondas? Recordó que esa fue también la primera impresión que tuvo de Can cuando lo conoció y como le había molestado. Pero después Can había demostrado ser distinto, había demostrado preocuparse realmente por ella y ella había descubierto que su presencia actuaba como un bálsamo, como una cura milagrosa para su alma herida. Después de Kerem ella había sido una mujer sedienta y Can había sido como un río desbordante de agua cristalina y fresca. Ella se había acercado dubitativa a Can, como si no pudiera creer su buena suerte, pero el río de aguas cristalinas había desaparecido en el minuto en que ella pretendía zambullirse en sus profundas aguas para calmar su maltrecho espíritu.

Definitivamente Miran Ozdemir no sería jamás como Can. El Can que ella descubrió era generoso, preocupado por hacerla feliz hasta con el más mínimo detalle, en cambio debajo de la sonrisa presuntuosa de Miran Ozdemir y de sus aires de galán no había nada más que vanidad.

Si bien el tipo y su presencia la fastidiaban enormemente, procuraba no ser grosera, después de todo era el arquitecto designado por la Fundación para realizar los planos de remodelación de la zona de comedores y cocina, así como también el encargado de cerrar el espacio que ocuparía el gimnasio. Sin embargo, procuraba que su lenguaje corporal le dejara claro que no tenía ni media oportunidad con ella, pero la arrogancia del fulano era tal, que parecía ser inmune a las lacónicas respuestas que ella le daba.

- Supongo que con las donaciones que han recibido, no será necesario que vuelvan a realizar un bingo, ni una kermes, en bastante tiempo – señaló Miran buscando hacer conversación con el esquivo bombón. Se preguntó cuál podía ser el problema de esa mujer con los hombres. Por lo que había averiguado era soltera, ya tenía 30 años y nadie en la escuela le había conocido un novio formal.

- Es cierto que ya no necesitamos el dinero con tanta urgencia, pero como habrá visto, las necesidades en esta escuela son muchas y las diversas actividades, tales como kermes o bingos, nos han brindado la oportunidad de acercar a la comunidad el trabajo de la escuela. Creo que constituyen una buena instancia de integración.

- Veo que estás muy involucrada con tu trabajo.

- Muchísimo. Esta escuela y los niños que ayudo a formar son mi familia – remarcó Azra.

- ¡Vaya! Si el 1% de los maestros del país tuvieran tu grado de compromiso, la educación en Turquía sería un modelo digno de imitar – la alabó Miran, tratando de encontrar algún flanco por el que hacerla bajar la guardia, pero todas sus técnicas habían fallado con Azra Özak. Si la tipa no representara un reto para su vanidad, hace rato que la hubiera mandado al carajo, pero no concebía que una oscura maestra de escuela resultara un hueso tan duro de roer.

- ¿Y dime, a tu familia no le molesta que destines tanto tiempo a tu trabajo? – preguntó fingiendo que no sabía nada sobre ella.

- No. Siempre he sido muy independiente – respondió Azra procurando que su corta respuesta lograra el milagro de hacer que Miran dejara de observarla con esa cara de idiota.

- Mi exesposa siempre me estaba reclamando lo mucho que trabajaba. Me alegra que para ti eso no sea un problema – añadió.

- Bueno, cada familia es un mundo distinto – agregó Azra, quien estaba pensando seriamente en hablar con franqueza y decirle al tal Miran que dejara de perder su tiempo con ella porque no tenía ni media chance.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora