°En celo 1°

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La mañana recibió al joven adulto con un poco de baba en la comisura de sus labios y con el cabello revuelto envuelto en las calientes frazadas. Por un rato se quedó contemplando el candelabro que colgaba del techo y brillaba gracias a los pocos rayos de sol que se colaban a su habitación por la ventana, de algún modo también procesaba lo que pasaría en unas horas, estaba emocionado y ansioso a la vez.

“Natasha se ha ido...” se dijo a sí mismo luego de haber ahuyentado la somnolencia que se aferraba a su sistema y recordar que la chica durmió a su lado. Se quedó observando el espacio vacío, y lo palpo estirándose un poco: “está frío”, eso quería decir que se marchó hace bastante.
Con un suave resoplido estiró sus extremidades para terminar de quitar la tensión de ellos. Ese sería un día algo agitado.

Con el ánimo por las nubes se dispuso a asearse rápidamente para no perder demasiado tiempo, por ello solo tardo unos diez minutos en los cuales incluyo una corta rutina de belleza para luego salir finalmente de su recamara y bajar las escaleras a paso acompasado luciendo radiante, en el camino por supuesto, se encontró a su adorada niñera y cuidadora de su hogar.

—Señorito Steven—saludo ella tan cortés como de costumbre.

—Buenos días María, ¿Y Natalia?—apenas le respondió de igual forma, rápidamente preguntó por la hermosa colorada.

—La señorita Romanoff tenía cosas que hacer muy temprano, así que se marchó. No sin antes recalcar que vendría a las siete, por supuesto.

—Oh vaya—soltó un tanto decepcionado, pensó que habría una pequeña posibilidad de que se hubiera escapado a la cocina o que estaría con los mayores de la casa, pero no, definitivamente no se encontraba.—Pero entiendo, muchas gracias por decírmelo Mary.

—Es mi trabajo—replicó simplemente con una mueca casi imperceptible que parecía una sonrisa.—Por cierto su desayuno está listo y servido en la cocina, que lo disfrute.

—Por eso te adoro mujer—rió bajito a la par que asentía un par de veces hacia la fémina.—Espero sea tan delicioso como siempre.

Instintivamente sus tripas rugieron provocándole un sonrojo por la vergüenza, gracias a Dios ya se encontraba solo ya que María se había marchado para culminar sus labores, si no en estos momentos estaría riéndose de su persona. Revoleo los ojos y continúo con su camino hasta la cocina y luego al comedor donde hallo a sus progenitores comiendo y conversando. Sin perder más tiempo y hambriento a más no poder se sentó a un lado de su madre en la mesa colocando el plato con los alimentos que Hill preparó.

—¡Buenos días papás!

—¡Ah cariño, despertaste!—expresó Sarah con ese tono dulce que jamás abandonaba, a la par que dirigía su mano izquierda para tocar y sobar su mejilla como si aún fuese un niño pequeño.—Buenos días para ti también.

—Buenos días hijo mío—dijo Joseph sin despegar su mirada del periódico que tan entretenido leía.—Espero que hayas dormido bien.

Aunque no lo estuviese viendo asintió con un gran bocado de pan y mantequilla en la boca procurando no comprometer sus buenos modales al pronunciar palabras con esa cavidad llena. Por lo demás el desayuno transcurrió con normalidad mientras conversaban temas triviales sobre la fiesta en la noche y su propia empresa.

—Oh cierto, mamá, papá, Natasha vendrá por nosotros esta noche—agregó al recordar que ellos no estaban enterados de lo que su amiga y él habían acordado el día anterior.—¿Están bien con eso?

—¡Por supuesto que si Steven!, estamos agradecidos y contentos de que sea ella quien nos acompañe.

—Tu padre tiene razón, además, me agrada Natasha. Desde que ella y nuestro James formalizaron su relación somos más felices que nunca, simplemente me emociona—concordó con su esposo agregando así su propio punto de vista.—Es algo que quería destacar.

𝓣𝓻𝓮𝓼 𝓐𝓵𝓯𝓪𝓼 𝔂 𝓾𝓷 𝓞𝓶𝓮𝓰𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora