°De un error, a una cicatriz mental°

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Estaba de costado, con su cabeza apoyada en la almohada y las sábanas hasta la cintura. Restregaba su trasero contra la entrepierna de Gregory, este se pasó a su lado en la mañana abrazándolo mientras que los castaños estaban del otro lado de la cama durmiendo a pierna suelta.

Su celo permanecía tres días completos. Así que hoy estaba más cachondo que ayer, el calor que lo fundía ahora era igual de insoportable que en la noche, su entrepierna goteaba y su trasero palpitaba, rogaba por ser llenado. Cómo estaban desnudos y su rubio Alfa a su lado, con su pene chocando contra sus glúteos eso lo excitaba más.

Estaba despierto desde hace una hora restregándose contra él. Bajo las blancas y acolchadas cobijas se tocaba. Mordía su labio inferior para evitar emitir cualquier sonido. Masturbarse se estaba volviendo tortuoso, necesitaba estar lleno.

Sintió como su compañero se removía presionando todavía más su ya despierto pene contra la hendidura de sus nalgas, simulaba penetraciones leves.

—¿Gregory... estás despierto?—preguntó entrecortado por los suspiros.

—Mmm sí, siempre lo estuve mi amor—lo atrajo pegándolo a su cuerpo completamente.—Eres un pervertido Stevie—susurro en su oreja provocando una corriente eléctrica por todo su cuerpo.—Estás abusando de mi.

—No digas eso por favor... no lo soy, no abuso de ti.

—Debiste decirme si lo necesitabas tanto.

—L–Lo siento.

—Porque no mejor te complacemos un poco por aquí, ¿Eh?—recorrió con su mano toda la suave piel de su pareja. Lamió y mordió su cuello y oreja.—Eres hermoso, tan bello—le susurraba palabras dulces.

Steve suspiraba con cada toque, su rostro estaba rojo como un tomate. El hombre llegó hasta su “amigo” y lo acarició. Jadeo queriendo más de esos toques.

—Silencio príncipe, no queremos despertarlos—paso su otro brazo por debajo de Steve y lo llevo a su rostro cubriendo su boca para silenciar sus gemidos.

No siguió manoseando su intimidad y el rubio se quejó, él quería que continuará. En respuesta dirigió la mano hasta llegar a su pierna y la subió pasándola por sobre su cadera, dejando expuesta su entrada.

El mayor alzó un poco su pierna y agarró a su miembro colocándolo en el apretado anillo. Lo metió lentamente, lo sacaba e introducía repetidas veces.

—Greg por favor...

Hasta que lo dejo dentro.

La mano del Alfa callaba sus gemidos. Era un vaivén lento pero profundo.

No quiso hacer movimientos bruscos para no despertar a sus hermanos, en este momento quería a su Omega solo para él. Steve se sentía explotar, podía ver estrellas, el universo entero. Se sentía tan bien, se sentía amado.

El placer era intenso. En una de esas Gregory encontró el punto que lo hacía delirar. Apretó la sábana y sintió como de sus labios salía algo de saliva, respingo por la fuerte ola de corriente. Quería quitar la mano que cubría su boca y gemir fuerte. Se estaba volviendo loco.

—Me voy a venir...—susurro en su oído dando las estocadas precisas. Sentía su abdomen tensarse.

Dió una fuerte embestida en su próstata provocando que se corriera con un fuerte gemido estrangulado. La entrada del ojiazul lo apretaba deliciosamente, mordió su labio y se corrió dentro del Omega.

Apartó su mano de los labios hinchados y húmedos. Giro un poco el rostro del rubio para darle un apasionado beso. Steve aún no estaba satisfecho pero estaba bien por ahora; sin embargo inesperadamente comenzó a sentir como algo en su ano crecía.

𝓣𝓻𝓮𝓼 𝓐𝓵𝓯𝓪𝓼 𝔂 𝓾𝓷 𝓞𝓶𝓮𝓰𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora