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¡Hola! Yo de nuevo. Resumen de mi vida corriente: me absorbió mi otra vida, mi vida universitaria. En fin, he ido con eso como puedo y desde hacía tiempo que quería traerles estos capítulos (he escrito algunos para poder subirlos con calma y sin mucho tiempo de espera). Lo que puedo decirles es que, al menos para mí, todos son buenos pero el segundo es mejor que el primero y así. Se me han ocurrido muchísimas ideas que quiero plasmar y que, efectivamente, plasmaré, así que no hay dudas de que la historia de Paige, los chicos y sus vidas, no sólo sigue, sino que a penas está empezando.

Gracias por los fieles lectores, por el apoyo, los nuevos lectores y la espera. Me anima mucho cuando votan y comentan, así que los invito a hacerlo en esta oportunidad.

Asimismo, me gustaría saber qué piensan de la historia,

qué piensan de los personajes,

y qué piensan de otras cosas en general.

El próximo capítulo vendrá muy pronto. Les recomiendo repasar el capítulo anterior para que tengan mejor contexto de lo que sucederá en este capítulo y los siguientes, claro.

Mis redes sociales más frecuentes están a lo último por si quieren dejar algún mensaje, siempre he respondido y leído lo que envían.

No se olviden de votar, de comentar y, ahora sí, a leer.


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Boston dejó la última cubeta en el suelo y soltó un largo suspiro, exhausto. Se movió por la cocina hasta sentarse en el mesón, donde estábamos todos.

La jornada de lavado de autos duró más de lo que se había planeado, pero lo bueno era que se recaudó casi el triple de lo pensado. Benedetto estaba muy feliz en su habitación, contando billete por billete de lo que habíamos ganado. De cualquier forma, logró su objetivo de demostrarle a Drew qué tan independiente podía ser.

Todos nos preguntábamos cómo contraatacaría Drew y su equipo, pero ahora estábamos muy cansados como para pensar.

—¿Entonces? —inquirió Grayson, comiendo un tazón de cereal—. ¿Iremos a la discoteca o...?

—Cómo se nota que no moviste ni una sola esponja en toda la tarde —Dallas volteó los ojos, negado—. Yo no voy.

A decir verdad, todos nos habíamos esforzado mucho en el evento. Decir que estábamos más que cansados era poco. El sudor bajaba por nuestra espina dorsal y los hombros los teníamos caídos. Incluso Boston estaba así, que habló y se distrajo toda la tarde. Lo único que quería en ese momento era tomar una larga ducha.

—Eres un débil —le dijo Boston a su mejor amigo, llamando la atención del resto—. A ver, ya estamos cansados. Y quedan dos horas de día antes del fin de semana, así que les propongo algo...

—No voy a comprar boletos a Croacia —advirtió Asaf, muy serio. Boston estuvo a punto de refutar—. Ni a Indonesia —agregó.

La sala pasó de estar mirando a Asaf a mirar a Boston, que enrojeció, avergonzado. Trató de arreglar la situación rápidamente:

—Por muy obvias razones eso no era lo que iba a proponer —se irguió, como quien estaba a punto de dar la noticia más importante del día—: Podemos ir a nuestra discoteca. Yo me encargo de los preparativos. Ya saben, si hay una fiesta buena en esta maldita ciudad, es porque la organicé yo mismo.

Dallas soltó una risita absurda y falsa, como si aquella declaración no se la pudiera creer ni el mismo Boston. Aún así, no sé enfocó en eso.

Asaf y la alerta auxilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora